El Prado apuesta por la investigación
La restauración y estudio de “La fuente de la Gracia” conectan la ejecución de la pintura con el taller de Jan van Eyck
El pasado lunes, el Museo del Prado presentaba ante los medios la restauración de una de las pinturas más emblemáticas de su colección, “La fuente de la Gracia”. Un acto en el que estuvieron presentes Andrés Úbeda, Director Adjunto de Conservación del Museo del Prado; Fernando García, Presidente de la Fundación Iberdrola; José Juan Pérez Preciado, Técnico de Conservación de Pintura flamenca y Escuelas de Norte del Prado; y Enrique Quintana, Coordinador del Departamento de Restauración y Documentación Técnica de la pinacoteca. Todo un despliegue porque no sólo se presentaba la recuperación física de obra, sino también los estudios realizados en paralelo. Todo ello puede verse ahora en una pequeña exposición que permanecerá abierta hasta el próximo 27 de enero en la Sala D del museo.
“La fuente de la Gracia” es una pintura al óleo sobre tabla pintada hacia 1440-1450 en el entorno del taller de Jan van Eyck y que cuenta, además, con una amplísima literatura a sus espaldas. Obra enigmática y de autor incierto, ha sido además objeto de múltiples interpretaciones iconográficas desde que fuera descubierta en 1836 en la sacristía del monasterio segoviano de El Parral. Atribuida en origen a Jan van Eyck (1390-1441) y luego descartada de su catálogo, es precisamente esta característica, la falta de una autoría clara, la que ha eclipsado su gran valía y su papel destacado dentro de las colecciones del museo. Por ello, y como señaló Andrés Úbeda, trabajos como el que se ha llevado a cabo son fundamentales para el museo, porque el Prado también ha de mirar a los cuadros sin autor; esta es la gran apuesta de esta exposición, porque está dentro de la necesidad “de mirar más a las pinturas y menos a las cartelas”.
El proyecto de estudio y restauración que ahora se presenta arrancó en el año 2015, cuando se propuso intervenir en la pintura para devolverle todo su esplendor. El proceso de restauración propiamente dicho, que ha sido patrocinado por la Fundación Iberdrola, se prolongó durante quince meses tal y como explicó Enrique Quintana, y ha estado a cargo de María Antonia López de Asiaín (véase vídeo del proceso aquí). Antes de la intervención física sobre la tabla se realizaron estudios químicos y técnicos para recuperarla no sólo estéticamente, sino también y como declara López Asiaín en el catálogo acompaña a la muestra, “para, durante el tratamiento, registrar datos que favoreciesen el conocimiento de la obra”.
Gracias a ellos se ha constatado con seguridad que fue pintada en Flandes y no en la Península ibérica, pues tiene una preparación de carbonato cálcico propia del norte de Europa y está realizada sobre paneles de madera del Báltico de muy buena calidad. También que no se trata de una copia de un original perdido de van Eyck, pues la reflectografía infrarroja ha desvelado la multiplicidad de rectificaciones presentes en el dibujo subyacente que sólo se explican desde la confección de una pintura ex novo. Asimismo, se ha constatado que en origen el formato de la tabla era cuadrado, pero que durante el proceso de ejecución se le añadió, de manera improvisada, el pináculo que la corona y le da ese aspecto tan singular. Cabe destacar también la calidad de los pigmentos y el cuidado y precisión con el que fue realizada a base de una magnífica técnica pictórica. Gracias a ello, la intervención física ha consistido fundamentalmente en la retirada de antiguos barnices y repintes, gracias a los cuales vuelve a brillar como antaño.
La labor de investigación llevada a cabo por José Juan Pérez Preciado, comisario de la muestra, ha desvelado algunos interrogantes sobre su origen. Ahora se sabe con certeza que se trata de una pintura regalada por el monarca castellano Enrique IV al monasterio de El Parral entre 1440 y 1454 y que en su programa iconográfico estuvieron muy presentes los escritos del judeoconverso y obispo de Segovia, Alonso de Cartagena (1385-1456). También que la pintura se confeccionó en el taller de Jan van Eyck, seguramente tras la muerte del maestro en 1441 pues “la obra no se entiende sin el acceso a cierto material instrumental, como bocetos, apuntes, dibujos, y otros, solo accesibles a artistas vinculados al taller de Van Eyck”.
El montaje de la muestra ha corrido a cargo de Francisco Bocanegra. En ella están presentes, además de la pintura, una imagen a tamaño real de la reflectografía infrarroja, la fotografía realizada por Jean Laurent a la tabla en 1852 y varios dibujos y tablitas realizas en el entorno de los Van Eyck. Asimismo, pueden verse algunos de los libros en los que apareció ilustrada a lo largo del siglo XIX, cuando fue la estrella de las colecciones, primero, del Museo de la Trinidad, a donde llegó hacia 1838, y posteriormente al Museo del Prado, cuando se fusionó con este último en 1872. Con todo lo dicho, vuelven a brillar con fuerza las palabras de José Caveda, director del Museo de la Trinidad, cuando al valorar “La fuente de la Gracia” en 1863 señalaba cómo “Esta tabla, la primera en importancia artística e histórica de este Museo, de las más encomiadas, veneradas y enaltecidas por los extranjeros, varias veces han deseado adquirirla las más ricas e ilustradas naciones de Europa”.