Un pastel de Claudio Bravo triunfa en Durán
El papel del chileno, interpretación de un lienzo de Georges de La Tour, se adjudicó en la cita de ayer por 17.000 euros
Una cosa es lo que a uno le gustaría que se vendiese y otra lo que finalmente se acaba vendiendo. De alguna manera es lo que sucedió ayer en Durán respecto a los lotes seleccionados para el artículo de previos (ver).
Eso no quiere decir, por supuesto, que la adjudicación ayer del pastel de Claudio Bravo, Interpretación de la Magdalena de Georges de La Tour, 1975 (100 x 75 cm; 242B), por los 17.000 euros pedidos haya sido una sorpresa. La obra tomaba como modelo el magnífico lienzo del francés de la Magdalena arrepentida, c. 1635/40 de la National Gallery of Art de Washington (ver), pero toma una distancia algo mayor respecto al motivo principal, lo cual pienso que acentúa la espiritualidad que quiere transmitir, como alejándonos del motivo principal -las cosas de cada día, las luces y las sombras diarias, si continuamos la metáfora-, para llegar a lo verdaderamente importante. Y el hecho de que sea de Claudio Bravo -un autor especialmente buscado en el mercado americano aunque más por sus lienzos que representan papeles y envoltorios-, siempre es una garantía de futuro. Buena compra, sin duda.
De la segunda mitad del siglo XX, ya que estamos en esa fecha, sobresalieron las ventas de tres grabados de la amplia colección que se ofrecía. El más interesante en mi opinión fue, sin duda, el de Zao Wou-ki, cuya Lithographie 266, 1975 (29/95, 88 x 59 cm; 74), aunque con marcas de adhesivo en los márgenes, subió como era de esperar de unos sorprendentes 200 euros de inicio a unos más actuales 3.000 euros finales. Y los otros dos, de Eduardo Chillida. Su litografía Concordancia, 1960 (46/150, 47 x 60,5 cm; 46), referenciada en el van der Koelen con el número 60002, pasó de 500 a 2.500 euros, cerca de los 2.000 de remate de su ‘pareja’ en la cita, el lote 47: Tempo I, 1964 (litografía, 85/150, van der Koelen 64004, 38 x 28 cm), que inició las pujas en los mismos 500 euros.
Y, por supuesto, uno de los muñequitos de Kaws. Se ofrecía por 3.000 euros su Four feet Companion (Grey), 2007, una escultura en vinilo con inscripción en la base del pie izquierdo «©KAWS..07» y «MEDICOM TOY 2007» en la base del derecho, de nada menos que 126 x 58 x 33 cm (lote 157). Y así, aunque no aparecía dato alguno sobre el tamaño de la edición del mismo, que es de 100 ejemplares, no fue extraño en absoluto que escalara su precio hasta los 11.000 euros finales (con el 22% de premium la sala 13.420 euros finales), un auténtico chollo si lo comparamos con otros precios, que rondan hoy día, en algunas salas de subastas, los 90,000 USD, o en el mercado primario. En ese sentido, me parece que es, además, un buen ejemplo del cambio del gusto de las nuevas generaciones y del interés de una parte importante del coleccionismo actual, sobre todo del internacional… Enhorabuena, por cierto, al comprador.
La pintura del cambio de siglo, con sus regionalismos e ismos varios, fue la que terminó cosechando mejores ventas. Destacó primero el óleo del alcoyano Rigoberto Soler, Madre e hija en El Cabañal, 1924 (O/L, 106,5 x 120 cm; 251); pintura de corte sorollesco, como casi todo lo del mundo valenciano en general, pasó de 12.000 a 15.000 euros. En segundo lugar, el óleo de temática árabe -que siempre interesa mucho más que otras derivas de su producción- de Mariano Bertuchi, Cabeza de tangerino (O/L, 57,5 x 39 cm; 309), firmada y fechada en Tánger en 1899; ofrecida por 10.000 euros terminó su ascensión de los 13.000 de martillo. Y en tercer lugar lo filipino donde un cuaderno con 44 dibujos filipinos (pescadores, animales, paisajes y otras cuestiones) de Lorenzo Guerrero y Leogardo (perteneciente a una relativamente conocida familia), firmados 31 de ellos, subió de 6.000 a 12.000 euros. Daniel Díaz @Invertirenarte