Visión de la naturaleza en Chillida y Ortega Muñoz
El Museo de Bellas Artes de Bilbao hace dos años puso en marcha la iniciativa BBKateak, que hasta ahora ha hecho posible exhibir en 21 salas del edificio antiguo 64 encuentros entre 110 artistas de la colección. Y ahora llega el final del programa con la interacción de dos grandes artistas del arte vasco y español, Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) y Godofredo Ortega Muñoz (San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1899- Madrid, 1982) con sus visiones de la naturaleza. La muestra permanecerá abierta hasta el 30 de septiembre.
Durante 2024 se está celebrando el primer centenario del nacimiento de Eduardo Chillida. Con esta exposición, que une al escultor donostiarra con el pintor pacense también el Museo se une a las actividades de celebración del Año Chillida, que ya tuvo su preámbulo en marzo del pasado año con el préstamo temporal a Chillida Leku de la escultura monumental Lugar de Encuentro IV.
La exposición actual reúne 21 obras, 12 de ellas de Eduardo Chillida- siete esculturas en diferentes materiales y cinco obras sobre papel- y nueve pinturas de Godofredo Ortega Muñoz, seleccionadas por el comisario Javier González de Durana, que además es coordinador artístico de la Fundación Ortega Muñoz.
La intención del comisario al elegir estas piezas, que se exponen en tres salas, ha sido ir tejiendo una sutil conversación de líneas, colores, vacíos y gestos que ponen el énfasis en los puntos de encuentro pero también en las diferencias de dos creadores relevantes del siglo XX, que se enmarca en el programa que ha apoyado la Fundación BBK desde junio de 2022.
Godofredo Ortega Muñoz fue un pintor autodidacta, cuya primera exposición individual tuvo lugar en el Museo de Bellas Artes de Bilbao en 1957. Un año después Eduardo Chillida obtuvo el Gran Premio Internacional de Escultura de la Bienal de Venecia. A ambos les unía un respeto y amor por la naturaleza. Al primero visible en su plasmación del paisaje extremeño, castellano o incluso canario; y al segundo por el numen vasco y esa dualidad entre el vacío y la materia.
Tanto el pintor como el escultor, aunque con diferencia de edad, llegaron a exponer juntos en colectivas durante los años 50, 60 y 70 pero eso fue una tendencia del eclecticismo que se vivió en la España de ese período. Mientras el registro de Chillida representó hacia dónde se dirigía el arte con esa invención de un lenguaje personal y abstracto, Ortega Muñoz mostró de dónde veníamos con ese realismo, aunque en su caso también poseedor de una visión tan singular del paisaje.
Sin embargo, si los contemplamos ahora con la perspectiva de la contemporaneidad se puede colegir que tanto en Chillida como en Ortega Muñoz, aparentemente contrapuestos, latía un sustrato común de modernidad y un marcado acento personal que les alejó de modas y grupos hasta desembocar en propuestas formales de gran valor estético.