Martha Jungwirth y la emoción del color en el Guggenheim
Hoy se abre al público en el Museo Guggenheim Bilbao una retrospectiva de Martha Jungwirth (Viena, 1940), una artista muy desconocida en España, aunque en 1966 fuera galardonada con el Premio Joan Miró. La exposición reúne alrededor de 70 pinturas y dibujos de las últimas cinco décadas, desde 1976 a 2023, y está patrocinada por Occident. Permanecerá abierta hasta el 22 de septiembre.
Juan Ignacio Vidarte, director general del Museo Guggenheim Bilbao, subrayó en la presentación que la retrospectiva de Martha Jungwirth se enmarca en las exposiciones de grandes artistas contemporáneas como las que se han organizado a Ligia Clark, Yayoy Kusama, Lee Krasner y Mujeres de la abstracción, entre otras, o la que dedicarán próximamente a Hilma af Klint. «Jungwirth es una de las figuras fundamentales del arte austriaco de las ultimas cinco décadas y poseedora de un vocabulario plástico único, más tendente a la abstracción pero con un poso de figuración».
Por su parte, Pablo Sampedro, director Canal Grandes Brokers y Canal Institucional de Occident, patrocinador de la exposición, dijo que nuevamente quieren afirmar su compromiso con el arte y con el Guggenheim Bilbao.
Martha Jungwirth afirmó que esta retrospectiva supone el punto álgido de su trayectoria porque «el Guggenheim es un ser vivo que ofrece exposiciones y actividades muy impactantes, lo que está contribuyendo a que las personas puedan convivir en paz». Y añadió que Goya, uno de sus artistas favoritos junto a Frans Hals y Manet, es un pintor muy actual porque en sus obras ya estaba presente la crítica al poder, la guerra y la violencia y todo eso «refuerza mi admiración por el pintor español».
La comisaria Lekha Hileman Waitoler destacó que han estado preparando la retrospectiva durante dos años y que surgió al contemplar una serie de obras de Martha Jungwirth inspiradas en Goya. «Me impresiona ver cómo a partir de temas que impregnan sus vivencias, Martha es capaz de ir adaptándose tomando como referencias viajes, lecturas, un alto conocimiento de la historia del arte, hasta crear una propuesta difícil de etiquetar porque tiene un estilo muy personal».
Martha Jungwirth es una presencia fundamental en el panorama artístico de Austria desde la década de los setenta, fruto de la atmósfera cultural que se dio en Viena después de la Segunda Guerra Mundial y tras haber estudiado en la Universidad de Artes Aplicadas en su ciudad natal. Desde 1963 ha consagrado su obra a desarrollar un estilo abstracto único que ha tenido diferentes nutrientes tanto del mundo del arte como de sus vivencias personales que le han influido a lo largo de los años.
La comisaria Lekha Hileman Waitoller, con la colaboración inestimable de Martha Jungwirth, ha estructurado la retrospectiva en cuatro salas y en cuatro temas nucleares que definen la trayectoria de la pintora austríaca: Objetos y personas; Viajes y evasión; El animal como iconografía; y La historia del Arte, en los que sigue un periplo por esos temas y una cierta línea cronológica pero no exhaustiva.
En ese recorrido están presentes su investigación con los materiales con los que trabaja, su interés por la arquitectura, la mitología clásica, la literatura y todas aquellas emociones que ha sido capaz de transformar en nutrientes para desarrollar pinturas y dibujos con posterioridad. Una mirada donde lo gestual y la emoción por el color, contenido en una paleta reducida o en una más vibrante, adquieren toda su razón de ser porque parten de su memoria y de la huella emocional que algunas vivencias le han llevado a interaccionar con otros pintores de épocas distintas.
