La importancia de la memoria de Concha Jerez en el Reina Sofía
El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, con la colaboración de la Comunidad de Madrid, ha organizado la exposición Que nos roban la memoria, de Concha Jerez (Las Palmas de Gran Canaria, 1941), que reúne un conjunto de obras e instalaciones multimedia (videos, audios y fotografías) desde los años setenta hasta ahora, en torno al eje vertebrador de la muestra: el concepto de la memoria, un tema que ha ocupado gran parte de su trayectoria como creadora plástica. En ese recorrido Concha Jerez entrecruza su memoria personal con la colectiva y desde esa síntesis va abordando con sus ojos siempre críticos asuntos como la represión de la libertad, la censura política y artística o la marginación de determinados colectivos sociales, entre otros.
Comisariada por João Fernandes, director del Instituto Moreira Salles, con la coordinación de Patricia Molins, en la muestra aparecen elementos que van unidos a su modo de concebir el arte: las noticias de prensa y los escritos autocensurados como caligrafía ilegible. Y junto a ellos incorpora otros que forman parte de la agenda más actual: la inmigración, el feminismo y cómo estos temas parecen estar ahí y se olvidan o se maltratan en los medios de comunicación y en las políticas oficiales, sin dejar de lado la ambigüedad, la cotidianeidad, el paso del tiempo, la utopía o la vigilancia electrónica y los límites.
Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, mencionó la complejidad de organizar esta exposición derivada de los procesos dilatados de tiempo en los que trabaja Concha Jerez y destacó tres aspectos relevantes de su larga trayectoria: la naturaleza del bricolage (lo fragmentario) y sus combinaciones; el interés de la memoria y por ende del olvido y el silencio, algo que la une a Cage y Duchamp; y su aproximación constante al trabajo colaborativo. Y añadió que no es una retrospectiva como tal sino una genealogía de su travesía como artista y ofrece una visión completa de la misma. Por su parte, el viceconsejero de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid, Carlos Daniel Martínez, citó algunas líneas de la novela de Giovanni Tomaso di Lampedusa, El Gatopardo, y dijo que la obra de una artista como Concha Jerez nos obliga a pensar y ver que es una creadora comprometida con su tiempo.
Concha Jerez mostró su satisfacción por haber podido trabajar con los equipos del museo en espacios que nunca forman parte de los recorridos museísticos habituales como las escaleras o la sala de Bóvedas. La Premio Nacional de Artes Plásticas en 2015 y Premio Velázquez en 2017 subrayó que «la autocensura ha sido el origen de mi obra conceptual desde que empecé a trabajar en los años 70». Y poco a poco fue incorporando elementos como objetos, videos, películas y en los últimos años ha querido reflejar el mundo de los medios, el ruido y el silencio. Y concluyó reclamando que debe afrontarse la memoria histórica, reflexionar sobre ella y la represión que hubo en nuestro país tras la guerra para dar voz a las personas que han sido víctimas.
El edificio Sabatini alberga hasta el 11 de enero y en diferentes salas la muestra dedicada a Concha Jerez: por un lado en la Sala de Bóvedas (sótano) y en la planta tercera se exhibe una retrospectiva parcial en la que pueden verse algunas de las primeras obras de la artista sobre papel, que han sido expuestas raras veces desde los años setenta, así como instalaciones realizadas a partir de los años ochenta: y por otro en la Sala de Protocolo (primera planta) podemos ver una selección de dibujos originales de proyectos de la artista canaria, su Base de Datos Ideas Instaladas, la que hizo con el músico José Iges Expanded Radio, bocetos de experimentaciones con diversas materias (1972-73), y obras minimalistas (1972-75), junto a otras de Mail Art, objetos intervenidos y publicaciones de la autora, colocadas en varias vitrinas.
Como novedad Concha Jerez ha creado cuatro lugares de memoria en las escaleras de piedra del edificio Sabatini. Es la primera vez que estos espacios de tránsito se incorporan al discurso expositivo, desde su uso como hospital de beneficencia al museo actual o sus años como centro educativo de bachillerato cuando los alumnos de bachillerato del Instituto San Isidro se examinaron en sus salas a comienzos de los años setenta.
La primera instalación Xm3 de Memoria Escrita y Oralizada, escenifica una especie de laberinto sonoro creado a partir de composiciones nuevas, a partir de un gran número de grabaciones de poetas que leían su propia poesía. Los sonidos proceden de tiestos ubicados en cuatro sillas distribuidas por los rellanos con acetatos transparentes intervenidos con escritos ilegibles autocensurados. En el hueco central como refuerzo visual se disponen cuatro escaleras de aluminio intervenidas con acetatos transparentes, procedentes de la instalación de la autora Jardín de Palabras Escritas (2001).
En otra de las escaleras desarrolló la instalación Xm3 de Memoria Autocensurada donde, además de intervenir las ventanas, se han colocado unos módulos integrados por una silla y una mesa de hospital cubierta totalmente por un poliéster translúcido intervenido con escritos ilegibles autocensurados. Y sobre las paredes de tres de los rellanos de la escalera se proyecta un vídeo performativo sin sonido mientras en algunos lugares se ubican escritos ilegibles autocensurados, en algunos casos realizados sobre papel vegetal.
