FRANCISCO FARRERAS: “Me retiré por el cansancio que me produjo ver el cambio radical en el mundo del arte, convertido en un circo”

FRANCISCO FARRERAS: “Me retiré por el cansancio que me produjo ver el cambio radical en el mundo del arte, convertido en un circo”

FRANCISCO FARRERAS: “Me retiré por el cansancio que me produjo ver el cambio radical en el mundo del arte, convertido en un circo”

Formó parte de la primera generación de autores informalistas y expuso junto a Canogar, Saura, Feito o Millares del Grupo El Paso, pero ahora su nombre parece haberse difuminado con los años. Hablamos con Francisco Farreras (Barcelona, 1927), pintor del collage y la madera durante ocho décadas, hasta que el hastío y la deriva del mercado le obligaron a abandonar la profesión.   



Independiente, discreto y ajeno a las etiquetas, Farreras descansa en su casa madrileña con la tranquilidad de haber tenido una vida plena. “Si puedo presumir de algo es de que he trabajado como una mula. Y volvería a hacerlo”, confiesa con vehemencia. Tiene 93 años y una amplia trayectoria que le sitúa como figura destacada del Informalismo español, aunque ahora el silencio de museos e instituciones parezca condenarle al olvido.

Fue discípulo de Daniel Vázquez Díaz y se graduó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Tras una brevísima etapa figurativa, se dedicó en exclusiva a la abstracción, primero con el collage y más tarde con el ensamblaje de madera. Ha vivido en París, Bélgica, Holanda o Estados Unidos, y expuesto en diversos lugares españoles, además de en la Bienal de Venecia, el MoMA o la TATE. Entre sus trabajos públicos, destacan sendos murales para el aeropuerto de Barajas y el Hotel Príncipe de Asturias con motivo de la Expo de Sevilla, así como los frescos del Castillo de las Naves del Marqués o las vidrieras de la capilla española en la catedral de Manila. Comenzamos preguntándole por sus orígenes como autor y por esos primeros recuerdos artísticos.

*¿Qué le llevó a querer dedicarse a pintar?

* Recuerdo que cuando era pequeño mi abuelo me estimulaba a copiar las láminas que traían las revistas gráficas o libros que almacenaba en su cuarto-estudio. Más tarde, incluso me hizo un pequeño álbum con las cosas que había dibujado. Ese fue el germen.

*¿Cómo fueron sus inicios estudiantiles entre Murcia, Tenerife y Madrid?

* A Murcia [después de la Guerra Civil la familia tuvo que mudarse allí] le debo las primeras enseñanzas básicas que el pintor Antonio Gómez Cano daba en su estudio y a Tenerife, las clases nocturnas de dibujo y pintura que impartía Mariano de Cossío. Él fue quien me puso en contacto con Daniel Vázquez Díaz, quien consiguió que mi padre diese el consentimiento para que yo estudiase Bellas Artes.

*Su viaje a París a mediados de los 50 fue fundamental porque descubrió el Informalismo, ¿no es así?

* Efectivamente, mi estancia allí resultó de vital importancia. En realidad viajar siempre ha sido un gran atractivo para mí. Entonces las becas y sacrificios de la familia me ayudaron a descubrir los ambientes bohemios y menos encorsetados que en España. Pude trabajar en mi propia obra y visitar los grandes museos del Norte de Europa, un ejercicio imprescindible para todo artista.

*Ha viajado por decenas de países, supongo que habrá conocido a muchos artistas…

*Otro gran hito en mis vivencias fue el gran viaje a México y Nueva York. En Ciudad de México, por ejemplo, trabé buena amistad con todos los arquitectos asociados con la Feria Industrial y Artística, así como varios artistas y galeristas. Aún mantengo una correspondencia muy cariñosa con Malú Block, directora de la galería Juan Martín. También llegué a conocer a Vicente Rojo, Felguérez, Cuevas, Szyszlo, Mendialdúa, Ponce, incluso Rufino Tamayo y su mujer Olga.

El artista trabajando en su estudio, en junio de 2010.
Francisco Farreras. Nº 210A. 1988.

*¿Y cómo fue su estancia en Nueva York?