En la primera sala, Objetos y personas, cuelgan obras de juventud de Jungwirth, una selección de dibujos de gran formato de objetos cotidianos de su serie Indesit (famosa marca italiana)- con ese eco que le dejó una muestra del MoMa dedicada a Mies var der Rohe-, una especie de génesis de su extensa carrera artística por lo que supone de esa sutil investigación entre el realismo y la abstracción. También vemos su inclinación por el retrato y el autorretrato, como los que captó a su pareja Alfred Schmeller. En todos ellos busca la esencia de lo que retrata, y logra fusionar la forma humana con gestuales pinceladas al desentrañar el carácter de sus modelos y superar la representación superficial.
En la sala 206, Viajes y evasión, hay cerca de una veintena de obras que miran más hacia el exterior y un espacio donde ha ido explorando el mundo natural, tanto sobre la arquitectura y la mitología clásica. Todas esas piezas son acuarelas sobre diferentes tipos de papel, algunos hechos a mano en India. Hay emociones inspiradas en diferentes viajes a México, Grecia, Camboya, Bali o Yemen, alimentos para su obra, junto a su afición por la literatura clásica, lo que hace posible que sus composiciones estén impregnadas por ricas atmósferas culturales.
Lo que refleja en esa serie de obras o incluso series son su respuesta emocional a las sensaciones y percepciones que le han dejado esas experiencias viajeras y literarias. En las de Camboya hay una cierta conexión con algunas obras de Cy Tombly, al que no conocía, pero me quiero detener en el ciclo de acuarelas, titulado Nausícaa, que recoge sus estancias en la isla de Paros (Grecia), que rememora en una gama cromática austera a veces, a base de azules, marrones y verdes, ese personaje que encuentra a Odiseo en una playa y le lleva a que conozca a su padre Alcínoo, rey de los feacios, que terminará ayudando a que el héroe de la Odisea pueda llegar a Itaca. Hay en esa sala una profunda conexión entre el yo y el mundo.
En las recientes pinturas de animales de Jungwirth, la convergencia de la historia y los acontecimientos recientes como los incendios devastadores en Australia en 2019 y 2020, donde murieron millones de especies. En la docena de obras, incluyendo varios libros de artistas en vitrina, termina proyectando su preocupación por las consecuencias del cambio climático, donde cree que se debe hacer más. Su reciente serie Australidelfos (2020) se centra en los mamíferos marsupiales australianos, algunos de los cuales se consideran “fósiles vivientes” por todo un conjunto de características que han permanecido inalteradas desde tiempos prehistóricos.
Si bien los cuadros eluden la simplista reducción a imágenes reconocibles, los elementos cromáticos —que comprenden motivos de color rosa, rojo, marrón y negro—de sus composiciones se desprende la violencia externa a la que hubieron de enfrentarse estas especies. Hay guiños históricos en su mirada y un homenaje a Bucéfalo, caballo de Alejandro Magno, con el que el rey macedonio conquistó amplias regiones de Europa y Asia.
En la última sala dedicada a sus referencias a la Historia del Arte podemos ver un conjunto de 17 óleos sobre papel, donde laten algunas de sus mayores influencias y artistas, muchos de ellos dentro del canon de la pintura occidental como Frans Hals, Kokoschka, Manet y Goya, que le han inspirado para que Martha Junwirth los tradujera con ese vocabulario singular, en su afán de investigación constante.
Todas esas composiciones están datadas entre 2020 y 2023. Y es en estas obras es donde la artista vienesa toma como punto de partida algunas obras maestras de Francisco de Goya y Édouard Manet, a las que imprime su peculiar vocabulario artístico, lo que da lugar a radicales desviaciones de las fuentes originales.
Del pintor aragonés toma como ejes principales Vuelo de Brujas y una serie sobre La Maja, que incluso Jungwirth llega a dejarnos una imagen de la maja vestida, a medio desvestir y desnuda, en una secuencia muy potente. De Manet ha elegido El espárrago, una obra que pudo contemplar en París, que la dejó huella, y que le sirve para experimentar con la materialidad de la pintura y esos sutiles matices de verdes y amarillos que laten en esos tres papeles, siempre dejando un espacio abierto que concierne al que mira sus obras.