Memoria y materia de Chillida
El Meadows Museum organiza en colaboración con el Salvador Dalí Museum de Florida la primera exposición individual del escultor en Dallas, gracias a la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce de Hernani, prestamista exclusivo de las piezas.
Chillida abandona el hogar. Su amada tierra vasca se ha quedado parcial y temporalmente huérfana, pues la Fundación que gestiona el legado del escultor ha sacado de gira parte de los tesoros que alberga en Hernani. Más de medio centenar de obras ha viajado a Estados Unidos para mostrar al público americano la esencia y origen de unas creaciones que no pueden entenderse sin la referencia donostiarra.
“Cuando conocí la tierra con la que yo quería trabajar, le puse la mano encima y enseguida me di cuenta por el oído, que me decía que era posible hacer mi obra en ella”, afirmó el autor en una ocasión. Esa mano maestra es la que le guió cientos de veces sobre el hierro, la piedra, la cerámica o el alabastro. También sobre el papel, por supuesto, que ‘garabateó’ incansablemente durante toda su vida con la mano zurda, tal era su habilidad con el lápiz (Chillida era diestro).
Esta variedad de soportes queda reflejada en los 66 trabajos –dibujos, collages, gravitaciones, obra gráfica e incluso libros de artista– presentes en Memoria, mente y materia: esculturas de Eduardo Chillida. Las obras recalan ahora en el Meadows de Dallas, tras su paso por Florida, para ofrecer una visión panorámica de la producción del escultor, considerado como uno de los principales nombres de la vanguardia española.
El recorrido se centra en la producción madura de su carrera, cuando produjo algunas de sus creaciones más relevantes, como el Peine del viento (1976) o Elogio del horizonte (1990). Evidentemente, ninguna de estas dos monumentales esculturas –símbolo de San Sebastián y Gijón respectivamente– están presentes, pero sí pueden contemplarse algunos trabajos casi inéditos hasta el momento, como Gravitación. Elogio del agua (1987) o Tierra M32 (1996).
Ignacio Chillida, hijo del artista, y William Jeffet, conservador del Salvador Dalí Museum de St. Petersburg (Florida), han sido los encargados de seleccionar las obras, que proceden íntegramente de la Fundación creada por el propio artista. Cada una de ellas refleja su interés por el volumen en el espacio, la música y la filosofía. Además, el público puede completar la visita con otra muestra complementaria, abierta también hasta el 3 de junio y comisariada por Amanda W. Dotsheth. Se titulada Chillida en Dallas: de música at the Meyerson y gira en torno a la monumental escultura ubicada frente al Morton Meyerson Symphony Center de la ciudad (On Music XV).
Eduardo Chillida (1924-2002) nació y murió en San Sebastián. Se consideraba a sí mismo como “un árbol adecuado a su territorio, enraizado en su tierra pero con los brazos abiertos al mundo”. Durante toda su carrera permaneció fiel a dos constantes: el espacio y la forma. Sus esculturas de metal descansan en decenas de paisajes como un legado imborrable. Obras como el Peine del viento, que parece una poesía dibujada en el espacio; reflexiones orgánicas de acero hechas a golpe de martillo concebidas para descansar junto a “su maestra” la mar para siempre. Sol G. Moreno