El Museo del Arte Prohibido abre sus puertas en Barcelona
Hay proyectos que ven la luz por la determinación de una persona o grupo. En este caso ha sido el caso del periodista y empresario Tatxo Benet (Lleida, 1957) cuando decidió hace casi seis años comprar una obra censurada de Santiago Sierra, Presos políticos en la España contemporánea, que fue retirada de ARCO 2018 y que actualmente se expone en el Museo de Lleida. Desde entonces Benet ha ampliado su colección hasta llegar a dos centenares de piezas, y desde mañana abre al público el Museo del Arte Prohibido en Barcelona, donde se podrán ver 42 de ellas. En su colección caben casi todas las disciplinas artísticas, sobre todo realizadas en las últimas décadas, con un denominador común: haber sido retiradas, prohibidas o censuradas.
Ubicado en la Casa Garriga Nogués, un edificio modernista construido por el arquitecto Enric Sagnier y Villavecchia entre 1899 y 1901, este nuevo museo está dirigido por Rosa Rodrigo con la dirección artística de Carles Guerra. Ambos con experiencia en espacios museísticos. En las 42 obras que se incluyen en los dos pisos del inmueble y más de 2.000 metros de superficie expositiva hay obras de artistas internacionales, con ejemplos de Goya, Picasso, Klimt, y de autores más contemporáneos como Warhol, Ai Wei Wei, Robert Mapplethrorpe, Equipo Crónica, Tania Bruguera, Zoulikha Bouabdellah, Amina Benbouchta, Charo Corrales, Zanele Muholi, Illma Gore o Ines Doujak, entre otros.
Al entrar en el hall y luego cuando recorres el espacio llama la atención el diseño museográfico, tanto por la cuidada iluminación de las obras expuestas como por el recorrido virtual que complementa la presencialidad, a través de una información documental que se activa con un código QR (guía digital) sobre el autor o autora, la pieza, y cómo los medios proyectaron el rechazo o apoyo que la censura de esas piezas tuvieron en ese momento, ya fuera por motivos políticos, religiosos, sexuales o de índole estética. Una reflexión sobre juzgar y condenar o retirar una obra para que otros ciudadanos no pueda observarla.
Y un buen ejemplo lo encontramos en una obra del Equipo Crónica, Espectador de espectadores, una figura de cartón en piedra policromada, por su capacidad para representar al censor en 1972, con ese aspecto de agente de la brigada-político social que vigilaban todo lo que acontecía en la sociedad española de principios de los años setenta.
Subiendo al primer piso encontramos una fotografía en gran formato de Zanele Muholi (Sudáfrica, 1972), titulada Lena London. Muholi es una activista visual que defiende la libertad sexual y que es una gran maestra de la composición en el contraste de luz y sombra. Sus obras dan visibilidad a las mujeres negras, sobre todo lesbianas, que son perseguidas por el hecho de serlo.
En el anillo del primer piso destacan dos obras de León Ferrari , Carta al Papa y La civilización occidental y cristiana, 1965, que ofendió los sentimientos cristianos de su momento por aunar la figura de Cristo con un avión militar. Y al lado una pieza de Fabián Cháirez, La Revolución, que muestra a Emiliano Zapata desnudo, con sombrero rosa y zapatos de tacón , que causó conmoción cuando se presentó en 2019; y otra de Charo Corrales, un fotomontaje titulado Con flores a María (2018), basado en un cuadro de Murillo que fue atacado con un objeto punzante tras una denuncia por ofensa al sentimiento religioso cuando se exponía en la Fundación Rafael Botí de Córdoba.
En la misma línea, una fotografía de Andrés Serrano, Piss Christ (1982), cuyo efecto de la orina de la figura de Cristo resulta sorprendente por ese contraste de amarillos y rojos, que ha suscitado rechazo de colectivos religiosos y ha sido atacada en numerosas ocasiones por ser considerada una blasfemia. Y algo similar pasó con el colectivo argentino Mujeres Públicas cuando presentó en una colectiva celebrada en 2014 en el Reina Sofía su Cajita de fósforos (2005), que aunque no se quitó de la exhibición hizo que se pusiera un cartel advirtiendo que «el contenido de algunas obras puede herir la sensibilidad del espectador».
