Misteriosas subastas en Manhattan
Las dos grandes casas de subastas, Sotheby’s y Christie’s, toman la temperatura en Nueva York a un mercado al rojo vivo. Esta semana se están celebrando en la ciudad estadounidense las principales ventas dedicadas al arte del siglo XX y XXI. La inflación y la urgencia pospandémica se han sumado a la conquista del terreno de juego de los guarantees (lotes respaldados por inversores que hacen imposible su fracaso). Ha habido récords, pero también decepciones. Todo en una semana trepidante que deja en el aire el futuro próximo del mercado.
Hace unas semanas publiqué un artículo en el que hacía una revisión del informe presentado por Art Basel y UBS sobre la salud del mercado del arte en el último año. Las conclusiones generales hablaban del retorno a los números de 2019 y del olvido de la volatilidad. En el estudio se recoge cómo las cifras globales del sector se han mantenido estables desde un pico marcado en 2014, donde el volumen de negocio alcanzó los 68.200 millones de dólares, hasta los 67.800 millones de 2022.
Desde un punto de vista objetivo no podemos sino ver un estancamiento que, en rigor y teniendo en cuenta la inflación, es en realidad una contracción. Sin necesidad de abrumarnos con cifras, esos 68.200 millones de 2014 se ajustarían a unos 84.000 millones de dólares en 2022. Parece que los resultados actuales se quedan cortos por 16.000 millones.
Pero lo importante para el mercado, o al menos para las principales firmas –tanto del lado de las subastas como de las galerías– es la lectura pormenorizada de las cifras. El segmento superior de precios no ha hecho más que crecer desmesuradamente (hasta un 450% para las obras de más de 10 millones de dólares). Esto lo hemos podido percibir todos: los récords se han sucedido y nos hemos instalado en la normalidad de que las mejores piezas se muevan en el entorno de los cientos de millones.
Pero los avisos estaban –y están– ahí. En la crónica de mercado de ARS Magazine 54, titulada Recuperación o exuberancia reflexioné sobre cómo un exceso de optimismo nos podía estar cegando. Ahora los analistas hablan de una vuelta a 2019, pero evitamos caer en la cuenta de lo que significa. Si hemos vivido unos años de exageración, la reventa de los récords más recientes ¿qué resultados va a tener?
Puede que pronto estemos en condiciones de responder a esta pregunta. Mayo es uno de los dos meses más relevantes para el arte contemporáneo a nivel mundial. Esta semana se han celebrado un buen número de subastas, todas en Nueva York, organizadas principalmente por Christie’s y Sotheby’s (aunque Phillips les ha rozado los talones).
Desde 2020 las dos casas han alterado sus ventas, ampliando las dos citas en las que se dividían las principales obras: Day sale y Evening sale (esta última era la protagonista con los lotes más cotizados de la temporada). Ahora, un mercado más volcado que nunca en el contemporáneo ha motivado la escisión de cronologías que tradicionalmente se presentaban unidas. El siglo XX y el XXI ya no comparten espacio (en teoría).
Al mismo tiempo, alguna pieza clave de maestros antiguos se cuela en la selección. Este ha sido el caso de Retrato de hombre como Marte de Rubens procedente de la colección Fisch Davidson que, con un remate de 26,2 millones de dólares, se erigió como la tercera obra más cara de la Modern Evening Auction (detrás de un klimt de 53 millones y un giacometti de 28,5 millones). Un cartucho quemado antes de las subastas de julio, en la que Christie’s ya ha anunciado su descubrimiento de dos miniaturas de Rembrandt.
Pero en lo que respecta al contemporáneo, tal y como escribió hace un mes Scott Reyburn en The Art Newspaper, solo hay dos conjuntos de obras realmente codiciadas: los trofeos –esas piezas de autores consagrados inmediatamente reconocibles y de sus mejores épocas– y el ultra contemporáneo (las creaciones de artistas jóvenes cuyo valor se basa principalmente en la novedad).
Esa es la dinámica que debía reflejarse en las subastas de mayo, pero la realidad –aun cuando no han finalizado– puede ser otra. Es cierto que ha habido resultados tan sobresalientes como el de El Gran Espectáculo (The Nile) de Jean Michel Basquiat por 67 millones de dólares en la subasta 21st Century Evening Sale de Christie’s; pero hay que tener en cuenta la manera en la que funcionan las adjudicaciones de lotes con esos importes: prácticamente todas las obras de primera fila que van a subasta lo hacen con un guarantee.
Esto significa que antes de que comience la subasta ya hay un pujador –no equivoquemos esta palabra con coleccionista– que la respalda. Ha sido así cómo se han obtenido los recientes récords de la colección de Paul Allen, mediante garantías y una única puja.
Es un tema que merece ser discutido más ampliamente, porque este mecanismo no acaba ahí; también es frecuente que los guarantees se ofrezcan como un producto financiero a un tercero o terceros. Un sistema que nos aleja de la lógica de que si una obra ha obtenido un buen resultado es porque un coleccionista la quería.
Esta manera de operar ha sido señalada por muchos como una cortina de humo que oculta el verdadero estado del mercado. De hecho, The Art Newspaper ha publicado un demoledor artículo en el que habla del decepcionante resultado de las obras de la colección de Gerald Fineberg en Christie’s.
En él se mencionan cómo supuestos valores seguros como obras de Gerhard Richter o Christopher Wool, se han quedado muy lejos de sus estimaciones inferiores. En el caso del primero, Badende se remató en 9,6 millones de dólares frente a su valoración de 15 a 20 millones; en el segundo, Sin título, con la misma valoración que el Richter, superó por muy poco los 10 millones.
Este ha sido el resultado de una subasta sin guarantees. Las valoraciones sobreestimaron el interés de los compradores. Incluso el director ejecutivo de Christie’s, Guillaume Cerutti declaró que los remates eran “un buen reflejo del mercado”.
Si vemos la posibilidad de que los trofeos se desmoronen sin las garantías que mantenían la progresión hacia delante, ¿queda solo el ultra contemporáneo para refugiarse?
Los signos esta semana tampoco han sido los mejores en este sentido. Ahí están esos 67 millones de dólares por un Basquiat, fallecido en 1988, en una subasta dedicada al siglo XXI. ¿Qué hay del resto?
Pues podemos tomar como ejemplo la venta de Sotheby’s The Now Evening Auction. Su elocuente nombre nos debe trasladar al aquí y al ahora y, a pesar de que solo hay un artista fallecido –y que lo hizo joven y en 2019– la media de edad está lejos de dibujar un panorama de artistas nuevos. Solo cuatro de ellos tienen menos de 40 años y uno de ellos, Julian Nguyen, tuvo una obra invendida el lunes en Christie’s.
Pero no hay que alarmarse, porque siempre habrá un nuevo creador joven de moda que pueda recoger el testigo. Al fin y al cabo, mientras que Nguyen no convenció, sí lo hicieron el resto, como Vojtech Kovarik y Louis Frantino –nacidos en 1993– con resultados de 378.000 dólares por Aphrodite –valorado entre 80.000 y 120.000– y de 277.200 dólares por Euchre (80.000 a 120.000 euros).
Parece que ni la seguridad de los trofeos ni la expectación de los nombres del ultra contemporáneo están saliendo indemnes esta semana. Esto no significa que vayamos a ver un desplome próximamente, ni siquiera un cambio significativo. Es posible que simplemente se endurezcan los mecanismos que permiten coreografiar estas citas. Héctor San José.