Influencias de los pintores españoles en Balenciaga
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza acoge en sus salas desde hoy y hasta el 22 de septiembre la exposición Balenciaga y la pintura española, comisariada por Eloy Martínez de la Pera, con la colaboración de Herbert Smith Freehills y las Rozas Village. Reúne alrededor de 150 piezas, entre los 90 piezas diseñadas por el modisto español y los 55 cuadros de grandes maestros de la escuela española, desde los siglos XVI al XX, en los que se inspiró entre otras influencias visuales en su obra. No en vano, Cristóbal Balenciaga (Guetaria, 1895-Jávea, Alicante, 1972) uno de los más grandes creadores internacionales de la alta costura durante el siglo pasado, estuvo influido por pintores como Zurbarán, Velázquez, Goya, Picasso y Miró, entre otros, junto a creadores orientales de la escuela japonesa, que también dejaron su huella en las creaciones del couturier vasco.
El comisario Eloy Martínez de la Pera ha seleccionado alrededor de 90 creaciones de Balenciaga, muchas de ellas procedentes del Museo dedicado a Balenciaga en Guetaria, del Museo del Traje de Madrid y del Museo del Disseny de Barcelona, junto a otras prestadas por colecciones particulares españolas e internacionales, algunas de ellas inéditas en nuestro país. Junto a ellas se pueden contemplar más de medio centenar de pinturas de maestros españoles que hoy cuelgan del Museo del Prado, del Museo de Bellas Artes de Bilbao, del Lázaro Galdiano o del propio Museo Thyssen, sin olvidar las aportadas por las colecciones de BBVA, Santander y Casa de Alba o de coleccionistas como Alicia Koplowitz o Juan Abelló. La lista de grandes pintores está protagonizada por El Greco, Velázquez, Murillo, Carreño de Miranda, Zurbarán, Gabriel de la Corte, Goya, Madrazo, Casas y Zuloaga, entre otros.
Hijo de un pescador y de una costurera la pasión de Balenciaga por la moda surgió en su infancia y durante toda su vida fue incorporando las influencias del arte plástico y la cultura española, así como lo que le aportaban disciplinas como la arquitectura, la escultura o la música. Su talento precoz le llevó a diseñar su primer vestido a los 12 años.
En la presentación el director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, Guillermo Solana, mencionó que esta exposición se remonta a 2007 y se retomó en 2014, aunque no fue hasta 2017 cuando se decidió producir con ambición al reunir un conjunto de obras maestras de la pintura española junto a las creaciones de Balenciaga. En ambas selecciones ha primado lo cualitativo y lo cuantitativo para establecer un diálogo entre los cuadros que cuelgan de las paredes con las creaciones del modisto vasco hasta encontrar los ecos y resonancias, así como la rivalidad entre los artesanos de la pintura y de la moda.
Por su parte, Eloy Martínez de la Pera, ahondó en que dicho diálogo entre pintura y moda alcanza un nivel de excelencia porque Balenciaga supo ver que la moda ya estaba en los museos y citó que le atrajeron con fuerza las composiciones de Zurbarán por su belleza, austeridad, misticismo y religiosidad en esas escenas con monjes como sólo pudo pintarlos el artista extremeño. Y añadió que Balenciaga ha sido uno de los personajes más influyentes e inspiradores de la historia de la moda.
Hay algo que distingue al modisto vasco de otros grandes diseñadores del siglo XX y es que él por tradición familiar dominó la costura, conocía muy bien las posibilidades de los tejidos y luego sabía ser imaginativo. Era riguroso y poseía un gran destreza a la hora de montar sus vestidos. Sus creaciones se caracterizaban por sus líneas simples y minimalistas, con ese tono moderno del que conoce muy bien, aunque reinterpretando, lo que se hacía en los siglos anteriores a través de los grandes pintores como Zurbarán, que vestía a sus modelos con diseños innovadores para la época en la que fueron pintados.
El recorrido sigue un itinerario cronológico y se articula en ocho salas, siendo las pinturas de los grandes maestros los que dialogan con los vestidos vinculados a esos estilos pictóricos, ya sea por los volúmenes o por la gama cromática, en esa conversación que supo establecer entre moda y pintura, siempre con esa mirada contemporánea que caracterizó al modisto de Guetaria, uno de los arquitectos principales de la alta costura.
En la primera parte y como contexto estético vemos algunas de las pinturas que Balenciaga admiró en su juventud en el palacete de los marqueses de Casa Torres, Vista Ona, donde pudo contemplar Cabeza de apóstol de Velázquez, un San Sebastián de El Greco, y El cardenal Luis María de Borbón y Vallabriga de Goya, que se exhibe con un conjunto de chaqueta y vestido en color rojo ; o la Inmaculada Concepción de Murillo, cedida por Plácido Arango, junto al traje de noche y capelina, en gazar de seda azul y mantón del mismo color interpretado por Balenciaga.
El negro está muy presente en la exposición, al ser uno de sus colores fetiche. En la sala dedicada a El Greco encontramos un abrigo de noche en terciopelo de seda negra, cuyo cuello fruncido remite a la forma de la gola, visible en Retrato de un caballero del pintor cretense, h. 1586. Y además varias obras de temática religiosa como La Anunciación, pintada hacia 1576 por el Greco, y que a Balenciaga pareció inspirarle en esos vestidos de tonos amarillos, rosas, verdes o azules, en correspondencia moderna con los vestidos de Vírgenes, ángeles y santos que salieron de la mano del creador de El caballero de la mano en el pecho.
