Los museos desangran sus colecciones
Cada vez son más las instituciones privadas que se ven obligadas a sacar a la venta obras de sus colecciones para poder sobrevivir. Si hace una semana el Museo de Brooklyn de Nueva York anunciaba la subasta extraordinaria de una docena de piezas, ahora es la Royal Academy de Londres quien buscar aliviar sus deudas al ofertar su ‘Tondo Taddei’ de Miguel Ángel al mejor postor (si el Consejo finalmente acepta la propuesta esta semana).
No es ningún secreto que la pandemia se está llevando por delante no solo vidas humanas, sino también parte del tejido empresarial de todo el mundo. En el caso de la cultura, y más concretamente del arte, las pérdidas son cuantiosas en el ámbito de las galerías, subastas y ferias, además de afectar a la economía de los propios autores.
El panorama no se presenta mucho mejor en los museos, que han visto cómo el número de visitantes –y turistas– bajaba drásticamente con el control de aforos. Quizá uno de los casos más notables sea el Rijksmuseum de Ámsterdam, que ha pasado de recibir 12.000 asistentes diarios a apenas unos 2.000, según advierte Mariya Gabriel, comisaria europea de Innovación, Investigación, Cultura y Juventud en la entrevista que publicamos en el próximo número de la revista (ARS48).
Frente a esta coyuntura, los directores de museos se han visto obligados a buscar financiación por su cuenta, ya que las ayudas institucionales no bastan para cubrir las pérdidas millonarias. Y si lo único que les queda son obras de arte que descansan ahora solitarias en salas y almacenes, ¿por qué no intentar cubrir gastos con la venta de algunas de ellas? La cuestión es ciertamente peligrosa, ya que abre un camino apenas transitado hasta ahora –en Estados Unidos de hecho estaba prohibido hasta que llegó el coronavirus–, además de plantear un debate sobre dónde reside realmente la riqueza de un museo: en su colección o en su rendimiento económico.
En cualquier caso, y mientras las ayudas prometidas llegan, algunas instituciones ya han actuado para evitar el cierre de sus instalaciones. Porque los sueldos de los trabajadores y el correcto mantenimiento de las obras de arte no puede esperar. El Museo de Brooklyn, por ejemplo, va a subastar una docena de obras de su colección, en una iniciativa completamente inaudita. Lo cierto es que antes de la pandemia este museo ya se encontraba en una situación crítica y el parón causado por la COVID-19 no ha hecho más que acentuar sus problemas.
La semana pasada anunciaba que pondría a la venta 12 importantes pinturas de Courbet, Corot, Lucas Cranach el Viejo, Charles-François Daubigny, Giovanni dal Ponte y Francesco Botticini, entre otros, para poder pagar sueldos. “Esto es algo que nos resulta difícil de llevar a cabo, pero creemos que es lo mejor para la institución y el cuidado de las colecciones”, mantiene la directora Anne Pasternak. La subasta tendrá lugar el 15 de octubre en Christie’s y el equipo directivo espera recaudar 40 millones de euros.
Este es el primer centro americano de cierta relevancia en beneficiarse de las nuevas regulaciones de la Asociación de Directores de Museos de Arte, que desde abril permite desprenderse de piezas propias siempre que sea para el “cuidado de sus colecciones”. De este modo, y durante un periodo de dos años –hasta el 10 de abril de 2022–, la asociación estadounidense no penalizará a aquellos museos que vendan sus piezas para cubrir los gastos básicos. Es de esperar, por tanto, que en los próximos meses aparezcan más iniciativas similares. Porque esto no es un hecho aislado.
Lo cierto es que también en Europa se han dado casos semejantes. En julio el Museo Rodin de París ya había tomado esta drástica decisión, y aprovechó su reapertura al público para anunciar la venta de una edición limitada de bronces fundidos a partir de los moldes del escultor del Pensador (aunque aquí no hay que lamentar pérdida de obra, porque se trata de creación de piezas nuevas). Los responsables del museo, que se autofinancia, esperan un déficit de ingresos de 4,4 millones de euros en 2020 y calculan que ofreciendo estos bronces podrían recuperar al menos tres millones.
La última institución en claudicar podría ser la Royal Academy (RA) de Londres, según se ha hecho público este martes. En su caso, la decisión de desprenderse del Tondo Taddei de Miguel Ángel es solo una propuesta que surge como alternativa al despido del 40% del personal. Ante la inminente destrucción de 150 puestos de trabajo, un grupo de académicos ha planteado vender una de las joyas de su colección: el bajorrelieve de mármol esculpido por el florentino en 1504.
Con esta pieza se podrían recaudar 110 millones de euros, según estimaba hace tres años The Art Newspaper. “Ya hemos discutido la venta del tondo. Vale tanto que no solo se podrían evitar los despidos, sino acabar con los problemas financieros de la Royal Academy”, ha explicado a The Guardian uno de los expertos. Sin embargo, esta propuesta no parece gustar a los responsables de la institución, Rebeca Salter a la cabeza, quien se ha mostrado “horrorizada” ante la idea. Según defiende un portavoz de la Academia, “nuestro deber es preservar la pieza para que puedan disfrutarla las generaciones futuras”. Habrá que esperar esta semana para saber qué decide finalmente el Consejo de la RA y cuál será el destino del tondo.
Sea como fuere, el futuro del museo londinense se presenta más optimista que el Museo del Bandolero de Ronda, ya en España, que amenaza con cerrar definitivamente sus puertas. Jesús Almazán, su propietario, ha puesto a la venta las cerca de 1.300 piezas que componen su colección, tras 25 años alojadas en el mismo sitio. Otro ejemplo más de cómo los museos se desangran. Sol G. Moreno