¿Qué pasa con Giambologna?

¿Qué pasa con Giambologna?

El mercado de bronces de este artista es uno especialmente complejo. En los últimos años han quedado invendidas piezas atribuidas a él y han marcado récords otras tenidas por talleres o copias. La noticia más reciente fue la adjudicación por medio millón de dólares de una pareja de Alegorías que la casa de subastas iGavel tenía por obra de un seguidor del maestro. Para esclarecer la situación hemos hablado con el anticuario Diego López de Aragón, especializado en arte antiguo y entusiasta de Giambologna.

Giambologna nos trae de cabeza. Se trata de uno de los maestros del renacimiento más codiciados por los coleccionistas, pero sus resultados en subasta parecen caprichosos y casi imposibles de predecir. Con solo fijarnos en los últimos cuatro años tendríamos suficientes ejemplos.

En 2020 se marcó un nuevo récord en subasta para el escultor. Se trataba de una Urania que salió como copia por 200 dólares en la casa de subastas William A. Smith pero que acabó rematándose por 335.000 euros.

En 2021 un Avestruz que Cheffins consideraba taller estaba ya valorado en 90.000 a 140.000 euros, pero las pujas lo catapultaron todavía más lejos, hasta los dos millones.

Este comportamiento aislado no es extraño en el mercado de maestros antiguos, tal y como explica Diego López de Aragón, anticuario y entusiasta de Giamobologna, «los coleccionistas fundamentalmente se guían por amor al arte más que por especulación».

Tampoco hay que olvidar que parte del sector se sustenta en los descubrimientos. Ver más que los que han puesto a la venta una obra es, a veces, la mejor manera de hacer un negocio. Es una batalla de conocimientos en la que a veces se arriesga mucho. Y no siempre se puede acertar.

«Autentificar arte antiguo es un complejo desafío. Uno que requiere una mezcla de conocimiento especializado, análisis técnico y una exhaustiva investigación histórica» aclara el anticuario.

La parte más complicada del mercado de Giambologna nos la muestran, más bien, los resultados más recientes. Ya lo hemos hablado en la crónica de mercado de ARS 62 –Con la miel en los labios, pero la semana de subastas en NY a principios de año fue bastante decepcionante.

Fue entonces cuando el Marte adscrito al maestro renacentista y valorado entre siete y 10 millones quedó invendido. Además, una Ninfa dormida valorada entre 800.000 y 1,2 millones de dólares le adelantó por la derecha. Se remató en casi seis millones.

Lo más reciente ha sido la venta de la pareja de Alegorías que iGavel había valorado en 400 dólares porque las consideraba de un seguidor y que alcanzó el medio millón. Todo combinado da como resultado un mercado de lo más imprevisible. Para poder desentrañarlo un poco mejor hay algunas preguntas que debemos plantearnos.

La primera, es qué diferencia a Giambologna y sus bronces de otras obras coetáneas o de la misma técnica. «Él es al bronce lo que Velázquez a la pintura. Revolucionó la técnica. La llevó a nuevos niveles de complejidad y refinamiento. Sus obras son admiradas por su increíble atención al detalle y por la fluidez de las formas, que parecen desafiar las limitaciones del material» comenta López de Aragón.

Giambologna (copia). Venus Urania o Alegoría de la Astronomía. Bronce. 23 cm altura. Fotografía: William A. Smith.
Taller de Giambologna, Avestruz, bronce, 38 cm (base rococó añadida en el siglo XVIII).

Es conveniente recordar que el Renacimiento, en su propósito de revivir el saber de la antigüedad, se interesó especialmente por la escultura en bronce. Las técnicas más refinadas se habían perdido con la caída del Imperio Romano de Occidente.

Fue necesaria la colaboración de los mejores artistas, e incluso de las mentes más brillantes –como con la célebre colaboración de Pietro Tacca y Galileo para el Retrato ecuestre de Felipe IV–, para recuperar lo olvidado.

En medio de esa renovación, Giambologna fue uno de los creadores más capacitados. «Tenía la habilidad de capturar el dinamismo en bronce. Sus figuras parecían en movimiento continuo» explica López de Aragón.

Según el anticuario, esta manera de trabajar provocó que su influencia se notase en las siguientes generaciones de escultores: «Su enfoque innovador y su técnica impecable establecieron nuevos estándares y fueron emulados».

Esta alargada sombra que proyecta el maestro llega hasta nuestros días: «Sus piezas originales son codiciadas tanto por su valor artístico como histórico. Su posesión se considera un signo de distinción y buen gusto».

Quizá este punto de diferenciación también se deba al aspecto técnico mencionado antes. Ya que Giambologna «legó un proceso de creación que complica más de lo normal la autentificación».

López de Aragón se refiere a la técnica de la cera perdida. Se trata de un método por el cual después de que el artista haya creado un original se le saca un molde reutilizable. Con este último se pueden crear vaciados. «Eso sí, cada fundición subsiguiente tiene una calidad ligeramente peor porque el molde se desgasta con cada uso».

Y, por supuesto, estos moldes no desaparecían con el fallecimiento del autor. El sistema de talleres de los artistas del Antiguo Régimen suponía una continuidad en la práctica que en este caso hizo que se siguiesen fundiendo las piezas del maestro.

«Tras la muerte de Giambologna, sus ayudantes, entre ellos Pietro Tacca y Antonio Susini, continuaron produciendo obras usando los mismos moldes, complicando la distinción entre las piezas originales y las posteriores» explica López de Aragón.

Por lo tanto, no es suficiente con un estudio preliminar o estilístico para determinar con total seguridad la autoría de uno de sus bronces: «El proceso incluye el análisis de la composición del bronce, estudios radiográficos para examinar la estructura interna y una rigurosa investigación histórica sobre la procedencia de la obra. Finalmente, la evaluación de un especialista determinará la atribución al maestro, a su taller o si se trata simplemente de una copia tardía».

La lista de estos expertos es bastante reducida: «Aparte de los grandes conocedores como Anthony Radcliffe o Charles Avery hay varios expertos españoles, como Rosario Coppel, que tienen un gran conocimiento».

Y con todo este panorama en mente la pregunta está más cerca de responderse. ¿Qué pasa con Giambologna? ¿Por qué no se vendió el Marte, pero sí la Ninfa? ¿Se inflaron las pujas con las obras de IGavel?

Diego López de Aragón lo aclara: «Con el Marte considero que el precio de salida era excesivamente alto por la procedencia de la colección Quentin. Además, en general los resultados de las subastas de Nueva York en enero han sido bastante bajos. En cuanto a las Alegorías de IGavel, son bronces de altísima calidad. Tienen una pátina excepcional. Muy probablemente los realizase el mismo maestro. Pero, aunque no fuese así y los hubiese hecho Susini, podrían haber superado fácilmente el millón cada uno. Comprar los dos por 500.000 dólares, como ocurrió, es una ganga».

Giambologna. Marte. Bronce. 39,6 cm. Imagen cortesía de Christie's.
¿Seguidor de Giambologna? Pareja de alegorías. Bronce. 49 cm cada una.