¿Puede ayudar el arte a incorporar los valores del océano?
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y TBA21 abren al público hoy y hasta el 28 de enero Inteligencia líquida, una exposición colectiva que cuenta con el patrocinio de Urbaser, empresa líder en soluciones medioambientales. Comisariada por Chus Martínez, Soledad Gutiérrez y María Montero, reúne obras de ocho artistas internacionales (Saelia Aparicio, Lucas Arruda, Anne Duk Hee Jordan, Sonia Levy, Jumana Manna, Ana Mendieta, Beatriz Santiago Muñoz e Inês Zenha), que han puesto el foco en los océanos, elementos indispensables para el bienestar del planeta. Los trabajos exploran la interacción entre el arte y la ciencia porque tanto la cultura como el arte son vehículos transformadores sociales y medioambientales.
Guillermo Solana, director artístico del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, que esta exposición se enmarca en un tema recurrente para TBA21 y que nuevamente evoca una toma de conciencia contemporánea sobre redes inteligentes y ecosistemas de los que todavía no sabemos ni una mínima parte. Y añadió que los proyectos de los ocho artistas no plantean un discurso académico sino un enfoque de un profundo lirismo.
Por su parte, el CEO de Urbaser, Fernando Abril-Martorell, afirmó que «es la primera vez que esta compañía apuesta por un proyecto artístico, que enlaza con nuestra visión de ayudar a que nuestro planeta sea un lugar más habitable».
Markus Reymann, codirector de TBA 21 junto a Rosa Ferré, destacó que quieren reforzar su presencia en Madrid y que van a seguir preocupados y ocupados por el medio ambiente y la conservación del planeta. Y en ese sentido investigando e innovando sobre qué sabemos de los océanos, colaborando con instituciones como el Max Planck y otras actividades como las desarrolladas en Venecia con Chus Martínez.
«Somos conscientes que la situación es complicada pero queremos dar un nuevo enfoque, plantearnos cómo son nuestras relaciones con ellos. Sin ser valientes no hay posibilidad de cambio y por eso debemos interactuar integralmente, recopilar información, evaluar la situación del coleccionismo y fomentar programas de residencia con artistas.
Chus Martínez, una de las comisarias, subrayó que la carga de información de esta exposición es mínima. «El arte contemporáneo sirve para prepararnos a los cambios que se están produciendo y ayudar a que los sentidos asuman esa experiencia». Y prosiguió diciendo que tenemos que abrirnos a esa idea como nos interpelan los trabajos de Ana Mendieta, Inês Zenha, Sonia Levy, Saelia Aparicio, Anne Duck Hee, Lucas Arruda, Jumana Manna o Beatriz Santiago.
Uno de los ejes conceptuales de la muestra es entender el océano como inteligencia líquida porque como sugiere la comisaria entender esto «no solo nos permite cuidarlo y amarlo, sino que también exige que lo aceptemos como una entidad con agencia y capacidad para decidir y proponer futuros desde su propia perspectiva».
En la muestra coexisten diferentes disciplinas plásticas, algunas obras pertenecen a la Colección TBA21 (Lucas Arruda, Jumana Manna y Ana Mendieta), tres creaciones han sido realizadas para exponerse en Madrid (Saelia Aparicio, Inês Zenha y Anne Duk Hee) y dos nuevas producciones encargadas por la Fundación TBA 21 (Beatriz Santiago Muñoz y Sonia Levy).
El recorrido comienza con la videoinstalación Ziggy y la estrella de mar (2016-2022) producida por Anne Duck HeeJordan, con esa estela de larvas, virus y bacterias que habitan el fondo de los mares. Sigue con esas cuatro pinturas de Lucas Arruda sobre el Amazonas de la serie Deserto-Modelo (2019-2023), una sublimación poética que llega a captar la naturaleza enigmática de la luz y el paso del tiempo, invitándonos a contemplar de un modo tranquilo ese paraíso natural para conmovernos.
Llama poderosamente la atención en la segunda sala camino de la tercera la serie Enredos (2023) de Inês Zenha, seis composiciones monumentales, lo que denomina Frente Atlántico la comisaria. Esas obras son una especie de seis ventanas que recuerdan lo que vemos en los acuarios con esas figuras, a veces humanas y a veces animales, sumergidos en el agua en esas gradaciones de azul, uno de los códigos cromáticos del líquido elemento. Y cómo no mencionar la original forma que Saelia Aparicio tiene de recrear los intentos de nuestra especie de penetrar en el agua y de convertirnos en seres híbridos con el lenguaje simbólico.
Hay un par de ejemplos de Ana Mendieta, como esa obra impresa en gelatina de plata, datada en 1981 en los bosques de Iowa (USA), tres esculturas de la artista palestina Jumana Manna en esas tres tuberías, una en forma de boca, que apela a la sensación que tenemos de los materiales que se extraen de la tierra.
Y los trabajos audiovisuales de Beatriz Santiago Muñoz, fechado en 2023 y titulado Pájaro, cómeme, que se centra en el universo caribeño con los ritmos vitales de ese ámbito geográfico y humano; y el trabajo de Sonia Levy, Te desposamos, mar, en señal de un verdadero y perpetuo dominio (2023), que estudia la Serenissima y su laguna. Aunque sean dos proyectos diferentes por metodología tienen en común la observación que mide el impacto de la vida y la acción humana en un ecosistema.