Isabel de Borbón recupera su porte velazqueño y regresa junto a ‘Las meninas’

Isabel de Borbón recupera su porte velazqueño y regresa junto a ‘Las meninas’

El Museo del Prado ha presentado esta mañana la restauración del retrato La reina Isabel de Borbón a caballo, pintado por Velázquez con ayuda de su yerno, Juan Bautista Martínez del Mazo. Gracias a María Álvarez Garcillán, la tela se ha liberado del velo del tiempo, aunque conserva los añadidos laterales hechos por el propio maestro sevillano años después de dar por acabada la obra.

Diego Velázquez. La reina Isabel de Borbón a caballo (después de la restauración). Hacia 1635. Madrid, Museo Nacional del Prado.

La reina y el caballo parecen íntegramente pintados por el maestro, a tenor de los pentimenti en las patas del animal. Mientras que el paisaje, según Portús, es más cercano al estilo de Martínez del Mazo”

El cuadro fue concebido para adornar los testeros del Salón de Reinos y colgar junto al de su marido, Felipe IV –también de Velázquez–, pero hacía tiempo que estaba condenado a los almacenes del Museo del Prado por falta de espacio. Hasta ahora, que ha recuperado su esplendor y reclama su sitio en la Sala 12. Regresa así a la sala basilical donde en su día se expuso, junto al resto de obras maestras del sevillano.

Tiene que competir –o conversar, según se mire– con Las meninas y una docena de retratos reales más, pero ahora mismo es fácil que La reina Isabel de Borbón a caballo sobresalga del resto, porque luce como nueva, con todo su porte velazqueño, tras haber pasado seis meses en el taller.

«Es un gusto tener de nuevo a Isabel de Borbón a caballo en esta sala», comentó Javier Portús durante la presentación. «Va al paso, similar a la forma en que debió de entrar en Madrid en 1615 para casarse con el entonces príncipe. La reina era muy renuente a dejarse retratar; igual que su marido, que se hacía el remolón cada vez que tenía que posar para el artista».

Diego Velázquez. La reina Isabel de Borbón a caballo (antes de la restauración). Hacia 1635. Madrid, Museo Nacional del Prado.

Sin duda, se trata de una pintura fundamental, no solo porque ilustra perfectamente el poder de la monarquía hispánica de mediados del siglo XVII, sino porque forma parte de un conjunto realizado por el pintor de cámara más universal (aunque con ayuda de sus colaboradores). Pues hubo un tiempo en que los encargos de Velázquez eran tan numerosos, que no daba abasto para desarrollarlos todos de acuerdo a los plazos establecidos. Entre otoño de 1633 y abril de 1635 tuvo que pintar cinco retratos reales ecuestres, además de La rendición de Breda y otras obras para el Alcázar. No extraña, por tanto, que tuviese que recurrir a algunos ayudantes para hacer frente a tanta demanda.

Isabel de Borbón a caballo formaba parte de una serie destinada a los testeros del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. Al sureste, a ambos lados del trono, se situaban los retratos de Felipe III y Margarita de Austria, padres del rey; enfrente, orientado hacia el noroeste, estarían las figuras de Felipe IV y su mujer, además del Príncipe Baltasar Carlos.

La tela se ha conservado en perfectas condiciones durante estos cuatro siglos, porque no ha salido de las colecciones reales. Como ya hemos dicho, primero se expuso en el Buen Retiro, después –hacia 1762– se trasladó al Palacio Nuevo (actual Palacio Real), momento en el que toda la serie fue reentelada y los lienzos de los padres del monarca sufrieron unos añadidos para adaptarse a su nueva ubicación. Finalmente, en 1819, formó parte de la colección con la que se inauguró el Museo del Prado.

Radiografía de la obra completa.
Recreaciones del testero de entrada (sureste) del Salón de Reinos después de la ampliación de los retratos de los reyes.

A pesar de ello, el cuadro sí que ha sufrido algunas alteraciones con el paso del tiempo. Porque cuando llegó el momento de ubicar la pareja de retratos ecuestres de Felipe IV y su primera mujer en el Salón de Reinos, se advirtió la necesidad de ampliarlos para adaptarse a sus respectivos huecos.

Primero, se tuvieron que añadir un par de bandas laterales (el propio Velázquez sumó 30 cm a cada lado de los lienzos, años después de haberlos dado por terminados); y segundo, fue necesario recortar un trozo de ambas telas, situadas junto a sendas puertas, para que estas pudieran abrirse.

De modo que los trabajos de restauración que ahora ha llevado a cabo María Álvarez Garcillán se han centrado, sobre todo, en estas modificaciones. Al margen de la limpieza de barnices oxidados y repintes, se ha descubierto un detalle curioso: el caballo se había concebido con un color oscuro a base de azul esmalte, cuando en la actualidad es blanco.

La figura de la reina y el caballo parecen íntegramente pintados por Velázquez, a tenor de los pentimenti en las patas delanteras del animal. Mientras que el paisaje, según Portús, es más cercano al estilo de Martínez del Mazo, similar al que se puede ver en el Retrato del Conde Duque de Olivares conservado en el Metropolitan.

La restauración de La reina Isabel de Borbón a caballo de Velázquez ha incluido desde el soporte a la capa pictórica y el marco. Ha contado con el patrocinio de Iberdrola y es posible que este retrato acabe en el futuro Salón de Reinos cuando se abra al público. Sol G. Moreno