Retorno al Espejo Perdido en el Museo del Prado
Hoy se inaugura en el Museo Nacional del Prado El espejo perdido. Judíos y conversos en la España Medieval, una muestra necesaria y rigurosa, que reflexiona y analiza el papel de las imágenes en las relaciones entre esos colectivos entre 1250 y 1492. Coorganizada con el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), donde viajará cuando se clausure en Madrid el 14 de enero de 2024, la exposición está comisariada por Joan Molina, jefe del Departamento de Pintura Gótica Española del Museo del Prado. Incluye alrededor de 70 piezas, entre pinturas, manuscritos, esculturas y un objeto arqueológico, que están expuestos en las cinco secciones de la muestra.
Javier Solana, presidente del Patronato del Museo del Prado, destacó la calidad y la generosidad de los cedentes de numerosos países y de rincones de toda la geografía española, porque “el museo sigue suscitando confianza para que estos préstamos sean posibles”. Por su parte, Miguel Falomir, director del Museo del Prado, subrayó la importancia de una exposición conceptual como esta, que justifica el papel de las imágenes en las postrimerías de la Edad Media. Y subrayó la labor extraordinaria del comisario, tanto en la selección de las piezas, el montaje y por la edición de un catálogo que será referencia en la historiografía contemporánea.
Joan Molina, que ha trabajado en esta exposición durante los últimos diez años, agradeció a numerosas personas e instituciones haber hecho posible la misma no solo del museo y del MNAC. Y refirió que el punto de partida quizá fuera una tabla de Pedro Berruguete, datada entre 1491 y 1499, Auto de fe presidido por Santo Domingo de Guzmán, una composición encargada por las autoridades eclesiásticas en la que se proyectaban una serie de ideas a través de esa imagen y citó a John Berger “siempre miramos a través de nosotros mismos”.
Y dijo que en esta exposición caben varios tipos de imágenes para ofrecer una pluralidad de miradas de casi dos siglos y medios de la España Medieval, en la que se fueron construyendo identidades y alteridades a través del poder de la imagen. “Nos habla de convivencia, de intolerancia, de mirar nuestro espejo. Hemos tratado de ser rigurosos y de presentar una muestra atractiva y de la manera más clara para los visitantes”.
Dividida en cinco secciones, el eje vertebrador es la percepción que los cristianos tuvieron de los judíos y, a partir de 1391, de los conversos descendientes de judíos. La definición de una alteridad visual de estos dos colectivos estuvo determinada por razones religiosas, sociales, políticas y, al final, incluso de tipo racial. Las creencias y miedos hicieron que se reforzaran las identidades cristianas y el miedo al diferente, lo que subrayan casi todas las piezas de la exposición: la diferencia existe pero al alteridad se construye.
Además de pintores góticos tan reconocidos como Bernat Martorell, Bartolomé Bermejo, Fernando Gallego o Pedro Berruguete, por citar algunos, en el recorrido hay otra tipología de imágenes como las caricaturas, los sambenitos, grabados o esculturas, que ayudan a comprender mejor un período decisivo de la historia antigua española, entre los siglos XIII y XV.
En la primera sección, Transferencias e intercambios, cuelgan algunas piezas que ilustran la influencia mutua de las dos comunidades y así podemos observar obras realizadas por artistas judíos encargadas por cristianos y viceversa. E incluso se pueden admirar hagadás: la dorada, un pergamino iluminado de h.1320-30, procedente de la British Library como también la de Barcelona, elaborada hacia 1340, y la Rylands, procedente de Manchester. Todas ellas tenían un formato y tipología similar a los de los códices cristianos y muchas fueron confeccionadas en Cataluña.
Entre las pinturas destacan en la primera sala Cristo entre los doctores (h 1420-40), una tabla de un pintor catalán que posiblemente era seguidor de Bernat Martorell, que ha sido cedida por el MET de Nueva York; El ángel apareciéndose a Zacarías, de Domingo Ram ( h. 1470), que revela un buen conocimiento de las costumbres judías como también La circuncisión, del Maestro de Sisla, pintada hacia 1500; y Lot huye de Sodoma y Éxodo a Egipto, escenas del Retablo de san Bernardino de Siena y el Ángel Custodio (h 1462-75), de Jaume Huguet.
En la sala siguiente, De Precursores a ciegos, se reúnen diez piezas que plasman la visión beligerante de los teólogos cristianos respecto a la incapacidad de los judíos para aceptar la naturaleza divina de Jesús, y progresivamente el judío empezó a convertirse en el Otro.
Encontramos alegorías de la Iglesia y la Sinagoga, en dos maderas policromadas (hacia 1250-1300); un extraordinario Fernando Gallego, Cristo bendiciendo (1494-96); la visión de San Daniel, del Maestro de San Jorge y la Princesa, temple realizado hacia 1455-60; y dos pergaminos iluminados del monje franciscano Matfre Ermengaud de Béziers, Breviari d’amor, Árbol del Amor y Breviari d’amor, el diablo impide a los judíos la comprensión de las Escrituras, el primero propiedad de la Biblioteca Nacional de España y el segundo de la British Library.
