Un Borrassà de la catedral de Barcelona para el Prado
El museo ingresa en su colección, gracias al depósito de los American Friends of Prado Museum en colaboración con la Fundación de Amigos, una importante tabla de Lluís Borrassà procedente de la catedral de Barcelona. Con este depósito, la pinacoteca incorpora una obra de primer nivel del maestro más representativo del Gótico Internacional en la Corona de Aragón. TEXTO: ALBERTO VELASCO GONZÀLEZ
El Museo del Prado acaba de recibir por depósito de los American Friends of Prado Museum –en colaboración con la Fundación Amigos– una pintura gótica catalana de gran calidad. Se trata del compartimento principal del Retablo de santa Marta, santo Domingo y san Pedro Mártir de la catedral de Barcelona, un conjunto hoy disperso y del que se conocen cinco tablas más (véase la reconstrucción hipotética adjunta).
Todos ellos se custodian en colecciones particulares excepto la Profesión de san Pedro Mártir, adquirida no hace mucho en subasta (Barcelona, Sala de Ventas) por la Generalitat de Catalunya y actualmente conservada en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Además, una de estas tablas, el Milagro de san Pedro Mártir y los náufragos, también se subastó en 2020 en la casa Segre de Madrid y fue adquirida por una colección particular madrileña.
En origen, el retablo presidía la capilla de Santa Marta de la catedral, donde en 1408 el apotecario Guillem Despujol fundó un beneficio bajo la advocación de los santos Domingo y Pedro Mártir.
En 1414, en su testamento, estipuló que se pintase un retablo dedicado a los tres santos, de lo que se deduce que debió realizarse poco después. Por una descripción de 1531, sabemos que en su compartimento principal el conjunto mostraba las tres figuras mencionadas, lo que coincide perfectamente con lo que vemos en la obra adquirida por el Prado.
La predela mostraba diferentes episodios de la vida de santa Marta, mientras que las calles laterales estaban dedicadas a santo Domingo y san Pedro Mártir. El retablo se mantuvo en su emplazamiento original hasta 1769-1770, cuando se proyectó un nuevo conjunto barroco y el viejo mueble gótico fue desmontado y arrinconado.
Diferentes noticias de la segunda mitad del siglo XIX demuestran que, en ese momento, los compartimentos del Retablo de santa Marta, santo Domingo y san Pedro Mártir ya circulaban por el mercado barcelonés. Sabemos que algunos fueron adquiridos por Josep Genescà, que después pasaron a formar parte de la colección de Joan Ramon Campaner y llegaron a exhibirse en la Exposición Retrospectiva de Arte celebrada en Barcelona en 1877. En dicha muestra, la tabla que nos ocupa figuró con el número 228 y se describió como «Tabla tríptica con imágenes de Santos». La colección de Campaner pasó a manos de su hija, Mercedes Campaner de Valls, quien la atesoró hasta su muerte en 1882. Nueve años después, sus herederos vendieron las obras.
La siguiente noticia que tenemos sobre la tabla de Borrassà del Prado tiene que ver con su primera publicación académica en 1941, cuando la dio a conocer Chandler Rathfon Post. En ese momento formaba parte de la colección Brusi de Barcelona y no había vuelto a verse públicamente.
Con todo, diferentes especialistas se habían referido a ella en los numerosos estudios relativos a Lluís Borrassà, uno de los pintores emblemáticos del gótico catalán que vivió entre 1360 y 1425 aproximadamente.
El Retablo de santa Marta, santo Domingo y san Pedro Mártir es seguramente uno de sus últimos trabajos y forma parte de un conjunto de encargos que el pintor realizó por comisión de patronos particulares para diferentes capillas de la catedral. Se trataba de uno de esos retablos costeados cuando la vida toca a su fin y aquellos que los pagaban utilizaban para garantizarse la eternidad. En este sentido, no debe extrañar que dos de los santos que aparecen en la tabla sean dominicos, ya que se les consideraba buenos consejeros y abogados ante la hora de la muerte.
Formalmente, nos hallamos ante un compartimento de grandes dimensiones que supera los dos metros de alto por el metro de ancho. Vemos a los tres santos de cuerpo entero con sus atributos característicos y, además de la delicadeza en el tratamiento de los rostros y los dorados, destaca especialmente la tridimensionalidad que el pintor otorgó a las figuras, al ubicarlas en unos nichos de naturaleza arquitectónica trabajados con gran maestría y profusión decorativa. Así se aprecia en las tres peanas y los correspondientes doseletes que cubren a los santos, donde las delicadas microarquitecturas pintadas configuran un repertorio de tracerías, pináculos y ornamentos vegetales que se combinan con ángeles y representaciones animales.
El resultado es muy efectista y nos emplaza al trabajo de un maestro especialmente interesado en transmitir una sensación volumétrica que, a pesar de la perspectiva deficiente, permitiese equiparar lo representado con esculturas de tres dimensiones.
Con esta incorporación, el Museo del Prado da un paso muy importante en la revalorización de un ámbito de su colección, el de la pintura gótica hispana, que flojea —si se me permite— al compararlo con otros sectores de sus fondos, donde la variedad y calidad están mucho más diversificadas.
Se nota en la adquisición la mano y el buen ojo de Joan Molina, el nuevo jefe del Departamento de Pintura Gótica Española, gran conocedor de la pintura cuatrocentista de la Corona de Aragón que ha sabido ver lo relevante que era esta tabla para el museo. Y debe agradecerse, también, la generosidad de los American Friends of Prado Museum y la Fundación Amigos que, con esta compra, efectúan un ejercicio de responsabilidad patrimonial encomiable y digno de ser reseñado.