Rodolfo, un coleccionista español con acento alemán

Rodolfo, un coleccionista español con acento alemán

Rodolfo, un coleccionista español con acento alemán 

Fallece a los 86 años Hans Rudolf Gerstenmaier, empresario y coleccionista enamorado de España, benefactor del Museo del Prado que donó a la pinacoteca una decena de obras de artistas del siglo XIX y socio de ARS Magazine



Se apagó su voz potente y su risa contagiosa. Hans Rudolf Gerstenmaier (Hamburgo, 1934) falleció el pasado sábado poco después de la medianoche en el hospital, tras regresar de El Boalo, rodeado de los jardines que tanto le habían animado estos últimos meses de pandemia.

Desde su aparición pública en el homenaje que le organizó el Museo del Prado en septiembre de 2019, y la donación hecha a la pinacoteca en verano de ese mismo año, sus salidas se habían reducido drásticamente, porque cada vez le costaba más moverse.

Pero nunca abandonaba su buen humor. Por eso, la última vez que hablé con él hace dos meses para preguntarle si seguía por la sierra y enviarle el último número de la revista, nos echamos unas risas recordando aquellas canciones alemanas que cantábamos cuando venía a la oficina. Por supuesto, a voces, porque él era un alemán que hablaba alto y reía a carcajadas.

Español de corazón, Rodolfo fue un hombre con instinto de emprendedor, una pizca de suerte y mucha capacidad de trabajo (“Yo creo que el trabajo tiene que ser uno de los amantes que tengas en la vida”, me dijo en una ocasión). Ya desde adolescente se adivinaba su visión empresarial, cuando se ganaba algunos marcos extra tras acudir al Mercado Central de Hamburgo, comprar 100 o 200 kilos de patatas y repartirlos por los pisos más altos de la ciudad en una época en la que no había ascensores.

Hans Rudolf Gerstenmaier en su casa de Madrid. Fotografía Benjamín Alcázar para ARS Magazine (número 11).
Gerstenmaier durante la presentación de su donación al Museo del Prado en julio de 2019.

En 1962 cometió “la locura” de viajar a España con apenas dinero en el bolsillo. Su idea inicial era pasar unas vacaciones, pero el idilio con nuestro país ha durado toda una vida. Desde 1964 hasta el año 2002 dirigió una empresa de recambios de coches, especialmente BMW y Mercedes, que llegó a tener hasta 150 empleados. Entonces el apellido Gerstenmaier ya era de sobra conocido en el mundo automovilístico, pero el nuevo milenio mostró una nueva faceta del empresario: su pasión coleccionista.

Yo le conocí en 2011, cuando visité su casa de Madrid para hacer un reportaje precisamente sobre sus tesoros [Ars número 11], que iban desde las tablas españolas y flamencas del siglo XV hasta la pintura de paisajes del siglo XIX. Recuerdo haber coincidido con una reportera de televisión, que también estaba grabando los centenares de cuadros que Rodolfo tenía repartidos por el hogar. Y es que su casa, como sus obras, siempre estuvieron abiertas al público, como demuestran las decenas de exposiciones que organizó por varias ciudades de España, además de viajar a Francia, Portugal, México y Perú.

Este deseo de compartir, “pensar en la sociedad y dejar el egoísmo aparte” –como le enseñó su madre– culminó el pasado 2019 con la donación de 11 pinturas de Darío de Regoyos, Zuloaga, Joaquín Mir, Echevarría, Sorolla y Beruete al Museo del Prado. Estos autores, algunos ausentes de los fondos de la institución, vinieron a cubrir una de las etapas menos representadas de la colección madrileña, además de cumplir “un sueño” para Rodolfo, que el día de la firma estaba exultante.

Entonces me confesó que hacía años había recibido varias propuestas por parte de algunos museos de fuera de Madrid para albergar de forma permanente su colección, pero se resistía a despedirse de todos “sus cuadritos” que le acompañaban en casa. “Hoy en día [2019] la situación ha cambiado: ya tengo una edad, no tengo descendencia y la pintura del siglo XIX comienza a adquirir valor. En todo caso, siempre he pensado que una parte de mi colección pasara a los museos estatales”.

Un año después, tenemos que lamentar su muerte y llorar su pérdida, mientras recordamos las palabras que le dijo su madre: “Aquí estamos de paso, todo lo que tienes es alquilado. Algún día lo tendrás que dejar a otros propietarios”. Rodolfo, muchas gracias por dejarnos a todos ser dueños de tus tesoros. Ese será tu mejor legado. Sol G. Moreno

Ignacio Zuloaga. Una manola. Hacia 1913. Óleo sobre lienzo. 93,5 x 73,5 cm. Museo Nacional del Prado, Madrid. Donación Gerstenmaier.