La pintura filipina explota de nuevo en Segre
Dos lotes de un desconocido Espínola se dispararon a 270.000 euros en la cita del 4 de julio
Supongo que ya a nadie que haya seguido un poco de cerca el mercado del arte en los últimos tiempos le sorprenderán titulares como el presente. Es algo que ha ocurrido con relativa frecuencia en nuestras casas de subastas en los últimos años; por citar sólo algunos, y sin pretender ser exhaustivo en absoluto, recordamos los cuadros de Arzeo en Durán, Matritensis de Zóbel en Fernando Durán, las acuarelas de Honorato Lozano en Abalarte, otras acuarelas en Goya… Llovía sobre mojado.
En una de esas visitas rutinarias que hacen las casas de subastas, poco antes de despedirse surgió la preguntar: ¿y no hay nada más que ver? Bueno, en el trastero tenemos unos cuadros que debió traer nuestra abuela de Filipinas pero que vamos a tirar… Así comenzó para Segre, el triunfo de esta última subasta.
Lotes 75 y 76. El primero: Campesinos de Filipinas, 1889 (pareja de O/L, 139,4 x 74,5 cm), uno de los cuales llevaba firma Espínola? La procedencia, eso sí, era especialmente prometedora: Antonio del Río y Castro, gallego nacido en 1846, fue destinado a Filipinas como gobernador de las provincias de La Unión y La Laguna entre 1892-1898, y de sus descendientes venía… Se ofrecía la pareja por 3.000 euros. El segundo: Madre e hija cruzando un puente (O/L, 41 x 67 cm; 76), firmado de nuevo por Espínola?, se ofrecía por 800 euros. A pesar de su escasa calidad técnica –de ahí los precios-, eran filipinos. Y, por tanto, todos esperábamos una importante subida, que rondase quizá los 30.000 ó 40.000 euros según los más pesimistas, los 70.000-80.000 euros para los más optimistas. Dos pujadores en sala, y un tercero al teléfono, dispararon los precios, en una increíble e inaudita sucesión de pujas; primero en la sala hasta retirarse el comerciante filipino, y luego entre la sala y el teléfono, que terminó comprando los dos lotes: por nada menos que 220.000 euros el primero, y por 48.000 el segundo. Simplemente, asombroso.
La otra gran venta de la cita fue el Ours polar, 1922 (madera barnizada en dos partes, 30 x 50 x 18,5 cm; 192) de François Pompon. Como avanzamos en nuestro artículo de previos (ver), los 5.000 euros eran una abierta llamada a los pujadores extranjeros. Así fue, como demuestra su venta por 40.000 euros. ¿Y por qué no más, como parecía lógico, al compararla con otras piezas únicas? Pues simple y llanamente porque, siendo pieza única –sin copias-, estaba formada por dos partes y no una única, como parecía en la fotografía.
El resto de la cita tiene, frente a esto, un interés bastante menor puesto que sus ventas no son comparables, pero que demuestra en mi opinión dos ideas importantes: por un lado, la reactivación mucho más exigente –lejos de caprichos- del mercado de moderno y contemporáneo, que ha estado a medio gas, y las dificultades de la pintura antigua, por otro. Vayamos por partes.
De Antoni Tàpies, Sin título, 1970 (pintura, lápiz y collage sobre cartón, 43,5 x 35,5 cm; 212, ver) pasó de 12.000 a 18.000 euros, pero su Blau i plastic, 1969/70 (óleo, lápiz de color y barniz sobre papel encolado a lienzo, 133 x 118 cm; 213), atractivo pero complicado, por el que se pedían 72.000 euros, quedó sin interesados… Grata sorpresa fue la importante subida de 6.000 a 10.000 euros de una pieza singular, buena pero creo que no especialmente atractiva, de Ángela de la Cruz: Sin título, 2002 (O/L y madera, 40 x 41 x 13 cm; 274), procedente de la Anna Schwartz Gallery, de Melbourne. Son los ajustes del mercado, que hila muy fino.
Un teléfono ofreció los 55.000 euros pedidos por Delo, 1990 (76,5 x 56 cm; 223), un acrílico sobre papel pegado a lienzo de Antonio Saura. Un lienzo ya tardío, 1991, de Luis Feito, Sin título nº 1614 (O/L, 50 x 61 cm; 255), se adjudicó a otro teléfono por la salida, 8.500 euros; muy ajustados, pero vendidos al fin y al cabo. Lo mismo sucedió con la pieza de José Manuel Ballester, IFEMA Pavillions 5 y 6, 1994 (A/papel/L, 43 x 103 cm; 259), adjudicado a un comprador por 5.800 euros, la salida de nuevo.
Se comprobó que el mercado ajusta mucho, y si no está en precio, no se compra: el Estudio de cabeza de anciano con barba, c. 1886 (O/L, 42 x 27,7 cm; lote 130) de Joaquín Sorolla, firmado y dedicado, y procedente del artista Silvestro Silvestri, amigo de Sorolla, pero que se ofrecía por nada menos que 30.000 euros, quedó sin interesados. En los regionalismos modernizados, reconozco mi alegría por la buena compra de Cogiendo pescado, 1966 (O/L, 81 x 100 cm; 164) de Manuel Colmeiro; una puja en la mesa se adjudicó por apenas 25.000 euros, la salida, un lienzo por el que hace años se habrían pagado en el mercado primario los ochenta y noventa mil euros sin pestañear.
En antigua, las piezas importantes no encontraron comprador; sólo destacó el tapado de Retrato de dama (O/L, 41,5 x 31,7 cm; 105), de Escuela española siglo XIX, que pasó de 290 a nada menos 4.200 euros… Eso es pelear una oportunidad. Y el resto, poder ofrecer pintura filipina, que asegura ingresos importantes. Daniel Díaz @Invertirenarte