En una tercera escalera, Jerez se ocupa de Xm3 de Memoria olvidada, cuyo tema concreto es la consideración del edificio de Sabatini como un testigo del olvido generalizado de hechos y realidades importantes acaecidas en el siglo XX, tanto en la vida madrileña como española. En los primeros tramos de este ámbito figura una intervención específica que parte de la instalación de la artista Que Nos Roban La Memoria (2002-2020) integrada por imágenes de hechos relevantes del siglo XX aparecidas en la prensa e intervenidas por la autora, mezcladas con imágenes anónimas inexistentes de acontecimientos que pudieron haber ocurrido, pero que no aparecieron fotografiados por los medios.
También ha desarrollado otra intervención específica que parte de su obra en proceso Paisaje De Memoria (2006-2020) integrada por necrológicas aparecidas en la prensa a lo largo del tiempo, que presentan personajes relevantes, muchos de ellos olvidados, y recuperada su memoria a través de dicha prensa. Allí observamos obituarios de Alice Coltrane, Ascensión Concheiro, Catherine Leroy, Leonora Carrington, María Giralt, Lise London, Hélène Rochas, María José Urruzola y Hilla Berstein, entre otras.
Junto a estas tres intervenciones, podemos detener nuestra mirada en dos vídeos: Fragmentos De Memorias, realizado por la autora en 2007 en la isla de El Hierro, que recoge los olvidados petroglifos de escritos prehistóricos e imágenes diversas, también hoy olvidadas. Y un segundo producido actualmente que recoge el recorrido de la autora por las escaleras del edificio, mezcladas con imágenes en movimiento procedentes de grabaciones de otras realidades residuales de la memoria: residuos hospitalarios y residuos de objetos de la vida diaria en desuso.
Por último, en la cuarta escalera ha proyectado Xm3 de Memoria Silenciada, basada en huellas y testimonios de la represión franquista en sus diversos aspectos sucedidos en el período que va desde 1939 a la transición democrática. En ella aparecen una serie de jaulas en cuyo interior un dispositivo reproduce audios de testimonios orales significativos de personas que sufrieron directamente la represión durante la posguerra española.
En el acceso a la Sala de Bóvedas se presentan algunas piezas anteriores de Concha Jerez: Límite de la cotidianeidad (1986) o Diario Límite (1996). Y En Retrato Interior de Rosario (1997), se inspira en una fotografía, tomada de la prensa inglesa, donde se ve el rostro de una madre salvadoreña anciana, nacida en 1898, forzada a huir, con los nombres y fechas de nacimiento y muerte de los quince miembros de su familia asesinados a lo largo de su vida, que está atrapada entre dos parrillas de asar. Y en la propia Sala de Bóvedas reflexionar con su Muro de Silencio (1986) o Jardín de Ausentes (2002), una instalación con vídeo en el que aparecen, sobre los restos de un viejo barco abandonado que la cámara recorre, fotos de algunos personajes relevantes del siglo XX y cuya banda sonora incorpora las voces de algunos como Marinetti, Orson Welles, James Joyce o Gertrude Stein.
Ya en la tercera planta hay varios espacios que albergan diferentes instalaciones como El Lado Oscuro del Espejo (1997), que tuvo su origen en las acciones que, con el título de Paréntesis de Interferencias, fueron llevadas a cabo por la artista durante dos semanas en el Centro Penintenciario de Carabanchel – sección de hombres- en 1994 cuando todavía funcionaba como cárcel, a partir del día 6 de diciembre, día de la Constitución Española. La pieza está integrada por seis pupitres de hierro con flexos y con libros de artista y luces giratorias de alerta situadas debajo de los mismos. Y otra como Caja de Memoria (1988-2020), un contenedor de memoria centrado en personas relevantes en la historia de la humanidad, unas veces reconocidas y otras anónimas cuyas necrológicas han aparecido en periódicos diarios. En una caja transparente hay vasos de cristal transparentes en cuyo interior se sitúan fotocopias intervenidas en acetato transparente –procedentes de la prensa diaria-, de necrológicas de mujeres que han sido relevantes o que han permanecido anónimas precisamente por su condición de ser mujeres.
Y finalmente su archivo personal en la Sala de Protocolo, que es una huella de lo reunido durante cerca de cinco décadas, desde los setenta hasta 2020. Un conjunto de proyectos de instalaciones; fotografías y vídeos de las obras; grabaciones sonoras: materiales, biográficos y bibliográficos: invitaciones, trípticos y carteles realizados por Concha Jerez; artículos y entrevistas en prensa: materiales documentales diversos sobre la participación de la artista en exposiciones colectivas entre 1974 y 2020; escritos y conferencias suyas así como dibujos, pequeñas obras, libros de artista y obras de Mail Art. Julián H. Miranda