Retorno a la vanguardia parisina
El Guggenheim de Bilbao inicia el año de su 25 aniversario con la exposición Del Fauvismo al Surrealismo: obras maestras del Musée d’Art Moderne de París para recordar cómo fueron las primeras décadas del siglo XX de creatividad arrolladora en la capital gala. Un total de 70 piezas componen la muestra, que recupera nombres femeninos como María Blanchard, Dorothea Tanning, Natalia Goncharova o Suzane Valadon.
Viajamos al París de principios del siglo XX. El de la bohemia, Montparnasse y los burdeles; cuando los artistas ávidos de libertad y formas nuevas aceptaban malvivir en cuchitriles a cambio de asistir en primera persona a nada menos que la revolución del arte. Ese París que trajo consigo el nacimiento del Fauvismo, el Cubismo o el Surrealismo; aquel que fascinó a Hemingway o Fitzgerald, atraídos quizá por la genialidad de Picasso, Modigliani y tantos otros creadores que hoy se escriben con letras de oro en los libros de historia.
Los trabajos de todos ellos pronto comenzaron a engrosar los fondos del Musée d’Art Moderne de París, construido en 1937 e inaugurado oficialmente como museo décadas después (resultó fundamental el legado de Maurice Girardin en 1953, ya que es el núcleo de la colección).
Ahora una selección de sus obras maestras se exhibe por vez primera en el Guggenheim de Bilbao. Son 70 obras entre pinturas, esculturas y fotografías las que componen Del Fauvismo al Surrealismo, una muestra con la que la institución no solo da comienzo a la temporada, sino también a su 25° aniversario.
¿Se puede decir algo nuevo sobre unos movimientos sobradamente estudiados tanto en la Historia del Arte como en los museos? Parece tarea difícil, ya que resulta inevitable renunciar a las figuras fundamentales.
No obstante, los comisarios Hélène Leroy, Fabrice Hergot y Geaninne Gutiérrez-Guimarães han tratado de abrir su mirada también hacia aquellas figuras femeninas que hace un siglo pasaron inadvertidas: Suzane Valadon, Chana Orloff, Valentine Prax, Dorothea Tanning o María Blanchard.
De entre todas ellas, destaca con fuerza la presencia de esta última, nuestra cubista más internacional, cuya figura ya se trató en una monográfica en 2012 en el Reina Sofía. De esta pintora santanderina se exhiben hasta seis cuadros con diversas escenas cotidianas, desde maternidades o retratos hasta trabajos artesanales.
Según explica Hergot, comisario y director del museo que presta las obras, la exposición es «una relectura del siglo XX. Se trata de mostrar la vanguardia desde nuestra perspectiva contemporánea; buscamos una lectura más matizada, con mayor riqueza y más permeable a la sensibilidad actual. El nuevo elemento que aporta esta exposición es mostrar cómo el papel de las mujeres artista en esos movimientos no fue para nada marginal, aunque muchos de sus cuadros fuesen en aquel momento invisibles».
Esta «mirada refrescante» al siglo XX plantea un recorrido temático –por movimientos–, aunque eso significa que se mantiene el orden cronológico. En la sala 305 se encuentran los fauves con Matisse a la cabeza, aquellos salvajes que se atrevieron a usar el color a su antojo, desde los suelos violetas de Derrain a los paisajes psicodélicos de Vlaminck. Ellos fueron los primeros en recoger el testigo antiacademicista de los impresionistas y mostrar públicamente sus creaciones en el Salón de Otoño en 1905. Tras los fieras llegaron los cubistas –1907– con una mirada más analítica y fragmentada: Picasso, Braque, el matrimonio Delaunay, la mencionada Blanchard, Léger o Metzinger.
La sala central –306– está ocupada por la mal llamada Escuela de París, que aglutinó a una serie de autores venidos de diferentes partes y con diversos estilos. Chagall, Modigliani o Van Dongen son buen ejemplo de esa riqueza artística durante el periodo de entreguerras. Aquí se descubren además nombres menos conocidos como la pintora y grabadora francesa Marie Laurencin, la escultora ucraniana Chana Orloff o la también francesa Suzane Valadon (modelo que pasó a ser pintora y que hizo el primer desnudo masculino).
El periplo parisino se cierra con las composiciones surrealistas de Man Ray, Max Ernst o André Masson, Jean Arp, Wifredo Lam y Francis Picabia (este último con una pieza adquirida en 2018 que curiosamente perteneció a la colección particular de Arp). Se agradece ver a la multidisciplinar Tanning, cuya longeva vida y prolífica obra también se mostró en el Reina Sofía hace años.
Nacido en 1924, el Surrealismo germinó como revulsivo tras la Primera Guerra Mundial. En esta ocasión, el descubrimiento es Prinner, una artista nacida Anne que llegó a París para cambiarse de género, convertirse en Anton y desarrollar una labor escultórica inspirada en formas clásicas egipcias.
Del Fauvismo al Surrealismo: obras maestras del Musée d’Art Moderne de París plantea, por tanto, un retorno a la vanguardia de siempre con ojos renovados. Una muestra que cuenta con el patrocinio de la Fundación BBVA y que podrá verse hasta el 22 de mayo. Sol G. Moreno