Entre 1833 y 1835, Pellegrino Succi arrancó los antiguos frescos sobre la vida de San Diego que Anníbale Carracci había pintado a principios del siglo XVII para Juan Enríquez de Herrera en su capilla familiar en la iglesia romana de Santiago de los Españoles. Una década más tarde emprendían un viaje a España que las llevaría a Madrid y Barcelona, donde se dividieron a partir de entonces.