El cobre plumario mexicano se adjudica por 110.000 euros en Durán
Sin embargo, se esperaba más del lienzo de 1962 de Fernando Zóbel, vendido finalmente por 40.000 euros
En nuestro artículo de previos de la subasta de ayer en Durán (ver), alertábamos a los lectores de la importancia de dos obras. La primera, por ser de autor conocido, el óleo de Fernando Zóbel. Y “la otra gran pieza de la cita es un sorprendente cobre, Campesinos mexicanos (42 x 31 cm; lote 132), pintado con óleo y decorado con más de una veintena de tipos de plumas diferentes, de colores brillantes, reflejos cambiantes, y espesor y tamaños diversos”. Realizado ya en el siglo XIX y en un magnífico estado de conservación, se pedían por él nada menos que 110.000 euros, pero en ese mismo precio se adjudicó a un coleccionista –suponemos que mexicano- al teléfono.
Pienso que merece la pena recoger un breve texto de la web del Museo de América que explica el significado que este arte tenía al inicio. “Las plumas en el mundo prehispánico estaban directamente vinculadas con la simbología sagrada y con el prestigio de quienes tenían derecho a lucirlas. Quetzalcóatl, el gran dios civilizador de la cultura náhuatl, fue el mítico maestro de los amantecas, los artistas que se agrupaban sobre todo en el barrio de Amantla en México-Tenochtitlán y que trabajaban con una gran variedad de plumas preciosas.
La comprensión de que la pluma era un elemento de fuerte contenido simbólico-religioso, impulsó a los misioneros españoles a incorporar a los expertos amantecas a las escuelas conventuales, en las que junto a los tlacuilos, que aprendían a interpretar las representaciones visuales europeas, elaboraban sutiles vestimentas para los sacerdotes de la nueva religión, enriquecieron numerosos objetos litúrgicos y de devoción con la inclusión de la pluma, e iniciaron la producción de cuadros de pequeñas dimensiones, en los que incorporaron las narraciones de la historia sagrada que les transmitían los frailes a través de las láminas y las pinturas que seleccionaban como modelos”. Pequeños ejemplos de estos trabajos, sobre cobre, se pueden ver en el mismo museo (ver).
Pero la realidad evoluciona, y ese carácter marcadamente religioso de los inicios va desapareciendo y siendo sustituido, al hilo también de su éxito en Europa, por un carácter mucho más ornamental y decorativo. Y eso es lo que parece percibirse ya en el siglo XIX en general, y en el cobre vendido en particular. Y debo añadir que es muy difícil que una única fotografía consiga recoger la particular belleza que encierra una pieza como la actual, tan bien conservada y limpia.
La otra obra verdaderamente importante era, como decíamos al inicio, un lienzo de 1962 de Fernando Zóbel: La flor azúl [sic], 1962 (O/L, 51 x 63 cm; número 511, dedicado “Para Nuria” en junio de 1962; lote 215). Perteneciente a su buscada Serie negra, partía de los 35.000 euros y terminó adjudicándose a una puja previa por escrito que ofrecía 40.000 euros. El estado de conservación debió influir negativamente en los coleccionistas pues en condiciones normales habría superado muy probablemente los 50.000 euros, como mostramos en el artículo de previos citando piezas similares vendidas por cifras superiores.
Estas dos obras fueron las estrellas de la tarde, sin duda. Pero no podemos pasar por alto las siete piezas del mundo finisecular y del inicio de la modernidad española que superaron las cuatro cifras. La más alta fue la del vasco Álvaro Alcalá Galiano, Limpiando las sardinas (O/L, 130 x 150 cm; 160), obra de marcado carácter regionalista retardatario, pero vendida a un coleccionista al teléfono que ofrecía los 30.000 euros pedidos. Muy lógica fue la subida desde los 3.500 euros de inicio hasta los 12.000 finales del pequeño tondo de óleo La gitana (25,5 cm; 168) que Ignacio Zuloaga pintó sobre una sencilla pandereta, y que dedicó “A Ibargoitia”. Para terminar este entorno vasco, mencionemos también la esperada subida del trabajado boceto de Aurelio Arteta, Campesinos vascos (óleo y carboncillo/L, 33 x 50,5 cm; 169), de 2.000 a 10.000 euros.
De la escuela levantina, citemos tres ventas: de Emilio Sala, La joven coqueta (O/L, 65 x 50 cm; 158), pasó de 3.000 a 11.000 euros; de José Benlliure, su tabla con Los mozalbetes (O/T, 32 x 26,5 cm; 152), de 2.000 a 10.000 euros, mientras La lectora (O/L, 60 x 40,5 cm; 150), de Cecilio Plá se adjudicó por los 5.000 euros pedidos. Y del jerezano José Gallegos, la tablita con la Salida de la iglesia (boda torera) (O/T, 33,5 x 22,5 cm; 159), se vendió por los 9.000 euros pedidos.
Por último, del extranjero Adolf Chwala, nacido en Praga en 1838, su firmado Paisaje (O/L, 72 x 120 cm; 161), pasó también gracias a tres o cuatro teléfonos de 4.500 a 12.000 euros. Buenas y sorprendentes ventas. Daniel Díaz @Invertirenarte