Fernando Botero, más monumentalista y universal que nunca

Fernando Botero, más monumentalista y universal que nunca

El Palau Martorell de Barcelona inaugura la exposición más extensa organizada hasta la fecha del pintor colombiano en nuestro país. Bajo el nombre de Fernando Botero: un maestro universal, presenta 110 obras entre dibujos, esculturas, pinturas al óleo y acuarelas, para las que ha sido necesario rehabilitar el sótano del museo. Una muestra que se podrá visitar hasta el 20 de julio, coincidiendo con el Día de la Independencia de Colombia.

El poeta mexicano Octavio Paz decía en los últimos versos de su Vida Sencilla que debemos «enterrar a los muertos y olvidarlos como la tierra los olvida: en frutos». De esta manera tan metafórica aludió Juan Carlos Botero –hijo del pintor colombiano– al legado artístico de su padre durante la presentación de la exposición que le dedica el Palau Martorell.

Fernando Botero cosechó gran reconocimiento como artista en vida, pero a casi dos años vista de su fallecimiento, somos nosotros quienes recogemos ahora los «frutos» de esa vasta producción.

La propuesta de Lina Botero y Cristina Carrillo de Albornoz, comisarias de Un maestro universal, se compone de 110 piezas –entre dibujos, esculturas, pinturas al óleo y acuarelas–, un número tan elevado de obras, que ha obligado al centro barcelonés a rehabilitar su sótano.

Vista de la exposición 'Fernando Botero: un maestro universal' en el Palau Martorell en Barcelona.

A través de un recorrido temático dividido en diez secciones, se examina la relación del pintor con España e Italia, así como el papel crucial que ambos países ejercieron en su trayectoria. Por un lado, están las influencias renacentistas de autores como Tiziano, de ahí que la muestra producida por Arthemisia viajase primero a Roma; por otro, lo aprendido de maestros como Velázquez o Goya, cuyas obras versiona con ese giro estilístico que tanto le caracterizaba.

Vista de la exposición 'Fernando Botero: un maestro universal' en el Palau Martorell en Barcelona.
Vista de la exposición 'Fernando Botero: un maestro universal' en el Palau Martorell en Barcelona.
Fernando Botero. 'La Menina, según Vleázquez' (s.f.). Óleo sobre lienzo. 198 x 160 cm. Colección privada. ©Palau Martorell.

No es la primera vez que se dedica una exposición a Botero en España, pues el Museo Reina Sofía ya lo hizo 1987, ni tampoco la primera ocasión que Barcelona organiza una monográfica de él, ya que la Galería Marlborough presentó sus pinturas más recientes en 2019. Sin embargo, sí que es la más voluptuosa, pues recoge piezas producidas hasta 2022, como las acuarelas General y Odalisca.

Además, el visitante podrá ver dos obras inéditas hasta la fecha: La Menina, según Velázquez, tela que siempre estuvo colgada en el estudio de Botero en París; y Homenaje a Mantegna (1958), un cuadro que estuvo en paradero desconocido durante décadas y que fue descubierto a través de una subasta de Christie’s. A día de hoy se encuentra en manos de una colección privada de Estados Unidos, que ha prestado la pintura para la ocasión.

Fernando Botero. 'Duquesa de Alba, según Goya' (1998). Carboncillo y sanguina sobre lienzo. 113 x 190 cm. Colección privada. ©Palau Martorell.
Fernando Botero. 'Baño del Vaticano' (2006). Óleo sobre tela. 147 x 205 cm. Colección privada. ©Palau Martorell.

Uno de los primeros temas con los que comienza la muestra es la religión. Botero afirmaba que, a veces era creyente, y otras, agnóstico; una dualidad que nace de sus recuerdos en Medellín y que le acompañará a lo largo de toda su trayectoria.

El clero estaba tan presente en la ciudad colombiana y tenía tanto poder, que el propio artista llegó a decir que “el obispo parecía el Papa”. Este cuestionamiento de las tradiciones y las convenciones religiosas aparece en obras como Nuestra Señora de Colombia u Obispo en el baño.

En el piso superior del Palau Martorell el público se encontrará con escenas que le son familiares en las versiones del artista colombiano. En su etapa de aprendizaje, estudió las obras de los grandes maestros clásicos como copista, una formación que se revela en escenas como el díptico Según Piero della Francesca; Los Arnolfini, según Jan van Eyck; La Fornarina, según Rafael; o La señorita Rivière, según Ingres.

La voluptuosidad de sus pinturas, en las que se percibe incluso cierta tridimensionalidad, se han convertido en algunos casos en esculturas. Ejemplo de ello es El rapto de Europa (1998), con algunas diferencias entre pinturas –que encontramos en la planta central– y escultura –ubicada en el sótano–, como la posición de la princesa fenicia sobre el toro.

En esa misma planta también se pueden ver los bocetos y dibujos de Fernando Botero. El artista estaba convencido de que esta práctica era la base de todo, pues sin saber dibujar era casi imposible crear algo trascendente. De esta manera, reivindica la importancia del dibujo como preparativo y también como obra por derecho propio.

Siguiendo el recorrido por el sótano, el visitante se topa con la sala dedicada a la violencia, la más sobrecogedora de la muestra. Aquí destaca la serie donde retrata los casos de tortura y abuso en Abu Ghraib en Irak a manos de soldados estadounidenses. Con estas pinturas pretende defender el poder del arte para perpetuar el recuerdo de un episodio, como ya hicieron Picasso con el bombardeo de Guernica durante la Guerra Civil o Goya con los Fusilamientos del 2 de mayo.

La exposición en el Palau Martorell finaliza en una sala de espejos donde la obra del pintor colombiano se proyecta infinitamente en sus superficies. Así no solo se destaca ese estilo tan marcadamente monumentalista de Fernando Botero, sino que además se le convierte en una figura infinita. Nerea Méndez Pérez

Fernando Botero. 'Sin título' (2004). Óleo sobre lienzo. 132 x 106 cm. Colección privada. ©Palau Martorell.