Dos ejemplos con fuerte carga sexual, son el dibujo y las fotografías de Pierre Molinier, realizados entre 1960 y 1967, que son escenas de autorretratos trans y pornográficos, que también sería censurado posteriormente por el alcalde de Burdeos. Y eso enlaza con uno de los trabajos más intensos de Robert Mapplethorpe, X Portfolio (1977), un conjunto de 13 fotografías en blanco y negro, de gran crudeza sexual con escenas sadomasoquistas y que no han dejado a nadie indiferente desde que se mostrara públicamente en 1988 . Tanto en Estados Unidos como en Europa se ha censurado esta y otras obras del fotógrafo norteamericano por desafiar los tabúes sexuales, sociales y artísticos.
En la siguiente sala una instalación en bronce de dos escultores coreanos, Kim Eun-Sung y Kim Seo Kyung, titulado Estatua de una chica de la paz, que muestra a una mujer sencilla sentada y descalza que mira fijamente, tal vez en actitud de que alguien la pida perdón por las atrocidades de las fuerzas japonesas durante la Segunda Guerra Mundial, que hicieron estragos contra las mujeres coreanas y chinas. Esta estatua se presentó en la Trienal de Aichi 2019 y provocó mucho recelo hasta que la exposición se cerró ya que removió conciencias de lo sucedido más de siete décadas antes.
Y de ahí a una sala con un video monocanal de la artista palestina Larissa Sansour, Nation Estate, realizado en 2011 y presentado al premio Elysée Lacoste, que fue retirada de la lista de finalistas por solicitud del patrocinador , ya que abordaba con ironía cómo resolver el problema de Palestina. Y al lado, un cartel que diseñó Miquel Barceló para Roland Garros 1995, donde se veía a un matador de toros toreando a la verónica por lo que fue rechazado por la organización porque pensaban que no respondía a lo que es un torneo de tenis, aunque la plaza era una gran pelota amarilla.
Y en ese anillo encontramos una obra hecha con piezas de LEGO de Ai Wei Wei, tan censurado por las autoridades chinas, dedicada al florentino Filippo Strozzi. Curiosamente la casa LEGO al enterarse de que había realizado una serie para fijar la imagen de Dante, Galileo, Savonarola y el citado Strozzi, le envió un correo diciéndole que no iban a suministrarle un pedido al por mayor por el activismo político que desarrolla el artista chino y no querían que sus piezas fueron parte de sus composiciones. También cabe mencionar Amén de Abel Azcona, donde presenta una instalación en la que escribe con 242 ostias consagradas la palabra pederastia, y junto a esa otra de Tania Bruguera, Plusvalía, con un letrero de metal similar al que se leía en la entrada al campo de Auschwitz: «El trabajo os hará libres». Ese letrero fue robado en 2009 para ver vendido y en 2010 la artista cubana lo reprodujo a la misma escala y lo acompañó de materiales habituales en un taller de escultura en un proceso deconstructivo de una de las frases e imágenes que mejor definen la barbarie del siglo XX. Bruguera ha sido perseguida por el gobierno cubano en reiteradas ocasiones.
Y artistas tan representativos como Andy Warhol, del que podemos contemplar una serigrafía de Mao (1972) , donde tanto las manchas en su rostro como los labios carnosos le confieren un lado femenino. Esta obra formó parte de una retrospectiva itinerante en varios países en 2013 y 2014 , pero que en Pekín y Shangai se mostró incompleta porque no se pudieron mostrar algunas obras como esta ya que en China no estaban preparados para que sus ciudadanos vieran esa imagen irrespetuosa del líder de la Revolución.
