Durante las últimas semanas hemos ido conociendo todos los pormenores sobre la llegada del supuesto Ecce Homo de Carvaggio –así lo citaré por prudencia hasta que se ratifique su autoría– a España a mediados del siglo XVII. También su periplo hasta sus actuales propietarios. Uno de los aspectos que más ha llamado la atención es su permuta en 1823 por parte de la Academia de San Fernando por un San Juan Bautista atribuido a Alonso Cano. Y aunque desde nuestra mirada actual sorprenda tal cambio, lo cierto es que el contexto histórico en el que se produjo lo explica a la perfección. En los siguientes párrafos trataré de explicarlo, atendiendo para ello a la “suerte” que tuvieron los tres cuadros atribuidos al milanés en las colecciones reales españolas.
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