Senderos del cosmos en el Museo del Prado
Ayer se abrió al público una original exposición en el Museo Nacional del Prado, Reflejos del cosmos, una lectura sutil de la colección permanente a partir de la mirada de la doctora en Astrofísica del CSIC, Montserrat Villar, que nos plantea hasta el 16 de octubre un itinerario nuevo de la percepción y la representación del cosmos en 20 obras maestras de la pintura occidental, desde Patinir a Tiepolo, pasando por el Bosco, Rubens, Murillo o Zurbarán, entre otros. La muestra cuenta con el apoyo de American Friends of the Prado Museum y la generosidad de la Fundación Arthur y Holly Magill.
El ser humano desde hace miles de años ha sentido una gran fascinación por el cosmos y por saber interpretar las señales que de él no llegan. Y eso ha impregnado a diferentes culturas y disciplinas artísticas como la pintura, la escultura o posteriormente la fotografía o el cine, entre otras. Ayer la NASA facilitó las primeras imágenes tomadas por el telescopio espacial ‘James Webb’ que muestran planetas gigantes con mucho nivel de precisión.
La doctora en Astrofísica Montserrat Villar ha enfocado su investigación en las galaxias activas y en el caso del itinerario Reflejos del Cosmos en el Museo del Prado lo ha articulado en cuatro apartados temáticos: El mito de la Tierra plana, Mitos en las estrellas, Cuando la luna perdió su pureza, y La Revolución del telescopio, que son independientes entre sí pero complementarios.
El primer apartado parte del conocimiento que tenían los pensadores griegos más influyentes de la Antigüedad, que elaboraron sus teorías sobre el cosmos y la Tierra, adoptando la esfericidad de ambos como concepto fundamental, algo que desarrollaron Aristóteles y Erastóstenes y varios siglos después Claudio Ptolomeo. Más tarde durante la Edad Media hubo una creencia generalizada de que la Tierra era plana, algo que posteriormente fue desechado posteriormente en la época de las navegaciones de finales del siglo XV y principios del XVI donde se volvió al concepto esférico que ha seguido prevaleciendo aunque no fuera una esfera perfecta.
Dentro de este apartado destacan obras de Joachim Patinir, El paso de la laguna Estigia (1520-1524), donde todavía quedaban ecos del terraplanismo medieval; de El Bosco y El tercer día de la Creación (exterior del Tríptico del Jardín de las delicias), nuevamente con la idea de planitud; Giovanni dal Ponte y Las siete Artes Liberales (h. 1435) como homenaje a Ptolomeo y Euclides; el Maestro de la Virgen de los Reyes Católicos con La Virgen de los Reyes Católicos; y Cristo bendiciendo de Fernando Gallego.
En Mitos de las estrellas se plasman los héroes, dioses, animales y criaturas mitológicas, y en ese espacio se sucedían batallas, aventuras, amores y desamores en diferentes constelaciones que fueron aumentando a lo largo de la historia. En esta sección podemos ver obras maestras como Diana y Calisto de Rubens, donde Calisto se convirtió en la Osa Mayor; Perseo liberando a Andrómeda, de Rubens y Jordaens, en una rivalidad entre diosas de gran belleza; y una estatua en mármol de Ariadna, de autor desconocido del siglo XVIII.
Cuando la Luna perdió su pureza, data del siglo XVII, cuando científicos como Galileo, Kepler o artistas como Zurbarán, Pacheco, Rubens o Murillo, pensaron sobre la esencia de la Luna por diferentes motivos. Algunos sostenían que la Luna era una esfera inmaculada y que las manchas eran ilusiones ópticas. Otros creían que era una esfera maciza y opaca, alejada del ideal de pureza. Y según se seguía investigando iba variando la percepción sobre la Luna. Pinturas de Venecia de Gaspare Vanvitelli, la Inmaculada Concepción vista por varios artistas como Rubens, Giambattista Tiepolo, Zurbarán y Murillo, diferentes modos de fijar a medida de cómo se iban conociendo mejor el Cosmos y la Luna.
Y por último, La revolución del telescopio, a partir del astrónomo Nicolás Copérnico, que tantas resistencias tuvo por parte de la Iglesia católica. Más tarde Galileo introdujo el telescopio como instrumento científico para explorar el cielo. Fue un período lleno de descubrimientos que sirvió para ir desterrando numerosos errores. Algunos artistas contemporáneos de Galileo se interesaron por ese nuevo universo al que daba acceso el telescopio. En esta parte encontramos una joya como La Vista, de Rubens y Jan Brueghel el Viejo, en el que vemos diferentes instrumentos útiles para estudiar los cielos: una esfera armilar, compases, un astrolabio y un telescopio; el retrato de Séneca atribuido a Giulano Finelli; a Demócrito el filósofo que ríe, del taller de Rubens, y Saturno devorando a un hijo, del mismo autor, del que también se exhibe El nacimiento de la Vía Láctea, que revela la facilidad de Rubens para ir incorporando en sus obras los avances que el telescopio iba a abriendo en su iconografía.