La secuencia plástica de Manolo Quejido en el Palacio de Velázquez
El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía presenta en el Palacio de Velázquez del Parque del Retiro hasta el 16 de mayo de 2023 la exposición antológica de Manolo Quejido (Sevilla, 1946), titulada Distancia sin medida, que analiza la evolución plástica del artista desde sus inicios en la década de los años sesenta hasta sus últimas obras. Este pintor ha transitado desde la nueva figuración madrileña hasta las reducciones geometrizantes, pasando por una paleta cromática completa o bien empleando una hexacromía que terminará usando como si fuera un alfabeto.
Comisariada por Beatriz Velázquez, la retrospectiva de Manolo Quejido reúne cerca de un centenar de obras de un período amplio, casi seis décadas, desde sus inicios experimentales en 1964 cuando él estuvo «fuera de la pintura», algo que comenzó una década después, hasta la actualidad. Se observan algunos Deliriums de finales de los 60, las Siluetas de 1970 y una de las Secuencias de 1968-1971 o incluso algunos de los trabajos ejecutados a partir del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense que tanto influyeron en la plástica de la época, pero pronto se alejó para producir figuraciones caprichosas, situándose en el grupo madrileño de los esquizos y en ‘la pintura’.
Quejido se veía encorsetado porque los trabajos resultantes de finales de los 60 y principio de los 70 eran muy determinados y el pintor sevillano necesitaba expresar sus emociones en la serie de Cartulinas que pinta desde 1974, en las que representa objetos cotidianos, paisajes abstractos y alegorías para ahondar en ‘lo nuevo’ en cada creación.
En la parte central del Palacio de Velázquez se pueden admirar tres conjuntos de obras de gran formato realizadas en varias décadas. Por ejemplo, Espejo 8 (1984), y Espejo 11 (1985), de la serie Reflejos, junto a Partida de damas (1985), así como una representación de Tabiques (Tabique VI, VIII y IX), de comienzos de los años 90, en los que el pintor sevillano investiga sobre cómo, en la pintura, concurren lo profundo y lo absolutamente plano, y donde se percibe una reflexión sobre el pintor de Las meninas, Diego de Velázquez, una referencia que inspiraría a Quejido durante algunas fases de su trayectoria plástica.
Precisamente en el mismo espacio, en ese territorio de indagación en la representación del espacio en la pintura, podemos acercarnos a una serie de obras de la serie Moebius Q-vista, que Manolo Quejido hizo entre 2003 y 2005, que tiene su origen en la cinta de Moebius y que le sirvieron al pintor para estudiar el enigma de la capacidad cúbica que queda contenida en la cara. única, de la pintura.
En el ala izquierda del espacio expositivo se encuentran piezas de marcada pictoricidad que están fechadas en los finales de los 70 y en los años 80, como Maquinando (1979), donde Quejido siguió la estela de las vanguardias o bien en dos obras como PF (1979-1980) e IP (1980), donde la perspectiva reducida y la planicidad ya manifestaban enfoques que serían muy duraderos en su trayectoria como en Tabiques.
También caben mencionarse composiciones anteriores como Ele (1978), Subevida (1977) y Sin palabras (1977). Esta última supuso el salto a la pintura de gran formato y sobre todo abordar un tema como la inadecuación entre el mundo, las palabras y las imágenes. Sin palabras es un díptico, en el que juega con los espacios y sitúa a la noche y el día como personajes de la composición.
Un conjunto de obras como la serie La pintura (a partir del año 2000), también en el mismo ala del Palacio Velázquez, presenta a la propia pintura como pintora, y le sirve para desarrollar una concepción del arte basado en la transcendencia, en una reflexión sobre los pintores y su oficio. Le atrae reflejar de un modo cronológico lo que la pintura ha sido, en términos de posibilidad y de manifestación histórica, a la búsqueda de una revelación o alumbramiento a través de fantasmas y náyades, tan presentes en muchas obras de la antológica. El título de la exposición, Distancia sin medida, para Quejido es una distancia mínima. la que no separa el sujeto que pinta y el objeto del pintar.
Esta ocupación ya estaba en Nacer pintor (1993), una especie de continuo renacimiento porque la propia pintura como si fuera un río que fluye es el lugar de un nacimiento constante. En paralelo, Quejido trabaja sobre el concepto de mediación, frente al consumo desenfrenado de objetos e imágenes, y ahí el artista plasma vistas ampliadas de etiquetas de producto y ofertas para insistir en la superficialidad o el bombardeo de los medios medios de comunicación que él titula como Sin nombre su colección de pinturas a partir de las fotografías de prensa.
La última parte del recorrido termina en Fin (2014), pintada un poco antes de que su obra tuviera un nuevo giro hacia otros senderos. Para Quejido la palabra ‘fin’ se desmarca apenas del espacio en blanco para situarnos ante un vacío donador, una condición de posibilidad para seguir creando con todos los sentidos.