Y en esa línea un artista tan reputado de finales del XIX como Gustav Klimt, del que se exhibe un carboncillo de 1897-98, Desnudo flotando con los brazos extendidos, preparatorio de una pintura alegórica posterior Medicina, que fue calificada de obscena, pero que expresa la liberación del dolor. O los cinco aguafuertes de la Suite 347 de Picasso, tan explícitamente eróticos, que fueron condenados por un representante de la Iglesia Ortodoxa Rusa en la ciudad siberiana de Novosibirk, así como esa composición de figuras de cemento de la austríaca Ines Doujak en Not Dressed for conquering/HC04 Transport, donde sitúa en una carretilla a un pastor alemán penetrando a la activista colombiana Domitila Barrios y esta a su vez sodomiza a Juan Carlos I que expulsa un vómito. Tuvo problemas primero en la Bienal de Sao Paulo 2014 y luego cuando se presentó en una colectiva en el MACBA. Su director canceló la muestra, luego la abrió pero terminó dimitiendo. Su actitud fue considerada como censura por los comisarios. Y en la sala anexa 15 de Los Caprichos de Goya, de primera edición, donde el genio de Fuendetodos sostenía ya una mirada crítica a la sociedad de su época.
Una de las piezas que más me sorprendió durante la visita ha sido la instalación de alfombras para rezar intervenidas con 30 pares de zapatos, Silence Rouge et Bleu (2014), de la artista franco argelina Zoulikha Bouabdellah, cuyo trabajo sintetiza los códigos árabes y europeos. Para Taxto Benet «la adquisición de esta pieza fue la que me impulsó a seguir coleccionando y ampliando este proyecto». Esta composición que contrapone conceptos como lo dicho y lo callado, la palabra o la imagen, lo masculino y lo femenino se presentó en una colectiva que tuvo lugar en Clichy en 2015. Tras el atentado contra Charlie Hebdo y ante el miedo a la reacción de la comunidad musulmana se terminó retirando de la exhibición, algo que no había ocurrido en otros países europeos y americanos. El contexto había cambiado.
Casi al final del primer piso hay una sala americana con un dibujo de Illma Gore que presenta a Donald Trump desnudo como una caricatura y eso le provocó una agresión de sus simpatizantes a la autora; una foto de Terry O’Neill que fija la imagen de Raquel Welch en la cruz y que posó con poca ropa transmitiendo sensualidad, lo que para muchos era una blasfemia; un autorretrato de Chuck Close, pintor acusado de conducta sexual inapropiada por lo que su exposición en la National Gallery de Washington fue cancelada; una bandera de Estados Unidos de Josephine Meckseper fue retirada por orden del gobernador de Kansas Jeff Colyer y el secretario de Estado Kris Kobach por considerar que ese modo de representar un país dividido profanaba lo que simboliza la bandera.
Y en la planta baja un último espacio donde podemos ver Always Franco, de Eugenio Merino, que se presentó en ARCO 2012, donde se ve al general con un traje de gala y gafas de sol dentro de una cámara de refrigeración de Coca Cola para congelar la imagen y que le supuso a Merino una demanda de la Fundación Francisco Franco que no prosperó. Muy cerca una instalación de David Cerný, Shark (2005) que representa el cadáver de Saddam Hussein en el interior de un tanque de formaldehído un año antes de ser ahorcado, que recuerda a una de Damien Hirst realizada en 1991. Y una película de Natalia LL, Consumer Art, donde esta artista polaca está chupando un plátano y otros objetos que generan ambigüedad en la historia de casi 15 minutos. Realizada entre 1972 y 1975 todavía suscita polémica y fue retirada en 2019 del Museo Nacional de Varsovia por orden del director, quien declaró que su visionado podía irritar al público más joven. En esa sala se ha colocado un dispositivo que hace fotos e imágenes en movimiento con los espectadores que se van fijando en una pantalla muro con las actitudes de cada uno para empatizar con la protagonista del video.
Tatxo Benet, propietario del Museo del Arte Prohibido, seguirá adquiriendo obras y estará atento a aquellas que generan rechazo y censura y reconoce que en algunos casos prima más que la calidad el haber sido cancelada. La última adquisición ha sido un cartel del diseñador Claret Serrahima que hizo uno encargado por Jordi Hereu, alcalde de Barcelona, con motivos de las Fiestas de la Mercé 2010, y finalmente plasmó la forma del higo (figa en catalán), algo que no fue del agrado del consistorio por recordar el sexo femenino y decidieron no hacer uso del mismo para evitar polémicas.