¿UN NUEVO Y TEMPRANO VELÁZQUEZ?
Abalarte sacará a subasta el próximo 25 de abril un Retrato de niña/Joven Inmaculada recién atribuido al pintor sevillano por Richard de Willermin. La obra ha permanecido en la casa de una familia nobiliaria española durante los últimos 150 años. Ese mismo día también saldrán a pujas un par de lienzos inéditos de Alonso Cano y Juan del Castillo, además de un Códice Tlaquiltenango mexicano del siglo XVI.
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Una gran expectación rodeaba esta mañana el cuadro que con tanto celo y misterio tapaban los responsables de Abalarte. “Todavía no se puede enseñar, pero es una pieza de primerísimo nivel”, insistía Gonzalo Mora a unos periodistas convocados excepcionalmente –y a ciegas– para la presentación de su pieza estrella de la subasta de abril.
Hasta que no llegó el especialista en pintura antigua Richard de Willermin no se destapó la tela: un rostro aniñado con las manos en oración. Escuela sevillana, siglo XVII, 57,5 x 44 cm. “Se trata de un velázquez inédito”, explicó el historiador, que fecha la tela en 1617.
Willermin ha estudiado la obra durante los dos últimos meses. “Cuando Gonzalo [Mora] me enseñó una fotografía en blanco y negro, enseguida le dije que teníamos que ver el cuadro”. Después vinieron los análisis técnicos y la radiografía, que desvelaron toques como el del pendiente con forma de perla y los puntos luminosos que rodean su cabeza e incitan a pensar en la iconografía de una Inmaculada. “Velázquez pinta una niña para convertirla en Inmaculada”, a juicio del especialista, que considera que los pliegues de la manga, hechos a base de toques de pincel, “son exactamente iguales que los de la Inmaculada de Focus” (también fechada en 1617).
La postura de las manos es la misma, el tono rosado y las arrugas de los ropajes también es similar. Solo cambia la mirada, que en el caso del cuadro de Abalarte se fija en el espectador (sus ojos se parecen a los de la Virgen niña de La Educación de la Virgen descubierta en la Universidad de Yale por John Marciari y presentada en ARS número 7).
El cuadro ha permanecido en la misma familia nobiliaria española durante al menos 150 años y en la última testamentaría relativa a sus bienes figura como “el niño velazqueño”. Poco más se sabe sobre este inédito Retrato de niña o Joven Inmaculada, salvo que podría ser una obra temprana del pintor sevillano cuando aún estaba aprendiendo en el obrador de Pacheco junto a otros artistas como Alonso Cano. Ni siquiera ha trascendido el precio de salida, que será “presumiblemente millonario”. Recordemos que la Fundación Focus pagó 12,4 millones de euros por Santa Rufina en 2007 y que la Inmaculada con la que Willermin la compara le costó a la misma institución 12 millones dos años después.
Aunque resulta poco común que una casa de subastas presente una obra de tal envergadura, no es la primera vez que sucede. El año pasado, precisamente por estas mismas fechas, la galería francesa de Eric Turquin presentaba con la misma expectación una obra atribuida a Caravaggio, cuya exportación denegó el Estado galo. El lienzo español que ahora nos ocupa aún no ha sido declarado inexportable por la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico, muy probablemente porque no sabía de su existencia. Nadie ha tenido oportunidad de verlo hasta hoy. Y ya no podrá hacerlo hasta dentro de unos días –11 de abril–, cuando se exhiban todos los lotes que participarán en la subasta del próximo 25 de abril (tiempo más que suficiente para que otros expertos y estudiosos en la obra del sevillano se pronuncien sobre la tela).
En cualquier caso, no cabe duda de que el lote 41 será la pieza estrella de la jornada, en la que también saldrán a subasta otras pinturas inéditas, entre ellas Tobías y el ángel de Alonso Cano procedente del refectorio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla. También un huevo de Fabergué en plata sobredorada con esmaltes, diamantes y granates, realizado por Karl Gustav Hjalmar Armfeldt. Asimismo saldrá a pujas un códice mexicano del siglo XVI procedente del Convento de Santo Domingo de Guzmán de Tlaquiltenango; este tipo de manuscritos pictográficos suponen la expresión más antigua de la pintura indígena desarrollada en Nueva España tras la conquista. Sol G. Moreno