UN VIAJE DE IDA Y VUELTA
El Museo del Prado inaugura «Tornaviaje», una ambiciosa exposición compuesta por 107 piezas que ilustran cómo fueron los intercambios entre los autores españoles y novohispanos desde el siglo XVI hasta el XIX gracias a la ruta descubierta por Andrés de Urdaneta. Pinturas enconchadas, tallas religiosas, consolas, biombos y piezas ceremoniales llegadas hace siglos a España en el Galeón de Manila que ahora reclaman su espacio en la planta baja de la pinacoteca.
Ha habido que esperar un año pero por fin está aquí. Tornaviaje. Arte iberoamericano en España llega al Museo del Prado para revisar algunos tópicos de la pintura virreinal y reclamar un lugar propio para este arte, relegado en ocasiones al ámbito antropológico e histórico. Es una exposición tan diversa en sus temas como coral en los préstamos –prácticamente todas las Comunidades Autónomas han colaborado–, cuyo objetivo es ofrecer un completo recorrido por la cultura americana llegada a nuestro país durante la Edad Moderna.
López Guzmán, con la ayuda de Cuadriello y Amador, ha tratado de contar la realidad de una cultura [iberoamericana] que no ha sido lo suficientemente estudiada en nuestro país, quizá por considerarla ajena.
¿Cómo debería ser la primera exposición de arte virreinal? Esa es la pregunta que se hicieron Miguel Falomir, director del museo, y Rafael López Guzmán, comisario de la muestra. Conscientes de la laguna existente en sus salas relativa a este tema, decidieron contar con la colaboración de expertos del otro lado del Atlántico, como Jaime Cuadriello –director de la Cátedra 2018– y Pablo Amador, ambos de la UNAM de México. Entre todos han tratado de contar la realidad de una cultura que no ha sido lo suficientemente estudiada en nuestro país, quizá por considerarla ajena.
«La tesis inicial era contar una historia que se ignora, y es que a España, desde la conquista de América, llegaron más objetos americanos que, por ejemplo, de Italia o Flandes», explica Falomir, quien alude además a la intención de «disipar prejuicios». Por tanto, primer tópico discutido, al que sigue un segundo: el tráfico artístico transatlántico no fue solo unidireccional –de España a América–, pues «se conservan infinitas obras americanas en España, pero también ocurrió al revés». Ese viaje de ida y vuelta, cargado de intercambios, combinaciones y mestizajes, es precisamente el que se cuenta en la exposición, cuyo título recuerda aquellos periplos iniciados por Andrés de Urdaneta en 1565.
Esos viajes anuales o bianuales del Galeón de Manila, cuando surcaba los mares del Pacífico y traía todo tipo de objetos preciosos o decorativos, regresan a nuestra memoria gracias a esta muestra, compuesta por un total de 107 piezas llegadas hace siglos a las diferentes partes de la Península (aunque algunas actualmente se encuentren en el extranjero, como el imponente Retrato de Moctezuma conservado en la Galleria degli Uffizi).
Tornaviaje llega al Museo del Prado para revisar algunos tópicos de la pintura virreinal y reclamar un lugar propio para este arte, relegado en ocasiones al ámbito antropológico e histórico.
Los organizadores han huido deliberadamente de las piezas estrella de los museos para aglutinar aquellas obras que actualmente se siguen utilizando en la vida cotidiana de conventos o las instituciones culturales y religiosas donde se conservan. Es el caso del Cristo de la Veracruz novohispano de la parroquia de San Pedro en Carmona (Sevilla), la mitra hecha de plumas por un taller de Pátzcuaro conservada en la Catedral Primada de Toledo o la custodia de obrador quiteño de la Muy Antigua, Pontificia, Real e Ilustre Hermandad Sacramental de Nuestra Señora de las Angustias de Granada.
Se agradece el discurso sin ruido de fondo y centrado únicamente en las piezas, 27 de las cuales –una cuarta parte del total– se han restaurado para la ocasión. Esa parece la mejor manera de homenajearlas y apreciarlas, recuperando su esplendor original. Con lo que llegaríamos al tercer prejuicio: negar el alcance estético de estas piezas.
Tornaviaje no elude la Conquista, ni las pinturas de castas o la hegemonía de la elite europea que se representaba con todo tipo de joyas. Tampoco los esfuerzos de la Iglesia por evangelizar a través de la imaginería religiosa, y no solo con las series que Murillo exportaba desde el puerto de Sevilla.
Sin embargo, cubre manifestaciones propias de los obradores novohispanos como la Virgen de Guadalupe, tan mexicana y a la vez tan universal; esa curiosa Trinidad con tres rostros atribuido a José de Alcíbar; la Virgen de Copacabana venerada a orillas del Titicaca y ahora también en Sevilla; o Jesús de Nazaret de la Caída (Divino Indiano) conservado en Chiclana, cuya cruz brilla gracias a las irisaciones de los caparazones de escarabajos mayates incrustados en el madero. Entre los trabajos específicos de los virreinatos, mapas geográficos, escudos, y decenas de especies animales como las que aparecen en una de las joyas de la muestra: Quadro de historia natural, civil y geográfica del Reyno del Perú.
El recorrido se estructura en cuatro apartados. «Geografía y sociedad» muestra los lugares donde se daban los intercambios culturales, generalmente mercados, zócalos y atrios de conventos. «Imágenes y cultos de ida y vuelta» fija su mirada en esas vírgenes ya mencionadas que viajaron de Iberoamérica a España, como la Guadalupana o la de Copacabana, y viceversa –la Inmaculada–, así como en objetos devocionales entre los que destaca la impresionante cruz procesional de Jerónimo de Espellosa de 25 metros de alto.
«Las travesías del arte» y la «Impronta indiana» completan esta viaje de retorno durante tres siglos cargado de platería de Potosí, enconchados y biombos (qué placer perderse entre los centenares de figuras de las diez hojas del Biombo de la Conquista recién restaurado). Entre los autores con nombre propio, Cristóbal de Villalpando, Miguel Cabrera o Patricio Morlete ubicados en una sala dedicada a los Apeles indianos. Tornaviaje. Arte iberoamericano en España está patrocinada por la Fundación Axa y podrá visitarse hasta el 13 de febrero de 2022. Sol G. Moreno
*Más información en el artículo «Maravillas de Oriente y Occidente» publicado por Rocío Bruquetas Galán en ARS número 52.