AGUA, TIERRA Y PIGMENTOS NATURALES EN LA OBRA DE ADALINA COROMINES
La galería Parrote presenta una exposición de la pintora barcelonesa Adalina Coromines, en la que pueden contemplarse sus obras realizadas siempre con materiales y pigmentos obtenidos directamente de la naturaleza. El latido de la tierra y el agua consta de alrededor de 20 obras, entre piezas de gran formato y esculturas.
Las obras de Adalina Coromines presentan grietas, cicatrices que se abren en superficies llanas y terrosas que recuerdan a páramos y desiertos. La propia artista define ese proceso como una ruptura, un ejercicio de forzar la materia y de llevarla al límite. De hecho, es esto mismo lo que pretende hacer con toda su producción y su forma de trabajar: comprobar hasta dónde puede llegar, salir de la zona de confort y experimentar con nuevas técnicas o modos de hacer.
Gracias a todo ello ha conseguido desarrollar procedimientos que le permiten crear sin ningún material contaminante ni artificial. Lo que vemos en sus cuadros es tierra, agua, pigmentos naturales y otros elementos como la cal, que pueden encontrarse en la naturaleza. Además, Coromines explica que en muchas ocasiones deja que estos actúen por su cuenta, para que el azar entre a formar parte de la obra. “A veces veo una de mis cuadros y siento que ni siquiera he sido yo quien lo ha realizado”, confiesa. Lo cierto es que su forma de crear esté en consonancia con su forma de vida, pues vive y trabaja en una masía que data del 1700, ubicada en pleno campo, que ha restaurado para convirtirla en un lugar sostenible.
Su lenguaje artístico es, por tanto, fruto del lugar que habita, pero también de su bagaje espiritual y sus experiencias profesionales, extraídas de Joan Lao Estudio, del que fue cofundadora y directora general. No se formó en ninguna escuela de arte, y explica que su trabajo es resultado de una investigación que ha ido desarrollando mediante ensayo y error.
Afirma que ha habido momentos en los que ha pasado hasta seis meses tirando obra, porque no obtenía el resultado deseado. Subraya la dureza de este acto, pero también lo necesario que ha sido para llegar el punto en el que se encuentra ahora mismo, en el que ha logrado desarrollar varias técnicas que la satisfacen y la convierten en una artista multidisciplinar.
Una de dichos métodos consiste en deconstruir —que no destruir— lo que antes había creado. Para ello, vierte agua y pigmentos sobre una superficie de tierra que previamente ha colocado en el lienzo. Posteriormente, arranca el material que se ha acumulado sobre su superficie y deja que agua y pigmento sigan actuando sobre ella.
Por el contrario, en otros casos no arranca el material sino que deja que sobresalga o se levante, como las grietas que se forman en los terrenos áridos cuando lleva mucho tiempo sin llover. De este modo juega también con el contraste de luces y sombras que este relieve genera.
Así es como plasma el paso del tiempo y la vejez, pero de una forma iconoclasta. Su trabajo habla de cómo las fuerzas de la naturaleza erosionan la materia, la envejecen y, de algún modo, la esculpen y dan una forma nueva. Alude también a la vulnerabilidad y fragilidad a la que los elementos someten todo cuanto tocan.
Coromines busca plasmar cómo todo es efímero, todo cambia y se desgasta. Además, encuentra un paralelismo entre esto y su propio mundo interior, pues defiende que la naturaleza satisface nuestra sed de belleza y nos revela aspectos de nosotros mismos.
La exposición El latido de la tierra y el agua podrá contemplarse en la galería Parrote de Madrid hasta el 25 de marzo. Sofía Guardiola
