Los Reyes inauguran el lunes ‘Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria’
La commemoración del bicentenario del Museo del Prado arranca el próximo lunes 19 con la inauguración por parte de los Reyes de España de la gran muestra conmemorativa Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria, que será la mejor introducción al resto de actividades expositivas y de carácter académico programadas por el primer museo de nuestro país. Comisariada por Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española (hasta 1700), reúne alrededor de 168 obras originales, 134 del propio Museo del Prado y otras 34 de museos e instituciones nacionales e internacionales de siete países, que permitirán un recorrido didáctico por su rica historia y el diálogo permanente entre la pinacoteca y la sociedad española, porque en muchos sentidos sus avatares han estado íntimamente ligados al devenir político, social y cultural de España, a través de numerosas aristas: el patrimonio artístico español, las tendencias del coleccionismo que ha permitido mejorar los fondos y que el Prado se ha convertido en un lugar inspiracional no sólo para artistas plásticos sino también para escritores e intelectuales que han reflexionado y lo siguen haciendo sobre nuestro pasado, nuestra identidad colectiva y sobre una mirada de esperanza al futuro.
En la presentación de la exposición que ha tenido lugar esta mañana en el Museo del Prado, su director Miguel Falomir ha subrayado que las actividades programadas son coherentes y pretenden paliar las deficiencias que puedan tener las colecciones del Museo, desde la pintura holandesa al Quatrocento italiano, la pintura de mujeres y añadió que esta primera exposición supone una reflexión sobre la historia del museo y calificó la muestra de importante, visualmente atractiva, necesaria y emocionante para los aficionados al arte. Por su parte, Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado, desgranó algunas de las principales actividades que tendrán lugar, desde el Concierto de esta tarde titulado Circa 1819. Música en torno a la fundación del Museo del Prado, con piezas de María Luisa de Borbón, Marcos Portugal, Brunetti, Rossini y Mozart; los programas Vestir el Prado, haciendo de la necesidad virtud para cubrir con telas de las obras maestras del Museo toda la zona en rehabilitación; y De Gira por España, que ahondará en la política de los depósitos del Prado, con más de 3.000 obras depositadas, y que ahora llevará una obra maestra de la colección a 16 Comunidades Autónomas y a Ceuta y Melilla; y por último la semana próxima habrá cuatro días de puertas abiertas (19, 23, 24 y 25 de noviembre), y el 24 de noviembre habrá una experiencia participativa e inmersiva con un espectáculo de la Fura dels Baus y un videomapping para repasar los 200 años de vida del Museo.
Javier Portús hizo una presentación emotiva y muy inteligente de la exposición, subrayando que en los diferentes ámbitos en los que ha dividido la muestra «lo patrimonial está sobrevolando toda la exposición» porque no en vano dentro del material documental ha incluido el primer documento de 1933 con una primer Ley de Patrimonio, nunca derogada por la dictadura de Franco, y la de 1985, tan importante para la andadura posterior del Museo desde hace 33 años. Y afirmó recordando a Ramón Gayá, pintor y escritor, que el Prado es una especie de patria en la que reconocernos y que ha aglutinado el orgullo colectivo.
El comisario ha seleccionado tanto fondos artísticos como documentales dispuestos en ocho ámbitos cronológicos o temáticos, en los que se puede ver la evolución del Museo desde que fuera fundado por María Isabel de Braganza y cómo muchos artistas de los siglos XIX y XX han dialogado con las pinturas de los maestros que albergaba el Museo: Manet, Renoir, Juan Gris, Picasso, Miró, Pollock o Arikha, por mencionar algunos. Además de pinturas y reproducciones fotográficas hay un conjunto de piezas que ayudan a enriquecer la mirada de los visitantes: cartelas, mapas, gráficos e instalaciones que hacen más comprensible el viaje a través de uno de los museos más admirados del mundo y que quizá sea uno de esos espacios con mayor personalidad en España, que no sólo concita nuestra admiración sino también el orgullo de pertenencia a una cultura y a un país.
La primera parte, 1819-1833 El Museo Real, constituye un reflejo de la política patrimonial de la Ilustración, al darse los primeros pasos para elaborar un inventario de la riqueza patrimonial española, la reivindicación y puesta en valor de los artistas españoles dentro de esos fondos, así como las adquisiciones de pintores españoles poco representados y la búsqueda para acercar las colecciones reales al público interesado, siempre mirando nuestro entorno internacional tanto de la apertura del Louvre primero como la posterior de la National Gallery de Londres o el Berlín poco después, todos ellos abiertos con pocos años de diferencia.
Un período importante, objeto de la segunda parte titulada 1833-1868 El Museo de la Trinidad. El descubrimiento europeo del arte español, se dedica en parte al devenir y a la dispersión de la pintura antigua en ese período, tanto por los conflictos bélicos, la posterior desamortización de Mendizábal de 1835 y la crisis económica que trajo consigo que los bienes históricos se diseminaran o destruyeran. Eso supuso consigo el progresivo fortalecimiento de colecciones particulares y de algunos museos como el Museo de la Trinidad, fundado en 1838 con piezas procedentes de la desamortización en Madrid y provincias cercanas, que finalmente se fusionó con el Prado en 1872, aportando alrededor de 1.000 obras, muchas de ellas de artistas poco representados en el Prado como Pedro Berruguete, Carducho o Maíno, junto a varios cuadros de El Greco, entre otros creadores, cubriendo algunas de las lagunas del joven Prado- solo tenía 53 años desde su apertura-, sin olvidar que algunas de las obras de las colecciones Osuna o de los duques de Pastrana terminaron en el Museo del Prado. Tanto las guerras como la desamortización con salida de muchas obras fuera de España hicieron que la pintura española alcanzara un mayor prestigio por su exhibición en otros grandes museos europeos.
