Paradores apuesta por su patrimonio artístico
En 1910 el marqués de la Vega Inclán recibió el encargo de establecer en nuestro país una estructura hotelera destinada a viajeros y excursionistas. Para hacerla realidad hubo que esperar hasta 1928, cuando se creó la Junta de Paradores y Hosterías del Reino, que eligió espacios naturales y edificios históricos como sedes. Si en un principio este patrimonio tenía una función meramente decorativa para realzar su carácter español, casi un siglo después Paradores se ha convertido en un referente no solo en turismo de calidad, sino también en el cuidado de un rico patrimonio histórico artístico –ronda las 10.000 piezas–, que convive en plena armonía con los huéspedes que los visitan.
Paradores apuesta por su patrimonio artístico desde sus inicios. La riqueza de este abarca fundamentalmente desde el siglo XVI hasta la actualidad, si bien posee restos arqueológicos y piezas tan singulares como un berraco de la cultura de castros del siglo IV a.C. Edificios tan singulares en la historia de la arquitectura hispana como los de León, Santiago de Compostela, Sigüenza, Lerma o Benavente albergan desde piezas arqueológicas hasta obras de artistas como Juan de Juni, Cornelis de Holanda, Darío de Regollos o Aurelio Arteta. El marco cronológico se amplía a los siglos XX y XXI, dando muestra de ello obras de Ramón Gómez de la Serna, Antoni Tapies, Pablo Palazuelo o José Manuel Ballester.
Para sacar partido a esta heterogénea colección es crucial el compromiso de la cadena por la conservación de su rico patrimonio: pinturas, esculturas, tapices o mobiliario son sometidos regularmente a tratamientos de conservación extensibles a los edificios que los guardan. Buen ejemplo de ello es por ejemplo la recuperación de las pinturas murales del siglo XVII de la capilla del Parador de Granada y la restauración de los relieves de Juan de Juni del de León y del artesonado mudéjar de la Torre del Caracol de Benavente.
Fiel a su compromiso cultural, Paradores sigue ampliando su colección de arte. Buen ejemplo de ello es la donación de 18 cuadros del pintor expresionista Eduardo Roldán (1938-2022) al Parador de Nerja. Gracias a ella, la institución cuenta en la actualidad con un total de 26 obras suyas gracias a una donación anterior, hecho que la convierte en la poseedora más relevante del que Francisco Umbral calificó como «Un pintor que pinta de verdad» y «Un pintor sin truco que pinta el truco de los demás».
Uno de los edificios más significativos de la red es el Parador de Lerma, joya de la arquitectura barroca española de principios del siglo XVII. Fue mandado construir por Francisco de Sandoval y Rojas, I duque de Lerma, el todopoderoso valido de Felipe III. Situado en la plaza mayor de la localidad, el palacio fue levantado a partir de 1601 por el arquitecto real Francisco de Mora. Este diseñó, a imitación de los reales sitios, un edificio flanqueado por cuatro torres –algo que sólo podían tener entonces los palacio reales– unido por un pasadizo voladizo al convento de san Blas.
El edificio, que fue completamente restaurado y remodelado en el año 2003, ha sido redecorado en fechas muy recientes. Si en su día albergó una de las colecciones artísticas más excepcionales de la época –recuérdese que Rubens pintó a Lerma en su célebre retrato ecuestre, que coleccionó pinturas de El Greco y que también poseyó el apostolado del flamenco, hoy en el Museo del Prado– en la actualidad cuenta con un importante patrimonio que ha sido seleccionado teniendo en cuenta la colección que en su día tuvo su ilustre promotor.
La actual colección del Parador de Lerma puede definirse como ecléctica, pues combina piezas antiguas y contemporáneas. Estas conviven en plena armonía con los huéspedes que se alojan en un edificio que, además, sirvió de marco para los esponsales de Luis I de Borbón con Luisa Isabel de Orleans en 1722.
Entre las piezas más antiguas se encuentra una talla de la Coronación de la virgen. Por su antigüedad –está fechada en el siglo XIV–, tamaño y calidad está considerada como una de las piezas más valiosas de Paradores.
Junto a la anterior cabe destacar una copia antigua de la Salomé de Tiziano del Museo del Prado, obra que en su día –nos referimos al original– perteneció a Lerma y posteriormente al I marqués de Leganés, del que pasó a la colección de Felipe IV. También la copia del Retrato de hombre de Anton van Dyck de la misma pinacoteca.
Una de las obras más interesantes es el tapiz de seda y lana de la manufactura bruselense de Frans Van den Hecke que representa a El rey Porus herido es conducido hasta Alejandro Magno. El paño forma parte de una serie realizada sobre cartones de Charles Le Brun que gozó de una gran difusión en Europa. En el caso concreto de este paño conocemos la identidad de quién lo encargó gracias al escudo de armas que lo corona. Se trata de Pedro Nuño Colón de Portugal y Castro, VI duque de Veragua y descendiente directo de Cristóbal Colón (Madrid, 1618-Ciudad de México, 1673).
Las obras de arte contemporáneo que alberga el parador está representada por tres artistas nacionales que recurren a diferentes lenguajes (abstracción y figuración) a través de géneros como la pintura o la fotografía. Dentro de su serie Fake Abstract, Lino Lago (Pontevedra, 1973) propone en su reciente óleo con pan de oro de 2022 una nueva mirada sobre el ya mencionado retrato ecuestre del duque de Lerma de Rubens. Todo un homenaje a su promotor.
José Manuel Ballester (Madrid, 1960) está representado a través de su impresión digital sobre lienzo, Lugar para una Anunciación (2007) que forma parte del proyecto Espacios Ocultos. En esa fotografía ha hecho desaparecer a los personajes de la célebre pintura de Fra Angélico –al igual que ha hecho en otras composiciones a partir de obras de Goya, El Bosco o El Greco– para ceder todo el protagonismo al espacio, perdiendo toda referencia temporal para que sea el espectador quien complete la obra.
Por último, en los muros del palacio también se han dispuesto dos obras del artista plástico Rubén Rodrigo (Salamanca, 1980), Estudio para una crucifixión después de El Greco I y II. A través de su mirada abstracta y de la búsqueda de lo onírico, el artista reinterpreta el momento de la muerte de Cristo a través del color en la producción del cretense.