¿El dibujo antiguo español, de nuevo en auge?
La proliferación de catálogos razonados, exposiciones y ventas de obras singulares en el mercado, dentro y fuera de nuestras fronteras, ponen de manifiesto un renovado interés por el dibujo español. Este panorama, con sus luces –las que aquí intentaré mostrar en la medida de lo posible– y sus sombras –esto daría para un nuevo artículo– es el que se mostrará en el siguiente texto.
Hablar de dibujo antiguo español –entenderíamos por ello un marco cronológico que abarcaría, aproximadamente, desde el siglo XVI hasta el XIX– y de su repercusión tanto en el ámbito científico como en el del coleccionismo versus mercado, resulta a priori complejo si intentamos reducirlo a unos pocos párrafos, porque no se puede resumir y mostrar todo lo realizado y por ende resultará incompleto a quienes lo lean. Pero parece obvio que al menos en las dos últimas décadas ha habido un nuevo auge de lo que este representa tanto a nivel nacional como fuera de nuestras fronteras.
Las reflexiones del profesor Navarrete Prieto en su texto “El papel del Dibujo en España” en el catálogo de la exposición del mismo título organizada en 2006 por la Galería Caylus y Artur Ramón son muy elocuentes al respecto. En él, el autor planteaba la valoración histórica del dibujo español desde finales del siglo XVIII, cuando figuras como Ceán Bermúdez pusieron el foco en él y lo revalorizaron como objeto de coleccionismo más allá de su función intrínseca dentro de los obradores de los artistas.
Bien podríamos decir que dicho volumen, en el que sus organizadores hicieron hincapié en su texto introductorio en la necesidad de aunar coleccionismo, investigación y mercado, mostraba muy a las claras un punto de inflexión en la valoración y estudio del dibujo español que ahora repunta. Buena prueba de ello ha sido la exposición celebrada en el Museo de Zaragoza en 2019 bajo el epígrafe El dibujo español en el gusto privado. Una lectura atenta de su catálogo descubre no solo a algunos de sus más importantes coleccionistas actuales, sino también el interés de estos por salvaguardar en nuestro país obras de singular valor realizadas por los artistas más destacados. Más aún; si nos fijamos con atención en la procedencia de las obras, veremos con bastante claridad cuáles son los movimientos actuales del mercado y de dónde se nutre este. A ello volveremos un poco más adelante.
De los dibujos allí presentes, destacaron por su relevancia algunos de los pertenecientes al llamado Álbum Alcubierre. Adquirido en 2003 a la Galería Caylus para la colección Abelló, es uno de los conjuntos más importantes de nuestro país para el estudio del coleccionismo del dibujo, pues perteneció, como bien se sabe, al sevillano Miguel de Espinosa y Maldonado, II conde del Águila (†1784). Se mueve por tanto en fechas próximas al del nacimiento del coleccionismo por parte de los ilustrados, cuyo máximo exponente fue Gaspar Melchor de Jovellanos, cuya colección fue destruida en 1936 aunque afortunadamente estudiada, a través de fotografías, por el profesor Alfonso E. Pérez Sánchez; y la de su amigo Juan Agustín Ceán Bermúdez.
Si nos referimos a colecciones históricas más o menos completas –por espacio, no podemos referirnos aquí a las de Pedro Fernández Durán o Valentín Carderera, hoy en buena medida preservadas en el Museo del Prado y la Biblioteca Nacional respectivamente– debe mencionarse la de la reina María Cristina de Borbón (1806-1878) que, tras ser expuesta, fue puesta a la venta, primero en Alcalá Subastas en 2016 y hace pocos días en Ansorena.
Si nos fijamos con atención en el mercado internacional –pongamos como marco temporal la última década– a grandes rasgos podría decirse que es la casa Christie’s la que ha apostado más por el dibujo español. Uno de los ejemplos más significativos de ello es la venta número 10713 que tuvo lugar en Londres en diciembre de 2015. En ella se pusieron a la venta obras que habían pertenecido, nada menos, que a Sir William Stirling Maxwell, reunida entre 1842-1870. Algo nada despreciable si valoramos que buena parte de su colección de dibujos españoles se conserva hoy en el Courtauld Institute de Londres.
En esta misma casa han aparecido más recientemente –concretamente en 2019– dibujos de singular importancia como el Paisaje fluvial de Murillo o el Pentecostés de Vicente Carducho que quien aquí escribe, junto a Pascual Chenel, daban por desaparecido en 2015 (pp. 180-183, cat. 31.2) tras haberse vendido, también en Christie’s, en 1981.
