Un Oso polar de François Pompon en Segre
Realizado en 1922 en madera, se ofrece por apenas 5.000 euros el próximo 4 de julio
(Si quiere ver los resultados de la subasta, pulse aquí)
Debo reconocer que la escultura del reconocido francés François Pompon (1855-1933) nunca fue santo de mi devoción. Puestos a hacer esculturas figurativas de animales, prefiero la contundencia en bronce de los trabajos de Rembrandt Bugatti o incluso la ligereza de los de Diego Giacometti, teniendo muy claro que por encima siempre estará la abstracción esencialista de Constantin Brancusi. Lo cual no quita en absoluto el mérito de Pompon en su camino hacia una forma cada vez más abstracta, más genérica -en unos años de vanguardia donde también su lenguaje se acercaba a esos presupuestos-, reacción tras su formación más expresiva al lado de Auguste Rodin y Camille Claudel.
Y Segre ofrece, sorpresivamente, un ejemplar único en madera barnizada de su pieza emblemática, un Oso polar, 1922 (30 x 50 x 18,5 cm; lote 192); expuesta en la galería Charpentier de París en 1942, fue donada en 1961. A la entrada de su estudio, tenía un oso en bronce; la ciudad de Dijon, donde trabajó y vivió, erigió una monumental escultura de uno de sus osos; y el Museo d’Orsay tiene, como pieza especial, un oso suyo de dos metros…
Algunas referencias de precios nos harán ver lo insólito del precio pedido de 5.000 euros. Las ediciones únicas: En junio de 2015, Sotheby’s Londres vendió por 329,000 GBP (461.652) Ours blanc, 1921/22 en piedra (esculpida en 1931), de 46 cm (ver), cerca de los 545,000 USD (415.944 euros) pagados en Sotheby’s Nueva York en mayo de 2013 por otro ejemplar del mismo tamaño pero esta vez en mármol, c. 1927 (ver). Los múltiples: un ejemplar en bronce de 24,8 cm, fundido en 1926, se vendió por 250,000 USD (230.025 euros) en Sotheby’s Nueva York en noviembre de 2015 (ver); en porcelana producida por Sèvres, edición múltiple ya entre 1924 y 1939, un ejemplar se vendió por 20,000 USD (18.395 euros) en la misma sala en marzo de 2016 (ver). Sólo queda pues esperar una venta por un precio muy superior…
Entorno a esos años, grosso modo, debemos hablar de dos piezas singulares, que hablan de un cierto regionalismo. La primera, anterior, de Joaquín Sorolla y su Estudio de cabeza de anciano con barba, c. 1888 (O/L, 42 x 27,7 cm; lote 130). Dedicado a su “querido amigo Silvestri”, pintor italiano que debió conocer durante su pensionado en la Academia de Roma, y con una pincelada amplia y suelta que recoge sus principales rasgos faciales, sale a pujas con el visto bueno de Blanca Pons Sorolla por 30.000 euros. Y la otra, posterior, un atractivo lienzo de Manuel Colmeiro, Cogiendo pescado (O/L, 81 x 100 cm; 164, ver), fechado en 1966, expuesto en 1993 y publicado en un par de libros; no son sus buscadas panaderas, pero sí otro de sus temas de trabajos del campo, unas pescadoras un tanto deshechas, pero con sus azules y otros tonos típicos, por 25.000 euros, un precio que hace unos años nos parecería de ganga total.
Y por último, el pleno siglo XX. Sobresale por encima del resto, una pieza de Antoni Tàpies realizada entre 1969 y 1970 y procedente de la reconocida galería Martha Jackson de Nueva York primero, de la Maeght de Zurich después y de la Lelong de París finalmente: Blau i plastic (133 x 118 cm; 213, ver), un óleo con lápiz de color y barniz sobre papel encolado a lienzo, recogido en el Agustí con el número 1959 (vol. 3, pág. 40). 72 euros será su precio inicial. Más asequible es, para otro tipo de coleccionistas, su Sin título, 1970 (pintura, lápiz y collage/cartón, 43,5 x 35,5 cm; 212, ver), por 12.000 euros. Y ya que estamos con estos soportes, vean también con detalle la acuarela de Miquel Barceló, Planche de coquillage et huitres, 2002 (53,5 x 44 cm; 265), portada del catálogo, procedente de la galería Bruno Bischofberger, por 19.000 euros.
Se quedan demasiadas obras en el tintero. Vean con detalle los Dos ángeles y cuatro querubines (106 x 71,5 cm; 88, ver) de Francisco Rizi, con calidad más que evidente, la Tauromaquia sobre papel (70 x 100 cm; 218, ver) de Juan Barjola, el papel con IFEMA Pavillons 5 y 6 (43 x 103 cm; 259, ver) de José Manuel Ballester, o la psicodélica ciudad de Luis Claramunt (200 x 160 cm; 266, ver), entre otras. Siempre hay calidad en Segre. Daniel Díaz @Invertirenarte