El tercer ámbito 1868-1898. La nacionalización del Prado. Una meca para los pintores, parte de cómo la revolución liberal trajo consigo la nacionalización del museo y que cuatro años después se incorporarán los fondos del Museo de la Trinidad. Se pasó del museo real a un museo de carácter nacional y ahí remarcó su punto referencial entre las instituciones culturales españolas y a finales del siglo XIX deja de ser un museo que solo expone arte antiguo para exponer pintura contemporánea que se hacía en España desde mediados de esa centuria y esa “viveza” también sirvió de fuente de inspiración para artistas nacionales y europeos al aprender de los maestros antiguos y de la pintura naturalista, muy bien representada por Velázquez, que influiría a Manet, Sargent, Rosales, Sorolla o Picasso, entre otros. Incluso hubo aproximaciones para fijar el canon estético en la pinacoteca cuando se creó la Sala de la Reina Isabel, que exponía las consideradas obras maestras del Prado.
En 1898-1931. Una Edad de Plata. Progresos científicos. la creación del Patronato, reúne un conjunto de piezas que nos habla de la especialización histórica del Prado y la aplicación de métodos científicos para avanzar en la organización historiográfica y la difusión de sus colecciones, así como dotarse de una gobernanza más ágil. En ese sentido uno de los hitos fue la celebración del tercer centenario del nacimiento de Velázquez en 1899 dedicándole la sala más importante del museo, y posteriormente con las monográficas a Murillo, Ribera y Goya. Y ya en 1912 se creó en aras de modernizar el Museo el Real Patronato, que constituido por historiadores del arte, coleccionistas y algunos políticos supondría profesionalizar y dinamizar la investigación en el Museo, lo que traería consigo un mayor rigor científico y la posibilidad de incorporar obras medievales o de principios del Renacimiento.
Y eso enlaza con Donaciones y legados, tan importantes para entender la conformación actual del Prado, que se ha visto enriquecida por la generosidad de numerosos coleccionistas que no solo han hecho posibles que se reúnan obras muy significativas de Francisco de Goya, de ejemplos muy notables de pinturas flamencas e italianas de la Edad Moderna, a la pintura española del siglo XIX y a varias esculturas que ocupan un lugar de privilegio dentro de las colecciones, en una demostración de lo que suponen las donaciones colectivas y particulares.
La sexta parte está dedicada al período 1931-1939, con los sucesos de la República y la Guerra Civil, dos momentos que tuvieron una incidencia en la vida del Museo. Primero con la promulgación de una ley de patrimonio que supuso un primer paso para lo que conocemos hoy y sobre todo por la difusión y democratización de acceso a la cultura que supuso el Museo circulante, iniciativa de las Misiones Pedagógicas para llevar a muchos rincones copias de las obras maestras del Museo.
Con la Guerra Civil hubo que evacuar los cuadros más importantes del Museo, primero a Valencia y muchos de ellos terminaron en Ginebra, ciudad en la que organizó una exposición con dichas obras. Aquí los visitantes encontrarán fotografías, mapas, grabaciones de época, que sirven para rememorar estos decisivos años en la vida del Museo.
El período franquista abarca desde 1939 a 1975 pero ya el Prado era un lugar importante de la cultura occidental, siendo uno de los faros que inspiraba a escritores e intelectuales, además de a numerosos artistas plásticos: pintores, escultores, fotógrafos y cineastas, con ejemplos como Pollock, Motherwell, Zoran Music, el Equipo Crónica, Antonio Saura, sin dejar de subrayar la fascinación que para otros artistas modernos y contemporáneos tuvo la contemplación de Las meninas, desde Oteiza y Arikha, a Picasso y Hamilton. El desarrollo del cine y la fotografía ha contribuido a atesorar numerosas instántaneas y grabaciones con personalidades y visitantes anónimos por las salas del museo, reforzando cómo el Prado había logrado un lugar destacado en nuestro imaginario colectivo.
Por último, 1975-2019. Una historia compartida supone un reencuentro emocional con uno de los períodos históricos más singulares de la vida del museo, tanto por las obras que han llegado a la institución, por su grado de autonomía con la Ley de Patrimonio de 1985 que ha ayudado a salvaguardar el patrimonio colectivo, a través de los instrumentos que ofrece la ley: derecho de tanteo y retracto, la dación y la donación por pago de impuestos, así como la no exportabilidad de algunas piezas. Sin esos medios algunas de las obras que hoy forman parte de las colecciones del Museo se habrían ido a otras colecciones públicas y privadas extranjeras.
Y conviene resaltar su decidida apertura al público, su accesibilidad física o virtual, tanto a la colección permanente como a las grandes exposiciones temporales, que sirven al Museo tanto en sus instalaciones de Madrid como en la exhibición de piezas del Prado por España y otros países atraídos por sus obras maestras. Eso junto a una oferta educativa rigurosa y la potenciación de las nuevas tecnologías ha hecho que el Prado esté al alcance de todos. En la última parte hay dos aspectos importantes, uno la sala para que las personas con capacidades diferentes puedan disfrutar del Noli mi tangere de Correggio y varias fotos de los visitantes que se acercan al museo ya que para ellos se conserva y trabaja en la difusión de un patrimonio tan valioso como incalculable. El recorrido por esta muestra es una invitación a seguir disfrutando de uno de los lugares más vivos y únicos de la cultura española. Julián H. Miranda
Del 19 de noviembre al 10 de marzo de 2019