Un sorolla de 300.000 euros acapara las miradas en Segre
El Trovador callejero. Visita del músico fechado en 1894 se ofrece en la cita del martes 24 de octubre
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Hay que reconocer fría y objetivamente que, ante el lienzo del valenciano, el resto de las obras presentadas en la licitación de Segre de la próxima semana palidecen. Se trata de ambición y calidad, hechos realidad con treinta y un años.
Trovador callejero. Visita del músico (óleo sobre lienzo, 75 x 100 cm; lote 137), fue pintado por Joaquín Sorolla (1863-1923) en 1894. En esos momentos de su vida, aunque había ya pintado varias obras maestras, no le había llegado el reconocimiento internacional que buscaba y que, más que allanar su carrera, facilitaría su entrada en un mercado superior, internacional. Tenía que seguir mostrando al mundo la calidad que atesoraba, a la espera de ese ansiado premio.
De hecho, en ese mismo 1894 pintó varios lienzos soberbios. El más conocido y ambicioso por temática y dimensiones es, sin duda, el del Museo D’Orsay: Regreso de la pesca: remolcando el barco (O/L, 265 x 403,5 cm; ver y ver), por el que recibió la medalla de oro en esa importante exposición y el Estado francés la compró para el Museo de Luxemburgo por 6.000 francos, aunque en 1977 terminaría en el Museo D’Orsay, donde la podemos contemplar actualmente.
Ligeramente menor en entidad, ¡Aún dicen que el pescado es caro! (O/L, 151,5 x 204 cm; ver) de ese mismo 1894, primera medalla en la Nacional de 1895 y expuesto en el Museo del Prado, es como un grito social, una declaración sin palabras de la dureza del mundo de los pescadores, un sentimiento que conoció muy de cerca. En ese sentido, la obra del D’Orsay es más avanzada, un paso de gigante hacia su nueva visión, el costumbrismo naturalista, con el que terminará conquistando la fama internacional y por el que será reconocido en la historia.
Un tercero de ese 1894, La bendición de la barca de la colección Pedro Masaveu (ver) -dación en pago de impuestos al Principado de Asturias, depositado en el Museo de Bellas Artes de Asturias y adscrito a sus fondos-, se aleja de la denuncia social y muestra de nuevo una mirada atenta al costumbrismo alegre, a la esperanza, plasmada de alguna manera en la potente luz de primera hora, que proyecta aún largas sombras.
El lienzo que ofrece Segre está en esa línea de investigación de la luz, que será por la que es conocida su carrera. Entra, a raudales, con el músico que acaba de pasar a la habitación, llenando la estancia de contrastes, entre los objetos iluminados como la especie de telar, el mantón de la joven o las sillas, y los que permanecen ocultos tras la puerta, como la espuerta de mimbre. No es el único foco, pues hay un personaje femenino a la izquierda, a la luz de una ventana abierta, planchando unos lienzos blancos y que gira su cabeza bañada de luz para observar al músico que entra.
Expuesto en la Internacional de Múnich de ese mismo 1984 (núm. 992), se vendió en 1897 por 2.750 pesetas, según aparece anotado en el cuaderno familiar; ese mismo año, es vendido por 5.000 euros a Elías Romero, en Buenos Aires, y desde 1986 está en una colección particular madrileña. Publicado por Pantorba (1283) y Blanca Pons-Sorolla (887), se ofrece por 300.000 euros, una cifra atractiva para su calidad y tamaño. Y más sabiendo que, en principio, puede salir al extranjero por lo que no sería extraño que algún buen coleccionista internacional estuviera dispuesto a su compra.
En este sentido, es interesante recordar que Familia segoviana, 1894 [también llamado El mamón] (O/L, 55,9 x 78,1 cm, ver y ver), actualmente en la colección Masaveu, se compró en Sotheby’s Nueva York en octubre de 1989 por 770,000 USD (742.950 euros), lejos de la estimación de 250,000 a 350,000 USD. Del año anterior, Los Cordeleros o la preparación del lino en la playa (O/L, 52 x 70,5 cm; ver), salió a pujas en Fernando Durán en mayo de 2003 por 980.000 euros, pero no hubo compradores. Con temática de pescadores y playas, las cifras se disparan, como ya sabemos: su Pescadores valencianos, 1895 (O/L, 65 x 87 cm) se vendió por 3,737,250 GBP (4.653.997 euros) en Sotheby’s Londres en noviembre de 2012 (ver), apenas dos años después de que Pescador. Valencia, 1904 (O/L, 76 x 106 cm) hubiese alcanzado las 3,065,250 GBP (ver).
Ya que estamos en esa posible vertiente internacional, mencionemos dos obras cuyo mercado lógico está más allá de nuestras fronteras. Me refiero al triste y atormentado Rostro azulado (O/L, 73 x 38 cm; 380), del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, que se ofrece por 18.000 euros, y a la decorativa acuarela sobre papel del chino afincado tanto tiempo en Estados Unidos, Walasse Ting: Desnudo y caballo (63 x 97 cm; 431), por 9.000 euros.
En nuestro siglo XXI, sobresale un lienzo en blanco para el suelo de Ángela de la Cruz, Nothing VII, 2004 (85 x 100 x 30 cm; 442), procedente de la galería vienesa Krinzinger. En su línea de traspasar las fronteras entre pintura y escultura, entre bi y tri dimensionalidad, se ofrece por 30.000 euros. La cifra parece alta cuando en febrero pasado no encontró comprador para otra Nothing, 2001 (95 x 70 x 30 cm; ver), y cuando su Looe Fit XXIV, 2003 (100 x 100 cm; ver) subió en diciembre de 2021 de 25.000 a 26.000 euros. Y es que veces los coleccionistas exigen precios, que se demuestran altos.
De este siglo XXI, además, tres piezas de Rafa Macarrón: dos papeles, Sin título, 2018 (acuarela y tinta, 21,7 x 14,2 cm; lotes 432 y 433), procedentes de la galería de Marta Cervera de Valencia, por 7.000 euros cada uno, y un aluminio pintado con óleo, acrílico y tinta (72 x 48 cm; 434), Sin título, 2017, por 16.000 euros, quizá tras ver la venta en Ansorena de hace apenas dos semanas de su Sin título, 2008 (Tm/L, 97 x 130 cm), que pasó de 36.000 a 46.000 euros (ver).
Más clásicos, será atractivo para el mercado el Viento del sur en el Monte Fuji, 2003 (A/L, 125 x 110 cm; 501), una de las últimas obras de Eduardo Úrculo, por 18.000 euros; y en menor medida el Robinson Crusoe et Vendredi, 1997 (A/L, 100 x 81 cm; 422), de Eduardo Arroyo, por 12.000 euros; El místico, 1874 (pintura sobre emulsión fotográfica en tela, 250 x 200 cm; 477), de Darío Villalba, por 28.000 euros; y el hierro de Juan Garaizábal, Tribouled Window from Kindom’s Archives. Valencia, 2011 (177 x 160 x 10 cm; 483), por 25.000 euros.
Por último, aunque no por ello menos importante, en el mundo de los maestros antiguos, no se olviden de la pequeña tabla de Luis de Morales, Ecce Homo (O/T, 37,5 x 30 cm; 79). Ayer mismo, Abalarte adjudicada su Ecce Homo (O/T, 36 x 27 cm), de peor calidad, por los 30.000 euros pedidos (ver). Por el que ahora se ofrece -con calidad más que evidente y superior, una mirada profunda que mueve a compasión y unas calidades que denotan la presencia única del maestro-, se piden 35.000 euros. Daniel Díaz @Invertirenarte