En la tercera sección, que incluye 14 obras, titulada Antijudaísmo e imágenes mediáticas, se exhiben una serie de retratos a partir de caricaturizaciones y escenas que muestran a los judíos como enemigos de la fe cristiana.
Esas imágenes se consideraron para el punto de vista cristiano un medio eficaz para ratificar creencias y difundir devociones como se puede ver en La imagen profanada de la Virgen (Cantiga 34), en Cantigas de Santa María, Códice Rico, un pergamino iluminado hacia 1280 que hoy forma parte de las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional; el Retablo del Corpus Christi de Vallbona de les Monges (Lérida), un temple de Guillem Seguer realizado hacia 1335-1345; o la caricatura de Salomó Vidal en la cubierta de un Liber iuderorum o el libro de Horas de María de Navarra (hacia 1340), un pergamino iluminado que hoy se conserva en la Biblioteca Nazionale Marciana de Venecia.
En Imágenes para conversos, imágenes de conversos, se exhiben 15 piezas, entre pinturas, esculturas y pergaminos. Es uno de los momentos álgidos del recorrido, no solo por la calidad de las obras sino porque revelan la tensión social y religiosa a partir de 1391, con períodos de evangelización y predicación para la conversión. Una escultura como el Cristo de la cepa (h. 1400) es un milagroso testimonio de conversión; o Cristo crucificado de Gil de Siloé.
De las tablas llaman la atención el Nacimiento de san Juan Bautista (parte del Retablo de los Santos Juanes de Vinaixa (Lérida) de Bernat Martorell, pintado hacia 1450; el Busto de Cristo, un temple de Antoniazzo Romano que apela a una imagen muy sagrada del cristianismo; los tres óleos de Bartolomé Bermejo, un pintor converso descendiente de judíos que plasma con elegancia la entrada en el Paraíso y visión del Crucificado, el descenso de Cristo al Limbo y El Cristo de la Piedad.
En esa sección hay dos obras que establecen una interconexión estilística como son La fuente de la Gracia, un óleo del taller de Jan van Eyck, pintado hacia 1430-40, que traduce la línea de pensamiento de destacados obispos coetáneos de origen converso, como Alonso de Cartagena, que se caracterizó por defender una actitud tolerante con lo que los teólogos de ese momento denominaban la ceguera de los judíos. Y a su izquierda en una vitrina, la Biblia de Arragel, un encargo de Luis de Guzmán, maestre de la Orden de Calatrava, a Moshé Arragel, rabino de Guadalajara, para que tradujera al castellano la Biblia hebrea, dando lugar por las directrices iconográficas a enriquecer las ilustraciones del códice.
La última parte de la exposición está dedicada a Escenografías de la Inquisición, centrada en el clima de animadversión que durante el siglo XV sufrieron los conversos hasta desembocar en el establecimiento de la Inquisición (1478), fundada para perseguir a los nuevos cristianos sospechosos de judaizar, aunque casi tres décadas antes se habían promulgado los primeros estatutos de limpieza de sangre en Toledo, un prejuicio racial.
A partir de esos momentos se fueron creando imágenes con el fin de estigmatizar al diferente. Por un lado para fortalecer la fe, como testimonio de acusación y luego las figuras poderosas de Tomás de Torquemada, inquisidor general de Castilla, y de Pedro Berruguete, un pintor de gran talento que colaboró activamente con la nueva institución.
Entre los pergaminos destaca Asedio a la fortaleza de la fe, en Alonso de Espina, Fortalitium fidei; una escultura de Pedro Millán, Cristo atado a la columna ( h.1487); una Estatua yacente de San Pedro de Arbúes, un alabastro de Gil Morlanes el Viejo hecho hacia 1487-90; los retablos de santo Domingo y san Pedro Mártir, de Pedro Berruguete, realizados hacia 1491-1499, un pintor muy valorado y que hizo estos encargos de la Inquisición, así como Auto de fe presidido por Santo Domingo de Guzmán para plasmar una visión intolerante y de persecución con una estética retórica.
Y no quiero dejar de mencionar las extraordinarias aportaciones recogidas en el catálogo, concebido para abordar con visión crítica las numerosas aristas del tema, gracias a los textos de David Nirenberg, Felipe Pereda, Javier Castaño, Pamela Patton, Yonathan Glazer, Paulino Rodríguez, Cèsar Favà, Cloe Cavero, Borja Franco, Sonia Caballero y Joan Molina, que sin . Su mérito es que sin perder rigor académico han sabido conseguir un perfil divulgativo que atraerá tanto a los expertos como a los aficionados al arte y la historia de este período.