El Prado restaura la Transfiguración
Presente en España desde el siglo XVII, la pintura, réplica del original rafaelesco de los Museos Vaticanos, es una de las obras más relevantes y de mayor tamaño que conserva la pinacoteca. Pintada entre 1520-1528, estuvo en Nápoles hasta que en el siglo XVII recaló a nuestro país gracias al coleccionismo de los duques de Medina de las Torres. En el siglo XIX ingresó en el Prado, momento en el que se restauró según los criterios de la época. Ahora se ha acometido una profunda y compleja intervención –incluido el marco– que le ha devuelto su aspecto original. Puede admirarse en la sala 49 de la pinacoteca.
En 1516, Julio de Médicis encargó a Rafael la Transfiguración (Museos Vaticanos), una imponente pintura sobre tabla (405 x 278 cm), para la catedral de Narbona. A la muerte del artista, esta se encontraba aún en Roma y el eclesiástico cambió de opinión y la donó a la iglesia romana de San Pietro in Montorio. El comitente encargó además una copia, también en tabla, a Giulio Romano y Giovan Francesco Penni. Pintada entre 1520-1528, posteriormente viajó a Nápoles, donde acabó en la iglesia del Santo Spirito degli Incurabili.
Es precisamente esta réplica la que acaba de ser restaurada por el Museo del Prado. Ingresó en sus colecciones en el siglo XIX procedente del Museo de la Trinidad tras la desamortización del convento madrileño de Santa Teresa de carmelitas descalzas. Allí había arribado a su vez gracias al mecenazgo de una de las familias aristocráticas más relevantes de nuestro Siglo de Oro, los duques de Medina de las Torres. En efecto, el II duque, Ramiro Núñez de Guzmán fue virrey de Nápoles entre 1636-1644. En la ciudad partenopea reunió una de las mejores colecciones de pintura de su época, algunas de las cuales pasarían a manos de Felipe IV. La Transfiguración quedó en su poder y fue su hijo, el príncipe de Stigliano, quien lo depositó en el convento madrileño.
La obra presentaba daños importantes tanto a nivel estructural como estético, con apertura de las uniones de los paneles del soporte y de las grietas presentes en el mismo, así como una fuerte oxidación y alteración de los barnices, que la oscurecían. El levantamiento de repintes antiguos han sacado a la luz el aspecto transparente e inacabado de la pintura con el que fue concebida en origen. Gracias a ello se vuelven a apreciar las zonas de la pintura en las que se distingue el dibujo subyacente o el perfilado de los contornos empleando las propias manchas de color. Todos los procesos de restauración, que se han llevado a cabo casi dos siglos después de su última intervención, han sido complejos debido al gran tamaño de la tabla (402 x 267 cm) y a su peso, 550 kg. (300 kg. la tabla y 250 kg. el marco).
La restauración estructural de esta obra, financiada por la Getty Fundation, ha sido dirigida por Jose de la Fuente, restaurador de soportes del Museo Nacional del Prado, con el apoyo de George Bisacca del Metropolitan Museum de Nueva York y dos becarios, Gert van Gervent, de Paises Bajos, y Alberto di Muccio, de Florencia. Ha contado además con la colaboración de la Fundación Iberdrola España, miembro Protector del Programa de Restauración del Museo Nacional del Prado.