Expectación ante una inusual edición de ARCOmadrid
La feria cumple 40 años con una versión veraniega y reducida por culpa de la pandemia (casi 38% menos de galerías) y con el reto de reactivar el mercado nacional e internacional. Un total de 130 galerías de una veintena de países se ha sumado a esta singular edición de ARCO protagonizada sobre todo por la pintura, además de por espacios diáfanos ideales para la contemplación de las obras.
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El reto, sin duda, no es fácil. Conseguir que galeristas, coleccionistas y público regresen a los grandes –antes multitudinarios– eventos, no va a ser una tarea menor. Si a eso le sumamos las restricciones de aforo y las cuarentenas obligatorias en ciertos países de origen, la cosa se complica. Precisamente por eso, merece la pena destacar el esfuerzo de ARCOmadrid por sacar adelante la presente edición de la Feria de Arte Contemporáneo y apostar por esa vieja normalidad perdida hace tantos meses.
Por segundo año consecutivo, Maribel López afronta en solitario la dirección de la feria, con el desafío de recuperar la confianza en los eventos presenciales y demostrar que ARCO es una cita ineludible desde hace ya cuatro décadas. Por eso no podía faltar esta edición tan redonda –celebrada excepcionalmente del 7 al 11 julio en los pabellones 7 y 9 de Ifema–, dominada a partes iguales por la ilusión y la incertidumbre. “Estamos navegando a ciegas”, se escuchaba ayer a un galerista.
Formalmente, la 40º edición de ARCOmadrid es una de las mejores y más agradables de recorrer. Pasillos amplios, stands abiertos y espaciosos, obras colgadas de las paredes y sin apenas elementos que entorpezcan el trasiego de gente… Domina la sobriedad y se nota que este año se ha hecho un esfuerzo especial por montar una feria adaptada a la situación sanitaria actual.
Con respecto al contenido, se aprecia una apuesta casi unánime por la pintura. Algo lógico, si tenemos en cuenta que las obras bidimensionales ocupan menos espacio que las esculturas o instalaciones, prácticamente inexistentes en esta ocasión, salvo la gran cabeza de Plensa que exhibe Lelong, la escultura a tamaño natural de Fernando Sánchez Castillo en Albarrán Bourdais o la singular Hera de Tony Matelli que preside el espacio de la Marlborough. También el videoarte escasea, en pro de piezas realizadas eminentemente sobre lienzo o papel.
No podía faltar esta edición tan redonda, celebrada excepcionalmente en julio, dominada a partes iguales por la ilusión y la incertidumbre.
Lo cierto es que esta iba a ser una edición importante. Tras alcanzar cifras récord de ventas y visitantes en el año de despedida de Carlos Urroz –2019 cerró con los mejores beneficios de la década–, Maribel López se estrenó en solitario en 2020 con buenas expectativas y mejores ideas: apostar por menos artistas en cada stand y ofrecer una visita más pausada, concentrada y sólida. En 2021 y con la perspectiva de alcanzar un número tan significativo como las 40 ediciones, el objetivo era encumbrarse definitivamente. Pero llegó la pandemia y rebajó las expectativas.
Afortunadamente no las eliminó del todo. Y digo esto porque, como mencionaba al inicio, debemos apreciar los esfuerzos de la organización por conseguir reunir las 130 galerías que participan en esta ocasión en ARCO, un tercio de ellas extranjeras (en 2020 fueron un total de 209 asistentes).
Como el año pasado, se repite la estrategia de uno o dos artistas por stand en la mayoría de los casos, especialmente en uno de los apartados nuevos de la feria, que concentra 25 proyectos de artista exclusivamente en mujeres. Nombres como Johanna Calle, Fernanda Fragateiro o Isabel Villar participan en esta sección inédita, a la que también se han sumado Anastasia Samoylova y Rebecca Ackroyd.
Evidentemente, la presencia femenina se deja sentir también en el Programa General de la feria, en Opening y en REMITENTE. Arte Latinoamericano. Este último apartado, también nuevo, se focaliza en 15 galerías del continente vecino y reivindica su apuesta por las tendencias latinoamericanas gracias a la complicidad de Mariano Mayer. Se trata de una propuesta adaptada a las circunstancias, por eso permite presentar piezas que no requieren de su traslado desde la otra punta del mundo, bien porque ya estuviesen en Europa, bien porque poseen formatos digitales que pueden ser reproducidos a través de instrucciones telefónicas o vía mail y realizados aquí.
Por supuesto, se descubren los clásicos de siempre como Picasso, Genovés, Plensa o Miró, al tiempo que se echa de menos a otros habituales como Julian Opie, Antonio López o Manolo Valdés. Entre las piezas destacadas, una gran obra cinética de Jesús Rafael Soto acapara atenciones en la galería Cayón –quizá es la más cara de la feria, al ofrecerse por 1,3 millones– y un curioso móvil de Alexander Calder expuesto en Leandro Navarro.
Otro de los grandes hitos de la feria, extremadamente prudente y comedida, es Guernika gernikara [Guernica para Gernika] que presenta José de la Mano en homenaje a los 40 años del regreso del collage de Picasso a Madrid. El inmenso mural de 2×10 metros realizada por Agustín Ibarrola para reclamar que el original viajase a Gernika ha permanecido oculto en el taller del artista durante décadas y parece que busca comprador, ¿quizá en el Reina Sofía? [finalmente acabó en el Bellas Artes de Bilbao]
Cuatro décadas del regreso del Guernica a España y cuatro décadas, también, de una feria referente en nuestro país. Feliz –y modesto– aniversario para ARCO en un año cargado de reencuentros, aunque sea en verano. Sol G. Moreno
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Debemos apreciar los esfuerzos de la organización por reunir las 130 galerías que participan en ARCO, un tercio de ellas extranjeras.