«Fíjese, en esta naturaleza muerta he puesto un manojo de puerro. Pues bien: lo que me gustaría es que mi lienzo oliera a puerro». Estos versos de Picasso, escritos el 29 de junio de 1945, son toda una declaración de intenciones que avalan la exposición que el Museu Picasso de Barcelona acaba de inaugurar bajo el sugerente título La cocina de Picasso. Podríamos haber citado otros muchos versos salidos de su pluma, del mismo modo que sus obras fluyeron de sus pinceles y sus manos. También podríamos haber reproducido el relato de David Douglas Duncan, autor del libro Viva Picasso (Nueva york, 1980), que narró cómo el artista, tras degustar un lenguado, dejó la espina en un plato y, acto seguido, se marchó a buscar un fragmento de arcilla para inmortalizarla. Este momento quedó plasmado, primero, en una fotografía, y posteriormente en la escultura Corrida de toros y pescado, ambas presentes en la exposición.
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