José Guirao, un hombre necesario para la cultura española
Esta madrugada ha fallecido el exministro de Cultura y Deporte del primer Gobierno de Pedro Sánchez, José Guirao Cabrera (Pulpí, Almería, 1959), un mes después de cumplir los 63 años. A lo largo de casi cuatro décadas ha sido un gran gestor cultural, desde que comenzara su andadura en el Área de Cultura de la Diputación de Almería y después en numerosas funciones tanto en Andalucía como en Madrid, donde fue director del Museo Nacional Reina Sofía y director general de la Fundación Montemadrid, posterior a su paso por La Casa Encendida. Sin duda, un hombre necesario para la cultura española en los últimos años.
José Guirao, licenciado en Filología Hispánica, siempre mostró curiosidad por el arte y la cultura. Tras su etapa como gestor primero en Almería y luego en la Junta de Andalucía en Sevilla como director de Bienes Culturales llegó a Madrid donde estuvo una breve etapa como director de Bellas Artes y Archivos del Ministerio de Cultura, antes de pasar a dirigir el Museo Nacional Reina Sofía en 1994. En ese momento le conocí y me llamó la atención su capacidad de escucha, su facilidad para crear equipos e introducir dosis de sensatez en un momento convulso para el museo tras la salida de María Corral. Tuvo como subdirector a Miguel Zugaza, posteriormente director del Museo de Bellas Artes de Bilbao y del Museo del Prado. En los siete años que estuvo al frente no solo organizó y produjo grandes exposiciones, atrayendo a numerosos patrocinadores, sino que puso en marcha un programa de adquisiciones para enriquecer la colección del museo, a la que supo dotar de coherencia y contextualizar sus fondos de creadores españoles con el arte más internacional.
Posteriormente, ya fuera de la dirección del Museo, estuvo como asesor de Artes plásticas del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, y ahí tuvimos la oportunidad de colaborar en la organización de la Bienal de Venecia de 2001, con dos muestras: Ofelias y Ulises en La Giudecca y el Pabellón de España en la Bienal de Venecia que ese año tuvo como artistas invitados Ana Laura Aláez y Javier Pérez. En todo ese proceso volví a reconocer su buena mano con artistas, gestores y representantes institucionales. Siempre con una sonrisa, escuchaba, mantenía la calma y con ese afán de mirar adelante cuando surgía algún problema.
Después vino La Casa Encendida (2002-2013), donde aunó su ya larga experiencia como gestor cultural con su interés por el arte emergente en un barrio como Lavapiés. José Guirao procuró que ese espacio fuera un lugar en el que mostrar cosas que merecían la pena ser expuestas. Y nuevamente dio un salto a la gestión integral de la Fundación Caja de Madrid, de la que dependía La Casa Encendida. Y más tarde Fundación Montemadrid, de la que fue director general antes y después de su paso por el Ministerio de Cultura y Deporte.
Me alegré cuando le nombraron Ministro de Cultura y Deporte en junio de 2018 porque sabía de su capacidad de gestión y de sus ganas de seguir construyendo ya fuera en las artes escénicas, el cine, la música o las artes. Coincidí en un desayuno con él un año después y le noté ilusionado por su vocación de gestor público para transformar cosas pendientes del Ministerio que dirigía. Supongo que cuando varios meses después el presidente del Gobierno no renovó su confianza en él fue una decepción aunque nunca me dijo nada. Era una persona necesaria, competente y muy discreta. Tras su inesperada salida regresó a la dirección general de la Fundación Montemadrid que abandonó hace poco más de seis meses. Uno de sus últimos encargos fue nombrarle Comisionado del Año Picasso, con motivo del 50 aniversario de la muerte del genio malagueño.