Antonio Saura en Bancaja

Antonio Saura en Bancaja

Tras los últimos proyectos dedicados a Plensa, Genovés y Sorolla, entre otros, ahora la Fundación Bancaja exhibe en su sede de Valencia hasta el 28 de enero la retrospectiva Antonio Saura. Esencial, comisariada por Lola Durán y Fernando Castro. Reúne 87 obras del maestro aragonés, entre pinturas, dibujos y obra gráfica, casi todas procedentes del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, más un préstamo de la Fundación Caja Rural de Aragón y otra de la Colección de la Fundación Bancaja.

La muestra que la Fundación Bancaja dedica a Antonio Saura (Huesca, 1930-Cuenca, 1998), con motivo del 25 aniversario de su muerte, nos permite observar y recordar una trayectoria plástica singular durante más de cinco décadas en la escena plástica española de la segunda mitad del siglo pasado.

El pintor oscense desde que era muy joven se sintió atraído por el arte y los libros, sobre todo por la poesía pero también por la música. Ávido lector y buen conocedor del arte español y también de las vanguardias, muy especialmente del movimiento surrealista. La atmósfera neblinosa y gris de la posguerra, como también ocurrió con numerosos creadores españoles de diferentes disciplinas, viajó a París para entrar en contacto con André Bretón y el grupo surrealista.

Tras una larga enfermedad, que le mantuvo aislado, comenzó a pintar cuando tenía 18 años las Constelaciones, que reflejan su rico mundo interior, y un año más tarde  Paisajes, donde ya late ese vacío existencial que surge del subconsciente. Hay barroquismo  pero sobre todo ganas de innovar en esas dos composiciones.

Vista del óleo de Antonio Saura, Las nuevas savias, 1951. 50 x 71 cm. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Fotografía: Cortesía de la Fundación Bancaja
Una visitante contempla una obra de Antonio Saura de 1975. Fotografía: Cortesía de la Fundación Bancaja Valencia

En el bienio 1954-1955, Saura compartió estudio en París con Simon Hantaï y fue más allá del barroquismo en un ansiado equilibrio con la sencillez al crear Fenómenos y Grattages, que sintetizan varias aspiraciones que él mismo subrayó: fluidez, textura y el grattage, utilizando casi siempre papel como soporte y en pequeño formato por el reducido espacio del taller.

El Cristo de Velázquez fue para Saura un motivo obsesivo pero muy inspirador como puede deducirse al mirar Crucifixión (1979), un óleo donde el crucificado en soledad parece emitir un grito o una reflexión sobre el absurdo de un hombre clavado en una cruz.

El cuerpo femenino y el género del desnudo estuvo muy presente en la trayectoria plástica de Antonio Saura, tanto como expresión del deseo como del placer del voyeur, mientras que en Multitudes, reflejó rostros sin cuerpo en esa línea del rumor colectivo que le había interesado en Goya y Munch, entre otros.

Y, por último, Retratos imaginarios con esa tendencia a la personalización  y ese modo objetivo de representar personalidades o iconos como Rembrandt, Dora  Maar, Felipe II o el famoso Perro de Goya. Son lugares y personas a los que quería volvía frecuentar Saura, miembro fundador del grupo El Paso.