Pradilla celebra su centenario en el Prado
El museo se ha sumado al aniversario del fallecimiento de Francisco Pradilla con una pequeña exposición en la sala 60 del edificio Villanueva que reúne ocho obras propiedad de la institución. Se trata de un homenaje al que fue director del Prado y una de las referencias en la pintura histórica del XIX. Por FERNANDO RAYÓN
Francisco Pradilla (1848-1921), esplendor y ocaso de la pintura de historia en España cuenta con el patrocinio de Ramón y Cajal Abogados y reúne algunas de sus obras ambientadas en los siglos XV y XVI. Además de su lienzo más famoso –Doña Juana la Loca–, el Prado conserva la primera idea para esa obra: La reina doña Juana la Loca en los adarves del castillo de la Mota (1876). Al boceto para La rendición de Granada, se suma un estudio preparatorio tomado del natural para el caballo de Boabdil, titulado Caballo árabe del conde Bobrinski (1880).
Más interesantes resultan La reina doña Juana, recluida en Tordesillas, con su hija, la infanta doña Catalina –del que existen dos versiones en la pinacoteca fechadas en 1906 y 1907– y sobre todo El Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla, todo un alarde escenográfico lleno de luces y colores en los que Pradilla demuestra su virtuosismo en la composición y dibujo.
El empresario y mecenas vasco Luis de Ocharan Mazas (1858-1928) encargó al pintor estos dos grandes lienzos de argumento histórico para cubrir las paredes de su nueva casa palacio en Castro Urdiales, Cantabria. Pradilla pintó en 1907 el primero, que presenta a la reina Juana encerrada con su hija en Tordesillas.
Poco después, y para otro de los muros, le encargó otro enorme lienzo inspirado en el tomo I de la Historia de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, crónica inédita del siglo XV escrita por el bachiller Andrés Bernáldez.
“Pradilla se ciñó estrictamente al texto antiguo”, recuerda José Luis Díez en la ficha del cuadro, “concibiendo el cuadro con su más depurado verismo arqueológico en la representación de modas, objetos y enseres, pintados con toda la maestría de su mejor arte, destilado ya en estos años por un asombroso refinamiento del dibujo y una exquisita utilización del color rico y brillante, empleado aquí con una gran audacia, exigida por la matización de la luz cegadora del sol andaluz en contraste violentísimo con amplias zonas de penumbra, proyectada por el entoldado que cubre todo el trayecto”.
Entre los personajes de la comitiva destacan los regidores de la ciudad y, cabalgando tras ellos, el conde de Benavente que lleva a la grupa a la duquesa de Medina, quien mira tras su hombro al recién nacido príncipe.
Los dos cuadros fueron legados al museo por María Luisa Ocharán Aburto en 1991, lo que sirvió a Rafael Mateu –socio fundador del bufete de abogados Ramón y Cajal– para repasar las recientes colaboraciones entre la abogacía y el Prado, cuyos frutos cuelgan ya en las paredes de la institución.
El Museo del Prado recoge con esta muestra el testigo de Zaragoza, que el año pasado le dedicó una retrospectiva coincidiendo con el aniversario de la muerte del artista, ocurrida en Madrid el 1 de noviembre de 1921. Francisco Pradilla (1848-1921), esplendor y ocaso de la pintura de historia en España podrá visitarse hasta el 23 de octubre.