Joan Punyet Miró: “Las obras de mi abuelo se consideran blue chip”
Paseando por las salas de la nueva exposición de esculturas de Joan Miró en el Centro Botín de Santander, conversamos con el nieto del artista y cabeza representante de su legado. Joan Punyet Miró recuerda anécdotas de su abuelo y nos explica su posicionamiento en el mundo del arte.
¿Cómo era la relación de su abuelo con Dalí y Picasso?
Con Picasso tenía máximo respeto y amistad, porque cuando él llegó a París en 1920 le acogió, le protegió y le dio un consejo importante: “Ten paciencia Joan, haz como si estuvieses en la cola para coger el autobús, espera tu turno”. También en esa misma época, el padre de Dalí que era notario de Figueras contactó con mi abuelo y le dijo: “mi hijo Salvador va a ir a París y quiere conocerte”, total, que Miró le recibió así como hizo con él Picasso pero la diferencia en ideas políticas no les permitió entablar una amistad. Además, tampoco encajaban en forma de ser, Dalí era más estrafalario, vivía en un show constante. No obstante la amistad con Picasso duró toda la vida. Me acuerdo que cuando murió en el 63, estábamos en una comida y mi abuelo paró la conversación de la mesa, se levantó y dijo: “quiero exigir respeto. Ha muerto mi amigo Picasso”.
En la rueda de prensa ha mencionado algo sobre la dificultad en el préstamos de obras de Miró para exposiciones, ¿qué porcentaje está en manos privadas?
El 50%. Ten en cuenta que se han hecho exposiciones en galerías internacionales desde los años 30, sobre todo en Nueva York y en París. Recuerdo que los representantes de las galerías iban a casa de mi abuelo y dividían las obras a la mitad, echando a cara o cruz con una moneda quién elegía las piezas primero. Un lote iba a América y el otro a Europa, de modo que se vendió muchísima obra a colecciones privadas. De todas formas la otra parte habita los museos internacionales, lo que permite organizar muchas exposiciones por el mundo.
¿Y a nivel de mercado cómo está posicionado?
Muy alto. Y cada vez va a más. Hay mucha escasez de mirós en el mercado del arte, muchísima gente me pregunta dónde puede comprar una obra, si conozco a alguien que tenga y quiera vender. Están considerados blue chip, son piezas que nadie quiere vender porque cada vez se revaloriza más.
¿Cuál ha sido el precio más alto pagado por un miró?
El año pasado. Una venta a Qatar por 40 millones de euros.
¿Qué hubiese querido su abuelo para el futuro de sus creaciones?
Dejar una huella o una semilla en los jóvenes artistas contemporáneos internacionales. Que lo vean como un ejercicio lírico, poético y libre, que no se pongan límites que se reflejen en su libertad artística y cada uno tome su camino. También ser reconocido como la quinta esencia de la poética surrealista.
Como espectador, ¿cómo hay que enfrentarse a sus esculturas para ver esa poética que encierran?
Uno se tiene que dejar llevar por su intuición particular. Cada obra de Miró es un mundo. Desde el principio el visitante va a intentar identificar los objetos que la forman, por ejemplo el tricornio de Guardia Civil, la caja de ensaimadas, el taburete, pesas de gimnasio… y así se construye una alegoría en cada pieza. Por ejemplo, esta escultura de aquí (se voltea hacia Femme, monument) es un jabón desgastado por el centro que utilizaba para limpiar sus pinceles y encima el huevo de pascua que simboliza la Resurrección de Cristo tras la Semana Santa. Es una alegoría a la vida. También se puede interpretar como una alegoría a la mujer como canal de la vida.
¿Era un hombre religioso?
Mi abuela sí, era católica creyente. Miró no. Pero creía en el cristianismo como una manera de entender la vida con máxima humildad, respeto, franqueza y entender que estamos en este mundo de paso y que somos limitados.
¿Algún recuerdo de su abuelo que le haga reír?
Sí. Cuando veíamos juntos las películas de Charlot en el sofá de casa los domingos por la tarde. Dicen que era una gozada ver a un hombre de 80 años y a un niño de 10 sentados juntos riéndose como locos viendo esas películas, ¡en blanco y negro y en VHS claro! (risas).
¿Cuáles son las mayores dificultades en su trabajo como cabeza representante del legado de Miró?
Las falsificaciones. Hay muchísimas. Tenemos un comité de expertos en París donde nos reunimos una vez cada dos meses y valoramos las obras que nos llegan para ver si son originales o no. Trabajamos con Christie’s, con Sotheby’s. Cuando se reconoce como verdadera una pieza se redacta un certificado de autenticidad, de lo contrario si se descubre la falsificación directamente se confisca con un previo y caro juicio. Es necesario para el mercado hacer este filtro y destruir las falsificaciones. En junio presentamos el último catálogo razonado de dibujos, por fin después de 50 años tenemos toda la colección de bocetos acabado, es un gran logro. Ana Robledano Soldevilla