*A pesar de las dificultades del idioma, la recuerdo como una experiencia absolutamente enriquecedora.  José Guerrero y su esposa Roxanne me ayudaron mucho, aunque siempre he tenido facilidad para amoldarme a todos los lugares. Al poco de llegar a la Gran Manzana, el arquitecto Javier Carvajal me llamó para realizar un mural para el Pabellón Español de la Feria Mundial de Nueva York. En esos años [1963-1965], tanto el MoMA como el Guggenheim celebraron exposiciones de arte español donde figuraban obras mías y tuve varias muestras individuales en la galería Bertha Schaefer. Fue un momento repleto de trabajo y experiencias.

*Pasó del collage al ensamblaje y del papel de seda a la madera, ¿cómo fue esa evolución?  

*Desde que me gradué en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en 1949, mi trabajo empezó a tomar forma. Atrás quedaron los cuadros al óleo y gouache de carácter figurativo, y luego los geométricos en los que utilizaba arenas. Entonces descubrí fortuitamente el papel de seda y empecé a trabajar en los collages, siempre con fondos negros. Todos los años dedicados a esta técnica culminaron en un gran mural expuesto en el aeropuerto de Barajas.

*¿A qué se refiere con “descubrimiento fortuito”?

*Porque lo del papel de seda fue un hallazgo no buscado. Normalmente los utilizaba como toallas para secarme las manos, entonces usaba mucha cola y me pringaba. Un día se me ocurrió usarlo como elemento pictórico y empecé a pegar varias capas, a medida que se iban superponiendo los papeles, se aclaraban todos los matices.

*Explíqueme qué son sus coudrages.

*Tras trabajar el collage, llegó un momento de cansancio y sentí la necesidad de incorporar el volumen en mis nuevos trabajos. Pasar de un medio a otro no fue nada fácil al principio, porque se impuso otra necesidad: la base siguió siendo un tablero de madera, sobre el cual fui añadiendo diversos listones que sirvieron de entramado para conseguir el volumen con la ayuda de telas de algodón, a menudo pintadas y cosidas entre sí. De ahí la palabra coudrages. En cualquier caso, estos desaparecieron pronto debido a la fragilidad del material y fueron sustituidos por el ensamblaje de madera o relieves.

«Muchos marchantes, sobre todo americanos, se dedicaron a comprar pintura a bajo precio para revenderla en salas de prestigio, asegurándose esa promoción y las ventas sin mucho criterio».
Francisco Farreras. Nº 350A. 1991. Colección Azcona.

*Curiosamente prefiere el término de “pintor” al de “artista”. ¿Por qué?

*Porque el término artista me suena más pomposo. El de pintor, en cambio, suena más familiar y menos pedante.

*En 2010 anunció que se retiraba…

*Efectivamente, pero no fue una decisión voluntaria. Me retiré por el cansancio que me produjo ver el cambio radical en el mundo del arte, convertido en un circo de promociones y marketing. A ciertas galerías solo les interesaba la parte comercial y los artistas se dejaron llevar por esa tendencia; olvidaron la calidad por un “ready made basura”. Muchos marchantes, sobre todo americanos, se dedicaron a comprar pintura a bajo precio para revenderla en salas de prestigio, asegurándose esa promoción y las ventas sin mucho criterio. Así se crearon colecciones privadas de baja calidad y superficiales. Con este clima artificial, no es raro que se fomentara el hastío general y perdiera la fe en este mundo.  A todo esto, tuve la desgracia de caer enfermo con un herpes zóster que me afectó a la cintura y el muslo, y del cual no me he podido librar desde hace tres años y medio.

*Ahora que puede echar la vista atrás: los murales y trabajos públicos, los centenares de exposiciones, los años de evolución pictórica, los materiales explorados, ¿qué siente al ver su obra en conjunto?

*Con 93 años a las espaldas puedo disfrutar de una especial jubilación, porque si puedo presumir de algo es de que he trabajado muchísimo. Mi producción ha sido muy extensa y enormemente variada. Echar la visa atrás y ver lo que he sido capaz de producir me causa cierto asombro, pero también existe el riesgo del disgusto si aparece algo que no satisface. Sol G. Moreno