Lecciones sobre Artemisia
La artista italiana en su contexto histórico. Ese ha sido el punto de partida de la investigación de Antonio Ernesto Denunzio y Giuseppe Porzio, así como de la consecuente muestra sobre Artemisia que se ha podido ver en las Gallerie d’Italia de Nápoles durante los últimos meses. TEXTO: Almudena Pérez de Tudela, conservadora del Real Monasterio de El Escorial.
La exposición Artemisia Gentileschi a Napoli, celebrada en las Gallerie d’Italia, nació de la constatación de que a un argumento tan relevante para la cultura del Seicento como fue la presencia de Artemisia en la ciudad partenopea, nunca se le había dedicado una monográfica de gran envergadura. Con sede en la Banca Intesa Sanpaolo, ha sido comisariada por Antonio Ernesto Denunzio y Giuseppe Porzio.
El objetivo de la iniciativa, preparada con un trabajo previo de investigación en los archivos napolitanos, ha sido situar a Artemisia en su contexto histórico. También presentar los rasgos de continuidad con su ambiente, más que subrayar su excepcionalidad y aislarla –como a menudo ocurre con las grandes personalidades artísticas–, haciendo de la pintora el objeto de un culto casi fetichista, proyectando anacrónicamente sobre ella, por ejemplo, reivindicaciones contemporáneas ligadas al tema del género.
La muestra ha reunido 49 obras: 44 pinturas –22 directamente vinculadas a Artemisia y a su taller–, dos estampas y una medalla, además de dos preciosos documentos. Entre los trabajos mostrados por primera vez al público italiano, cabe señalar la Judith con la cabeza de Holofernes firmada del Museo Nacional de Oslo; Santa Catalina de Alejandría del Museo Nacional de Estocolmo y la monumental Susana de una colección privada londinense.
Pero para Italia ha sido una primicia absoluta también su Autorretrato como santa Catalina comprada en 2018 por la National Gallery de Londres y puesta al comienzo del recorrido. El préstamo de esta tela, exponente capital del periodo florentino de Artemisia, ha supuesto el sello de la colaboración nacida entre las Gallerie d’Italia y el museo británico, con la presencia también de su director, Gabriele Finaldi, como uno de los miembros más destacados dentro del comité científico.
Surgida como derivación de la exposición de Londres, en la que los años napolitanos de la pintora constituían solo un breve capítulo ilustrado a través de pocas obras ciertas, la muestra italiana –Artemisia Gentileschi a Napoli– se ha centrado exclusivamente en la producción meridional de la pintora.
Esta es, sin embargo, muy amplia y plantea difíciles problemas de filología y de connoisseurship, también debidos a una práctica intensa de colaboraciones llevada a cabo por la autora con importantes artistas locales, desde Bernardo Cavallino o Micco Spadaro hasta Onofrio Palumbo, por nombrar solamente a aquellos que hoy es posible reconocer.
De Prudenzia Palmira, hija de Artemisia y también pintora, aún hoy es imposible mostrar su fisionomía artística. No obstante, en esta ocasión todos esos interrogantes se han planteado con claridad y honestidad.
Con ello, la muestra se ha mantenido en perfecto equilibrio entre la exigencia de mantener el estándar de calidad más elevado posible y la necesidad de señalar las desconcertantes oscilaciones estilísticas en la carrera de la pintora, sin ceder por esto a peligrosos compromisos con las presiones del mercado que hoy empujan sobre su nombre.
Son muchos y significativos los avances que han arrojado las investigaciones previas a la exposición. Estos confluyen además en un volumen adicional publicado junto al catálogo [Denunzio y Porzio. Artemisia Gentileschi a Napoli. Studi e documenti. Nápoles: UniorPress, 2023]
Sobre todo, se ha precisado el arco biográfico de la actividad napolitana de la artista a partir de sus fechas límites (1629-1654), para continuar con la individualización de su última estancia napolitana.
Finaliza con el descubrimiento de la documentación relativa al matrimonio de su hija con Antonio Di Napoli en 1649.
Dicha unión, que sirvió para regularizar el largo concubinato de los esposos y el nacimiento de su hijo Biagio fuera del matrimonio, ha permitido constatar la difícil situación económica en la que la pintora se encontró en sus últimos años. Situación que podría explicar también el declive cualitativo que se percibe en muchas de sus obras más tardías.
Sin embargo, los elementos más estimulantes de la muestra se han producido por el diálogo entre las obras de Artemisia con aquellas de sus contemporáneos. Estas confrontaciones han hecho comprender al gran público la grandeza de una coyuntura histórica y la reciprocidad de los intercambios entre la pintora y otros maestros napolitanos, desde Paolo Finoglio a Massimo Stanzione y Andrea Vaccaro.
En ese sentido, entre las novedades más interesantes del discurso destaca, sin duda, la recuperación de la figura de Diana Di Rosa, llamada Annella (1602-1643). Esta artista, cuya actividad se desarrolló en los mismos años del periodo napolitano de Artemisia, había quedado oculta hasta ahora por la sombra proyectada por su más celebre colega.