Pasillos llenos, muchas ganas y alguna venta en el primer día en ARCO
Un año más, los pabellones 7 y 9 de Ifema se llenan hasta el 26 de febrero de galeristas, artistas y coleccionistas ávidos de obras contemporáneas. En esta ocasión participan 211 galerías –en su mayoría extranjeras– que apuestan por la pintura, pero también por la escultura y la instalación. El vídeo y la fotografía han mermado en esta 42º edición que mira al Mediterráneo.
Algo pasaba ayer en Ifema. Pasillos llenos en ARCO, grupos de coleccionistas en visitas guiadas y gente por todas partes, como hacía tiempo que no se veía el primer día. Ya lo vaticinaba su directora, Maribel López: “Percibimos mucho interés y ganas de comprar. Veremos si esas impresiones se cumplen”.
Parece que los buenos resultados del año pasado, tanto de visitas como de ventas, se han traducido en una confianza en la feria que aspira a superarse en este 2023. Aunque no será fácil, después de la celebración tardía de su 40 cumpleaños –en realidad 40+1– de 2022, que en su momento bautizamos como la edición de la opulencia.
Entonces participaron 185 galerías de las más fieles a la cita, la mayor del arte contemporáneo a nivel nacional. Esta vez, ese número sube hasta las 211, cifra algo superior a los estándares habituales de ARCO, que suele rondar los dos centenares. “Pero la ocasión lo merecía”, insiste López antes de recalcar que más del 65% de ellas son extranjeras (y un tercio latinoamericanas, porque esta cita siempre ha mantenido su interés por todo lo que ocurre en los países de habla hispana).
No en vano ARCO es el mejor termómetro del mercado del arte, por mucho que algunos quieran seguir identificando la feria del siglo XXI con aquella cita cultural de décadas anteriores en las que triunfaba lo transgresor
Las previsiones para esta 42º edición son, por tanto, superar las ventas del año anterior. Una expectativa que no ocultan ni sus organizadores ni el director general de IFEMA, Juan Arrizabalaga. “Tras dos años de ralentización, esperemos que esta edición sea definitiva para el asentamiento del mercado”.
De momento, ya se ha vendido una tela que lleva Secundino Hernández a Ehrhardt Flórez, varias piezas de la artista mexicana Laura Anderson Barbata expuestas en la Marlborough y un par de cuadros de Gori Mora en Pelaires, (el artista vuelve a triunfar en la galería mallorquina, como el año pasado).
La Fundación Masaveu ha adquirido Racimos de uvas de Maruja Mallo en Guillermo de Osma el pasado martes, día en el que se realizaron muchas de las ventas (cuando acudieron, entre otros, Borja Thyssen y Blanca Cuesta).
No en vano ARCO es el mejor termómetro del mercado del arte, por mucho que algunos quieran seguir identificando la feria del siglo XXI con aquella cita cultural de décadas anteriores en las que triunfaba lo transgresor, lo provocador y la contracultura.
Aquellos tiempos ya pasaron, aunque todavía perdura algún rescoldo, como la obra Aquí murió Picasso de Merino presente en la galería ADN. Puede que la figura yacente del malagueño muerto sea protagonista de todos los memes este año, pero dudo que se venda.
2023 es una edición con armonía, mesura y buenas piezas, como viene siendo habitual desde la época de Carlos Urroz.
Esta parece ser la única nota discordante de una edición con armonía, mesura y buenas piezas, como viene siendo habitual desde la época de Carlos Urroz. No faltan los grandes maestros como Miró, Saura o Juan Muñoz que se antojan un poco clásicos para la feria. Afortunadamente aparecen en su justa medida, junto a multitud de artistas vivos de renombre como Jaume Plensa –nunca falta en Lelong–, Guillermo Pérez Villalta, Ignasi Aballí, Carlos Bunga, Ángela de la Cruz, Rogelio López Cuenca, Tomás Saraceno, Markus Oehlen o Ai Weiwei (en Neugerriemschneider).
La tónica por los pasillos llenos en ARCO parece haber variado poco con respecto a 2022, aunque sí se perciben ciertos cambios. El año pasado hubo una presencia abrumadora de pintura, especialmente figurativa, pero también de fotografía y grabados. Es decir, mucha pieza bidimensional, la perfecta apuesta segura para llegar a todo tipo de coleccionistas.
En esta ocasión, la figuración ha dejado paso al expresionismo y la abstracción. Además, la fotografía ha desaparecido prácticamente, lo mismo que el vídeo y las nuevas tecnologías. Max Estrella es una de las pocas que lleva obras de este tipo, como Recurrent Anaximande de Rafael Lozano-Hemmer o El 3 de mayo en Madrid, una instantánea de Jorge Fuembuena.
Ese hueco lo ocupa ahora la escultura, que renace con fuerza en muchos de los espacios de la feria. La cerámica de Cristina Mejías, por ejemplo, puede contemplarse en Alarcón Criado, mientras que en el stand de Artnueve encontramos diversas piezas de Sergio Porlán, Claudia Rebeca Lorenzo o Pablo Capitán del Río. Por su parte, Bombom ha llenado su hueco con las formas orgánicas de silicona y plástico de burbuja de Eva Fàbregas.
Por supuesto, no faltan las grandes damas del arte contemporáneo, como Helga de Alvear, Elvira González y Juana de Aizpuru. Sin ellas, ARCO no sería lo que es hoy en día. Sus stands nunca defraudan, con nombres de primera fila como Manolo Quejido o Ángela de la Cruz en el caso de la galerista alemana, y López Cuenca o García Alix en el caso de la fidelísima Juana de ARCO.
De la galería Marlborough, por ejemplo, cabe destacar su esfuerzo por cambiar radicalmente su colección y actualizarse. Ha pasado de exhibir a los grandes maestros como Antonio López o Manolo Valdés –presentes en anteriores ediciones con el cuadro más caro de la feria– a apostar por autores jóvenes o menos conocidos en nuestro país como la mencionada Laura Anderson Barbata.
Fernández Braso apuesta por la pintura figurativa gracias a Isabel Villar y Guillermo Pérez Villalta, que combina perfectamente con las piezas escultóricas de Arturo Berned y Cristina Almodóvar. Ofrece incluso uno de los pocos dibujos de la feria, firmado por Guillermo Martín Bermejo. La sensación es que las galerías latinoamericanas arriesgan un poco más, baste citar El tendedero, una instalación colectiva hecha con ropa de la argentina W-Galería o Pájaros en la cabeza de Bernardo Oyarzun presente en la chilena Patricia Ready.
Entre los pasillos llenos y ordenados en ARCO; un espacio concebido de manera independiente y distinto color marca los límites de las obras expuestas en el apartado temático: El Mediterráneo, un mar redondo.
Trabajos de toda índole –Asunción Molinos Gordo, Laia Estruch o Jannis Kounellis–se exhiben en este laberinto de paredes y rincones esquinados situado al fondo del pabellón 7.
El número de obras expuestas en un espacio tan reducido abruma al visitante que, un año más, vuelve a sentir ese optimismo entre los participantes. Sol G. Moreno