Los cuerpos de Francesca Woodman habitan los espacios de Gagosian
Durante su efímera trayectoria, la artista estadounidense exploró las revelaciones que la fotografía ofrece del yo y la concepción de los cuerpos mismos como esculturas. Ahora, la galería Gagosian presenta una exposición con obras suyas –muchas de ellas inéditas–, que estará abierta al público hasta el 27 de abril de 2024.
La historia de Francesca Woodman comienza donde muchas terminan: con el fallecimiento de la artista. El 19 de enero de 1981, la fotógrafa de 22 años angustiada por sus problemas personales y profesionales, saltó al vacío desde la ventana de un piso en Manhattan. Ahora, 43 años después de su muerte, su obra ha alcanzado el reconocimiento a nivel global.
La retrospectiva que acaba de presentar Gagosian presenta más de 50 instantáneas que van desde 1975 hasta 1980, muchos de ellas inéditas hasta la fecha. Ya fuera en Providence, Rhode Island, Roma, Rávena o Nueva York, Woodman se capturó a sí misma y a otros en interiores ruinosos y arquitecturas antiguas. Mediante el uso de sillas y pedestales junto a elementos arquitectónicos –como puertas, paredes y ventanas–, representó a las figuras humanas como si fuesen esculturas.
En la serie Self-Deceit (1978), por ejemplo, se inmortalizó desnuda en una habitación con paredes derruidas; de pie, arrastrándose o agachada junto a un espejo sin marco. A través de la fragmentación y el desenfoque, la artista planteaba la idea de la fotografía como exploración del yo.
Blueprint for a Temple (II) (1980) es una de sus creaciones más interesantes. Se trata de un monumental collage compuesto por 24 elementos diazotipos y cuatro gelatinas. El uso del diazotipo, una técnica que normalmente se utiliza para crear planos en arquitectura, permitió a la fotógrafa trabajar a una escala mucho mayor.
De este modo representa la mitad derecha de la fachada de un templo griego con cuatro cariátides. Una composición que está inspirada en las características figuras del Erecteion de la Acrópolis de Atenas, monumento que Woodman visitó en numerosas ocasiones.
Una composición similar tiene Plano para un templo (I) (1980), actualmente en la colección del Museo Metropolitano de Nueva York. Y es que los temas clásicos tuvieron un gran peso a lo largo de su carrera, como se aprecia también en su conjunto fotográfico Cariátides (1980), impreso en diazotipo sepia y azul.
En una imagen sin título realizada en 1978 en el Pastificio Cerere de Roma, una figura sin cabeza y medio desnuda se apoya contra una pared vieja, con los brazos detrás de la espalda para enfatizar su torso. En otra, la artista fotografía a una persona con la falda bajada hasta la cintura y desdibujada por un sutil movimiento de la cámara. Mediante estas imágenes, Woodman revela su interés por las cariátides y la escultura humana.
Esto mismo puede verse en obras anteriores como Space o From Sapce (1976), donde la autora captura cuerpos –en su mayoría desnudos– emergiendo de lugares inverosímiles.
Tal y como señaló ella misma en 1976 o 1977: «Me interesa la forma en que la gente se relaciona con el espacio. La mejor manera de hacerlo es representar sus interacciones en los límites de esos espacios. Comencé a hacer esto con imágenes [de fantasmas], personas que se desvanecían en un plano, es decir, convirtiéndose en una pared debajo del papel tapiz o en una extensión de la pared hasta el suelo».
La exhibición en la sede neoyorquina de Gagosian coincide con otra de la misma artista celebrada en Londres. Francesca Woodman y Julia Margaret Cameron: Retratos para soñar es un recorrido por la carrera de ambas autoras en la National Portrait Gallery de Londres que se podrá hasta el 16 de junio, antes de viajar al Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). A través de 150 impresiones, se exploran los vínculos temáticos entre las dos fotógrafas que trabajaron con un siglo de diferencia. Nerea Méndez