Un tríptico de Fernando Gallego supera el medio millón de euros
“La Virgen de la Humildad” subastada en Leo Spik Auktionen se remató ayer en 529.760 euros, tras una intensa puja entre seis coleccionistas. La singular pieza, que por sus pequeñas dimensiones podría haber sido utilizada como altar de viaje, fue atribuida por Pilar Silva Maroto al artista salmantino y era la primera obra de estas características que salía al mercado en décadas.
Era la pieza estrella de la jornada y no decepcionó. Después de dos horas de lotes menores con precios de tres y cuatro cifras, muchos de ellos sin vender, el Tríptico de la Virgen de la Humildad (lote 211) cambió por completo el ritmo de la subasta.
Hasta seis compradores de diferentes países se interesaron al teléfono por él, de modo que fue escalando desde unos tímidos 100.000 euros hasta los 430.000 finales (529.760 si le sumamos la prima de los compradores e impuestos). Una cifra muy por encima de los únicas piezas que han salido al mercado de su taller o su círculo en las últimas décadas, como la Crucifixión de taller subastada en Alcalá y rematada en 30.000 euros y otra composición de igual asunto del círculo/ taller adjudicada en Bonhams por 24.900 euros.
El lote 211 de Leo Spik era, con diferencia, el más caro de ayer en la sección de Pintura de los siglos XV al XVIII. La obra, que partía con una estimación de 120.000/144.000 euros, duplicó enseguida su valor y siguió volando hasta el medio millón de dólares que pagó el representante de una empresa (único dato facilitado por la casa de subastas).
Lo cierto es que ya había despertado el interés de coleccionistas, expertos e instituciones cuando Pilar Silva Maroto lo atribuyó a Fernando Gallego, artista español tardogótico que solo firmó tres obras. En el número 47 de ARS Magazine la exjefa del Departamento de Pintura Flamenca del Prado publicó precisamente un artículo donde explicaba cómo las similitudes estilísticas entre esta obra y, por ejemplo, el retablo de san Ildefonso de la Catedral de Zamora, le llevaban a pensar en una misma mano. Según Maroto, “los tipos humanos que el pintor selecciona para sus figuras son, sin duda, los que más contribuyen para reconocer sus composiciones”. Detalles como el rostro grande y redondo de los personajes, sus ojos almendrados o la ejecución de los cabellos o barbas rizadas son comunes a esta y otras tablas del maestro, que además se caracterizaba por pintar túnicas inmensas de pliegues afilados con las que ocupar el espacio.
Poco se sabe sobre la procedencia del tríptico, salvo que ha permanecido en la misma familia berlinesa desde la década de 1950. Pero se desconoce cuándo pudo salir de España o a qué familia perteneció, ya que el escudo heráldico que figura a los pies de la Virgen –casi como un pegote– no se ha podido identificar con exactitud (aunque se parece a los de la familia Quiñones y la familia Velasco).
El reducido tamaño de La Virgen de la Humildad (67 x 44,7 la tabla central, 33,5 x 22,5 las laterales) hace pensar que se trataba de un tríptico para un altar portátil, probablemente de viaje. El hecho de que no se haya pintado el reverso de las tablas laterales refuerza esta idea. Ahí reside, entre otras cosas, la singularidad de la pieza, cuya tipología fue poco frecuente en la pintura hispanoflamenca castellana. Este detalle y la escasez de obras autógrafas de Gallego en el mercado seguramente hayan animado a los compradores.
Fechado hacia 1470, el pequeño altar de viaje posee tres paneles con un programa iconográfico en torno a la Virgen de la Humildad. En la tabla central, María acapara todas las miradas sentada sobre un cojín mientras sostiene a su Hijo. En las tablas laterales se sitúan, en media grisalla, san Andrés (posible patrón del cliente), san Eutaquio (vestido a la moda, lo que ha permitido fechar la tabla), san Juan Bautista arrodillado y santa Catalina.
La venta de esta obra temprana de Fernando Gallego, heredero del gótico internacional y figura destacada del estilo hispanoflamenco, suponía todo un acontecimiento para el mercado del arte, que ha sabido responder con el interés que la ocasión merecía. Sol G. Moreno