Abalarte subasta la Piedad, una temprana obra maestra de Goya
El lote 200 será una de las piezas estrella en la casa de subastas madrileña, que el próximo 30 de noviembre ofrece esta pintura juvenil del autor aragonés por tres millones de euros. TEXTO: Ricardo Centellas
Todavía están por escribir muchas páginas sustanciales sobre el arte de Goya. La Piedad publicada por vez primera en ARS Magazine (número 9) que próximamente subastará Abalarte fundamenta la reescritura acerca de lo publicado sobre la obra del aragonés. Este singular lienzo ejecutado recién regresado el pintor del viaje a Italia (1769-1771) sintetiza como ningún otro su particular asimilación del arte italiano y prefigura lo fundamental de su estilo. El cuadro fue realizado por el mismo tiempo que los murales del coreto de la basílica de El Pilar de Zaragoza (1772) y los de la iglesia de la cartuja de Aula Dei con los que guarda profundas similitudes formales. Pintado con la luz, la Virgen y el Cristo muerto emergen de un fondo paisajístico muy oscuro, iluminados por un foco sobrenatural situado en altura y fuera de la vista del espectador.
El cadáver macilento contrasta con los bellos colores rosa y azul del vestido de María modelados académicamente. El joven Goya veinteañero revela su dominio del claroscuro, del colorido, la composición, el contraposto y los gestos, aprendidos tanto en el taller de su maestro José Luzán –formado en Nápoles y en la pintura italiana importada en su tierra natal– como en su reciente viaje de estudios.
La Piedad posee medianas dimensiones (83,5 x 58 cm) y estuvo destinada a la devoción particular de una persona privada, seguramente de Zaragoza. De esta ciudad procedía el lienzo que aprovechó una pintura anterior de un santo con un ángel radiografiada en el Museo del Prado, una forma de trabajo que ya se advierte en su pareja, la Virgen con el Niño de la Colección Félix Palacios.
La composición piramidal como la clásica Pietá de Miguel Ángel esconde citas tanto de la estatuaria clásica como de la pintura y escultura barrocas romanas. La forma de pintar los pliegues del vestido de la Madre o del sudario –el panneggio, tarea imprescindible para cualquier pintor– se contraponen al cuerpo desnudo y bello de Cristo, que yace sobre el regazo de la Virgen. La postura del Redentor es claramente sutil y muestra que “cinco son las llagas”, como escribe en el Cuaderno italiano.
Verdadera piedra de toque, la Piedad es una obra especial y maestra de juventud que ilustra de manera ejemplar el paso de las enseñanzas de Zaragoza ampliadas en Italia, a la proyección de este conocimiento sobre toda su obra posterior, un saber en el caso de Goya siempre recurrente. Una obra clave en excelente estado de conservación de absoluta autenticidad que todavía se encuentra en manos particulares, aunque no posee permiso de exportación.
Su compra supondría una oportunidad extraordinaria para coleccionar una gran obra del maestro poco conocida que bien debería ser aprovechada por el Estado español para su adquisición y adscripción a los fondos del Museo Nacional de Prado al lado del Aníbal del concurso de Parma.