Durante la Postguerra, la comunidad religiosa del Monasterio de Santa Sofía en Toro se vio obligada a vender la escultura de la flagelación de Sebastián Ducete y un San Pedro en lágrimas. No tenían dinero para comida. Una vez abandonada su ciudad, el cristo apareció en el Rastro de Madrid y en 2013 en una subasta en Barcelona. Tiempo después, en manos de la galería madrileña Caylus, la escultura
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