Dentro del mercado nacional, debemos distinguir, aunque sea muy brevemente, entre las casas de subasta y los galeristas. De las primeras sólo hay que repasar algunas de las últimas ventas para ver cómo están aflorando obras de singular calidad como el Caballero de corte de Claudio Coello o el Ecce Homo de Carreño de Miranda, ambos subastados en Fernando Durán. De Segre, una de las mejores ventas fue la que tuvo lugar en diciembre de 2010, donde, entre otros muchos, se subastaron dos dibujos de Antonio Palomino que fueron adquiridos por el Estado y depositados en el Museo de Bellas Artes de Valencia. Algo similar sucedió con la madrileña Sala Retiro, a la que el Prado adquirió en 1999 la excepcional Adoración del Arca de la Alianza de Sebastián de Herrera Barnuevo.
No menos importantes han sido nuestros galeristas. Destacaré solo, por no extenderme, a los ya citados Galería Caylus, Artur Ramón y también a José de la Mano. Los dos primeros han participado en ferias nacionales de reciente creación como Gabinete (2016-2019). Además, a finales del pasado año, la primera volvió a organizar una nueva exposición de dibujos en su galería, la mayoría de los cuales pueden verse a través de la siguiente página web (link aquí). En ella han vuelto a figurar, por ejemplo, los dibujos de Charles de la Traverse para el marqués de Ossun que la Galería Terrades presentó en el Salon du Dessin en 2017.
Artur Ramón emprendió en 1994 una serie de publicaciones destinadas al mercado nacional e internacional tituladas Raíz del Arte, y en los últimos tiempos ha presentado en el salón parisino varios catálogos en esa misma línea. Algo similar ha realizado José de la Mano con sus Fecit, de los que desde 2010 se han editado ya seis volúmenes. Buena parte de esas piezas han acabado en manos de coleccionistas particulares –véase el mencionado catálogo de Zaragoza de 2019–, pero otras tantas han sido adquiridas por museos nacionales e internacionales como el Prado (véase aquí y aquí), la Biblioteca Nacional, el Louvre o, muy recientemente, el Meadows Museum.
Como es lógico, no todo es mercado, y es que, también en las últimas décadas, hemos asistido a una revalorización en el estudio de las colecciones de dibujo español tanto de instituciones públicas nacionales como internacionales. Pionera fue la exposición y su correspondiente catálogo que el profesor Pérez Sánchez dedicó al fondo español de los Uffizi en 1972, revalorizado en 2016 con la exposición celebrada en la Academia de San Fernando gracias a la colaboración de la Fundación Mapfre bajo el título I segni nel tempo.
También han proliferado las exposiciones sobre determinados artistas, especialmente en lo que se refiere al catálogo razonado de sus dibujos, donde ha jugado un papel fundamental la participación y financiación de entidades privadas. En este sentido, es de rigor mencionar a la Fundación Botín y al Centro de Estudios Europa Hispánica. Si a la primera se deben títulos tan importantes como los catálogos razonados de Alonso Cano, Mariano Salvador Maella, Antonio del Castillo, Bartolomé Esteban Murillo o, más recientemente, Francisco de Goya; el segundo, en colaboración con la Biblioteca Nacional de España, ha promovido desde 2015 catálogos y exposiciones de artistas bien representados en ella como Vicente Carducho, Juan Carreño de Miranda, Rosario Weis o Luis Paret y Alcázar.
Otro caso similar es el los catálogos razonados de José de Ribera, promovido desde el Museo del Prado y el Meadows Museum de Dallas, o el de Alonso de Berruguete, también con el Meadows, el ya mencionado Centro de Estudios Europa Hispánica y la National Gallery of Art de Washington.
Instituciones como la Biblioteca Nacional de España llevan años publicando sus catálogos de dibujos de arquitectura y ornamentación. Partiendo del siglo XVI, en 2018 se editaros los dos últimos volúmenes correspondientes al siglo XIX.
El panorama internacional no ha sido menor. Instituciones como el Courtauld Institute y el British Museum de Londres, el Museo del Louvre, la Hispanic Society de Nueva York,la Kusthalle de Hamburgo o la Universidad de Princeton, han ido estudiando y exponiendo durante las dos últimas décadas sus colecciones de dibujo español. Algunas de ellas siguen además enriqueciendo sus colecciones.
Visto en conjunto y con la perspectiva suficiente, podríamos asegurar por tanto que el interés por el dibujo antiguo español, en el que maestros pioneros como Sánchez Cantón, Angulo Íñiguez o Pérez Sánchez pusieron el foco, vive en estos tiempos un nuevo resurgir. Este no es solo visible en el mercado o en las grandes publicaciones, sino también en la investigación, a veces callada y ardua, que se realiza desde diferentes prismas y que está demostrando que, en la España de los siglos pasados, el dibujo no solo se concibió como herramienta de trabajo, sino también como objeto del coleccionismo. Á. Rodríguez Rebollo.