Y ese homenaje al negro continúa en la sección de pintura española de corte, ya que Felipe II puso de moda en Europa ese color para su indumentaria y eso tuvo su reflejo en las composiciones de pintores como Pantoja de la Cruz, Sánchez Coello. Esa simbología y fuerte poder visual del negro en el mundo de la moda, que también tuvo su destello en Cocó Chanel, fue para Balenciaga un reto al que dedicó parte de su talento creativo, dotándolo de una luminosidad emotiva como se desprende al contemplar un vestido de noche en satén combinando negro y marfil.
El bodegón español que se cultivó en la corte española y que Balenciaga conocía muy bien fue un género que tuvo importancia a la hora de diseñar sus tejidos. Ya en París al entrar en contacto con artesanos de la estampación, se sirvió tanto del cromatismo de las flores para concebir conjuntos con diseños florales como ese vestido de noche de 1960, inspirado en Jarrón con flores, de la segunda mitad del siglo XVII, pintado por Gabriel de la Corte, sin dejar de mencionar a los floreros de Arellano o de Benito Espinós, que tanto gustaban a Balenciaga.
Dentro de la pintura española de corte el bordado adquirió un protagonismo; prueba de ello fue el conjunto de objetos que llegó a coleccionar Balenciaga con ricos encajes, bordados y adornos con abalorios. Todas esas piezas fueron motivo de inspiración para incorporar el bordado en muchas de sus creaciones como el vestido de ceremonia de la colección de María de las Nieves Mora y Aragón que puede contemplarse junto al Retrato de Ana de Austria, pintado por Sánchez Coello en 1571, o incluso en ese elegante vestido de novia en chantung de color marfil con bordados de hilos de plata en clara correspondencia con el traje de Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, pintado por Rodrigo de Villadrando.
Sin duda, la influencia que tuvo Francisco de Zurbarán no solo como pintor sino como diseñador de moda al representar con maestría las telas y el movimiento de las mismas en sus óleos. En la muestra resulta de gran interés comparar los vestidos de novia diseñados por Balenciaga como el de Fabiola de Mora y Aragón para su boda con el rey Balduino de Bélgica en 1960 que armoniza con los blancos de Fray Francisco Zúmel, pintado por el extremeño en 1628, de rica textura; de Fray Jerónimo Pérez y del Venerable Jerónimo Miguel Carmelo, junto al último vestido de novia diseñado por Balenciaga para el matrimonio de Carmen Martínez Bordiú con Alfonso de Borbón, realizado entre 1971 y principios de 1972. En el caso de Balenciaga incentiva siluetas de formas geométricas; o cuando toma como referencia a las santas Casilda e Isabel de Portugal para crear un vestido y sobrefalda con esos volúmenes que también estaban presente en la mártir fijada por Zurbarán.
En la penúltima sala, la influencia de Goya en la carrera de Balenciaga, con seis goyas y un agustín esteve. Tules y encajes confieren un aire goyesco a muchos de los diseños de Cristóbal Balenciaga, que resultan patentes en la estética de los vestidos, siempre con un toque vanguardista. Esa paleta cromática del pintor aragonés resulta visible en las manchas tonales en ese vestido de noche en satén verde claro con perlas y abalorios junto al cuadro del genio de Fuendetodos: La reina María Luisa con tontillo; y en ese otro vestido de noche blanco con muselina, perlas y lentejuelas, que armoniza con el retrato de La marquesa de Lazán, procedente de la Fundación Casa de Alba.
El universo visual de Balenciaga también se alimentó de las corrientes pictóricas de finales del siglo XIX y principios del XX, desde el costumbrismo o las obras de Raimundo de Madrazo, Julio Romero de Torres o de Ignacio Zuloaga, a quien frecuentó en sus años en San Sebastián, antes de trasladarse a París tras el estallido de la Guerra Civil. La capa castellana, el mundo taurino, presentes en muchas de las composiciones de Zuloaga tuvieron reflejo en un vestido de noche abullonado en tafetán rojo, tan en línea con el Retrato de María del Rosario de Silva y Gurtubay, duquesa de Alba, que pintó aquel en 1921. Y también la elegancia que desprende La bailaora Josefa Vargas, de Antonio María Esquivel, en el que se inspiró para componer un vestido de cóctel, en tafetán de seda fucsia con tiras bordadas de algodón, o esa chaqueta de noche, creada en 1946, en clara conexión con un óleo de Ramón Casas, Julia, procedente de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
El montaje de la exposición, donde siempre triunfa el negro en diferentes gradaciones, permite crear una atmósfera intimista y emotiva con el objetivo de desvelar el talento de Balenciaga y sus deseos de trascender a la hora de componer esos vestidos únicos, fruto de una sensibilidad artística muy poderosa, de un visionario que casi medio siglo después de su muerte continúa irradiando su magisterio e influencia en los nuevos creadores de belleza y moda. Julián H. Miranda