¿Qué esconde la trasera de ‘Las meninas’ del Prado?
El Museo del Prado presenta Reversos, una exposición que se centra en la cara oculta de las obras. Es una singular propuesta que muestra muchas de las creaciones al revés, es decir, con la pintura contra la pared y los bastidores a la vista; con sus etiquetas, sellos, dibujos preparatorios e incluso obituarios.
Imaginen entrar a una exposición y observar casi todos los cuadros contra la pared. ¿Se adentrarían a verla? Es probable que, tras los primeros segundos de duda, sintiesen curiosidad por saber por qué las composiciones de Fra Angelico, Andrea del Sarto o Lucas Velázquez parecen estar castigadas. Tal vez les gustaría entender cómo es que el comisario –en este caso Miguel Ángel Blanco– ha tenido la ocurrencia de exponer tales obras maestras de semejante forma.
Así es como habitualmente los conservadores, restauradores y profesionales de museos se acercan a las piezas: desde todos los ángulos y perspectivas; entendiéndolas como una obra de arte total, no fijándose solo en la capa pictórica.
Porque la trasera normalmente ofrece mucha información sobre el soporte, su estado de conservación, la llegada de la pieza a la institución o su procedencia. A veces, incluso conserva las pegatinas de las exposiciones en las que ha participado.
El reverso de Verdugo cabeza de san Juan Bautista de Orazio Gentileschi, por ejemplo, explica que la pintura fue trasladada de tabla a lienzo, y La Virgen de Lovaina de Van Orley conserva unas palabras del director del museo justificando el borrado de una inscripción al dorso para cambiar el engatillado del soporte.
El privilegio de asomarse a esa parte de atrás de las pinturas ahora también la podemos tener los visitantes gracias a Reversos, la exposición del Museo del Prado que nos invita a que descubramos todos los secretos que se ocultan en las traseras de los cuadros.
Así, de espaldas a la pintura, es como discurre parte del recorrido por la exposición, que da la bienvenida al público con la gran trasera de Las meninas –en realidad una obra de Vik Muniz–, que refleja fielmente todo cuando se puede ver en el original. Desde remaches, manchas de óleo y vetas en la madera del bastidor, hasta el mismo número de hilos de lino que posee el lienzo o los restos de adhesivo que aún se vislumbran en la parte superior del marco. El artista brasileño pudo estudiar todos esos detalles a partir de una fotografía tomada en 2018, cuando el cuadro de Velázquez se descolgó para someterlo a un estudio técnico.
Precisamente el maestro barroco y su principal pintura −que muestra una trasera de lienzo en casi una quinta parte de la composición−han sido el punto de partida de este proyecto. «Todo nace de la indicación de Velázquez, que nos dice: ‘Mirad desde atrás’. Eso nos recuerda que la pintura es un trampantojo. Aquí la trasera de Muniz funciona como una puerta de ingreso de la que salimos transformados», explica Miguel Ángel Blanco.
La idea de esta exposición surgió hace siete años, cuando el comisario le propuso a Miguel Falomir investigar en los fondos del museo sobre la parte de atrás de los cuadros. A aquella sugerencia inicial le siguió un trabajo de investigación, de visitas a los almacenes del Prado y al taller de restauración, donde no solo ha habido que recuperar la habitual capa pictórica, sino también el soporte y todo cuanto se encontraba en la parte trasera.
Con el tiempo el proyecto fue creciendo, de modo que se sumaron préstamos excepcionales como el Autorretrato de Van Gogh de su museo en Ámsterdam, que nunca se había expuesto en España, y nombres modernos hasta ahora inéditos en la pinacoteca: Pistoletto, Tàpies y Magritte entre ellos.
Por todo ello Reversos es una muestra singular. El montaje, la luz, el tipo de obras, la forma de circular por las salas… Todo resulta diferente, como diferente es, también, la forma de acercarse a las obras. Es cierto que muchas se muestran solo por la parte de atrás, pero la mayoría se pueden rodear para descubrir que contienen información interesante por ambas caras.
En total se pueden ver 105 obras que abarcan desde la baja Edad Media hasta la actualidad, muchas de ellas procedentes de los fondos propios del museo (creo que nadie hubiese imaginado poder asomarse a la armadura del Carlos V de Leoni como ahora). Aunque también hay algunas llegadas de una treintena de museos e instituciones extranjeras, como ese Artista en el taller de Rembrandt venido de Boston que rara vez se presta.
Hay cuadros que ofrecen composiciones por las dos caras, como Batalla de Cholula/Aves en un humedal de Juan y Miguel González o Desnudo de rodillas ante un biombo/Desnudo sentado con pierna doblada de Ernst Ludwig Kirchnner («el artista que más reversos ha pintado, unos 35, quizá porque era más pobre que las ratas» y aprovechaba el soporte por ambos lados, según el comisario).
Entre las escenas más pícaras, Monja arrodillada de Martin van Meytens; la composición original muestra a una religiosa rezando mientras que, por detrás, la actitud cambia por completo (es lógico pensar que la ‘segunda’ versión quedase destinada a un ambiente más íntimo).
Entre los hitos de la muestra, patrocinada por la Fundación AXA, destacan capítulos como «El bastidor como cruz» con un par de impresionantes obras de Tàpies y Miró, a las que se suma una crucifixión que sirve de metáfora de cómo se agarra el lienzo al bastidor (con clavos).
Aunque lo que más sorprendente de esa sección sea, quizá, el conjunto de unos listones astillados dispuestos a modo de capilla. Pertenecieron al bastidor original del Guernica, «probablemente el cuadro más castigado de la historia», y estuvieron durante años abandonados en el MoMA hasta que en 2017 el Reina Sofía los recuperó para sus fondos.
El reverso de El Éxtasis de la Magdalena de Carracci y sus alumnos esconde un palimpsesto de seres imaginarios, mientras que tras el Autorretrato atribuido a Orazio Borgiani se adivina un rostro fantasmagórico.
Dice Javier Solana que con esta exposición «se ha dado la vuelta al museo» y tiene razón. Pero no ha sido por puro capricho, sino para ahondar en aspectos poco conocidos de las obras. «Me gusta decir que cuando uno ve el cuadro y su reverso es como ver arqueología; se aprecian las capas y se obtiene conocimiento. También es una especie de juego, como Alicia en el País de las Maravillas cuando entra en otra dimensión», confiesa Falomir, responsable del Museo del Prado.
Juguemos, pues, y dejémonos guiar por la curiosidad. Espiemos el lado oculto de todas estas piezas que solo estarán así por tiempo limitado: hasta el 3 de marzo de 2024. Porque después, los reversos volverán a estar condenados a la pared. Sol G. Moreno