Esoterismo y mensajes ocultos en la pintura surrealista
La exposición que puede contemplarse hasta septiembre en el Museo Peggy Guggenheim de Venecia explora las relaciones que los surrealistas tuvieron con el mundo de la magia, mostrando además cómo las ciencias ocultas influyeron en el carácter simbólico de sus obras.
Para los surrealistas, ser artista y ser mago era, en muchos aspectos, lo mismo. Ambos pueden considerarse visionarios, dotados con la capacidad de ir más allá de las fronteras tradicionales de la realidad, como demuestran la fuerte influencia del mundo onírico en las obras de estos pintores y su voluntad de explorar los estadios más inconscientes de la mente humana.
Además, tanto la labor de los hechiceros como la de los artistas tienen mucho de alquimia, de búsqueda de un gran resultado mediante la investigación de distintas combinaciones de elementos. En el caso de los surrealistas, la meta que deseaban alcanzar era una poética profundamente filosófica, así como su capacidad de plasmarla en sus lienzos.
Desde los paisajes metafísicos de Giorgio de Chirico hasta los personajes imposibles plasmados por Remedios Varo y Leonor Fini, pasando por figuras como Dorothea Tanning o René Magritte, la muestra Surrealismo y magia: modernidad encantada explora cómo lo mágico y lo oculto se cuela en las pinturas de estos artistas, dotándolas de significados que, a simple vista, están vedados para el observador (como ha ocurrido tradicionalmente con las disciplinas ocultas, en las que el iniciado va adquiriendo una serie de poderes con la práctica y el estudio de rituales y conjuros).
Muchos de los creadores de este movimiento contaban con conocimientos ocultistas que deliberadamente plasmaban en sus obras. Por ello, sus pinturas se presentan ante el espectador como un enigma, un juego de símbolos que no se entienden en un primer momento si no se maneja ese lenguaje. La muestra veneciana se propone, precisamente, esclarecer los misterios de dichas piezas, además de ponerlas en relación con el mundo de lo esotérico para poder comprender mejor su mensaje.
Un ejemplo de ello es El nigromante, cuadro de Leonora Carrington. Según la tradición, un nigromante es un tipo de hechicero que, mediante las vísceras de los muertos, es capaz de adivinar el futuro. Además, también contaría con el poder de invocar a los espíritus de los difuntos y de generar vida a partir de lo inerte.
En esta pieza, los colores elegidos por la artista tienen significados relacionados con la alquimia (el blanco y el negro aluden a la unión de elementos contrarios y a las fuerzas opuestas, mientras que el rojo del fondo habla de la transformación de una materia en otra diferente, que es el fin último que se perseguía con los experimentos alquímicos). Además, hay una serie de elementos simbólicos que aluden a la capacidad del nigromante para resucitar a las criaturas fallecidas, como las mariposas, que mueren como gusanos para convertirse después en un ser renacido de la crisálida o los huevos, elemento que en la iconografía de Carrington hablan de la capacidad femenina de dar vida.
La muestra se compone de 60 obras, provenientes de más de 40 museos o colecciones privadas de todo el mundo como el Pompidou de París, el Reina Sofía de Madrid o el Whitney de Nueva York. El nexo común es que muchos de los cuadros expuestos fueron adquiridos en vida por la propia Peggy Guggenheim, que conoció el Surrealismo en París y estuvo muy vinculada al movimiento desde su génesis, debido a su relación con Max Ernst y André Breton, autor del Manifiesto surrealista publicado en 1924. Las obras podrán contemplarse en Venecia hasta el 26 de septiembre. Posteriormente, viajarán al Museo Barberini de Postdam, donde permanecerá hasta el 29 de enero del próximo año. Sofía Guardiola