En recuerdo de José Pedro Pérez-Llorca
El fallecimiento del presidente del Patronato del Museo Nacional del Prado, nacido en Cádiz en 1940 aunque de origen levantino, nos sugiere unas líneas rápidas de reconocimiento y homenaje.
En primer lugar, queremos recordar al brillante político que ocupó cargos importantes en la Administración –entre ellos el de Ministro de Asuntos Exteriores– y en el partido Unión de Centro Democrático (UCD), del que había sido fundador. Fue diputado en varias legislaturas y, por encima de todo, será recordado como uno de los padres de la Constitución de 1978 que tanto nos ha dado a los españoles (ya solo quedan con vida dos de los siete: Miquel Roca y Miguel Herrero de Miñón).
También deseo rememorar, por supuesto, al diplomático, letrado de las Cortes, profesor universitario, Doctor honoris causa por varias Universidades, árbitro y abogado. En 1982 fundó el despacho que lleva su nombre y que en un corto periodo de tiempo ha llegado a ser uno de los bufetes de referencia de nuestro país, admirado y reconocido tanto por sus amigos como competidores. José Pedro supo siempre mantener la profesionalidad y la neutralidad de su firma de abogados respecto del resto de sus actividades.
Y, en fin, al eficaz presidente del Patronato del Museo Nacional del Prado, elegido en 2012 y reelegido en 2017, capaz de seguir la estela de otros ilustres juristas que le antecedieron en el cargo como Eduardo Serra Rexach y Rodrigo Uría Meruéndano (cuya biografía, por cierto, acaba de publicar la ex Ministra Mercedes Cabrera).
Como presidente del Patronato, Pérez-Llorca, hombre de diálogo y consenso, destacó por su entusiasmo, dedicación, educación y discreción. Durante su mandato, el Museo madrileño alcanzó por primera vez una cifra superior a los tres millones de visitantes y aumentó sus colecciones con adquisiciones tan importantes como la Virgen de la Granada de Fra Angélico (con la impagable contribución de la Fundación de Amigos del Museo, 40.000 amigos).
Asimismo, promovió exposiciones tan importantes como la de El Bosco o la de Bartolomé Bermejo, además de consolidar un taller de restauración que hoy en día es uno de los más reputados del mundo. Con José Pedro, el Patronato, la Fundación de Amigos y un excelente equipo de gestores y conservadores, la primera pinacoteca española ha reforzado su autonomía, así como la profesionalización de su gestión, los programas de investigación y el desarrollo digital.
En estos años el Prado se ha convertido en el emblema de la España Global, reconocido como tal a nivel nacional e internacional. El fallecimiento de Jose Pedro Pérez-Llorca coincide con los fastos del Bicentenario del Prado y con la esperanza de que algún día no muy lejano culmine la rehabilitación del Salón de Reinos, el proyecto que tanta ilusión le hacía.
El Museo ha tenido mucha suerte con sus órganos de gobierno y de administración, y menos con algunos gobiernos que degradaron la política cultural del Estado al nivel de un departamento administrativo. El rechazo de los Presupuestos Generales del Estado para 2019 –tan jaleado desde la extrema izquierda a la extrema derecha– ha impedido revertir la situación.
Afortunadamente, el Museo del Prado esta infradotado en términos absolutos, porque con la dotación del Estado –un 60%– no podría abrir sus puertas. Esta infradotado también en términos relativos: recibe menos de la mitad de financiación pública que el Museo Reina Sofía. Hay que señalar que no se ha recibido aportación del Estado para el Bicentenario, tampoco de la Comunidad Autónoma ni del Ayuntamiento. El Prado es un milagro cotidiano que se produce gracias al turismo, a los amigos del Museo, al apoyo de algunos pocos mecenas y, sobre todo, gracias al prodigio de sus gestores. Rafael Mateu de Ros. Doctor en Derecho