La National Gallery de Londres apuesta por los coleccionistas en su última exposición
La pinacoteca ha reunido 97 obras de Cézanne, Van Gogh, Gauguin, Picasso, Casas, Rodin, Klimt, Munch y Mondrian, entre otros, de las cuales un tercio proceden de colecciones particulares.
La National Gallery de Londres ha inaugurado Después del Impresionismo: La invención del arte moderno, una muestra que explora las diferentes direcciones que tomaron los artistas después de la ruptura con el Academicismo. El recorrido planteado por los comisarios, capitaneados por MaryAnne Stevens, arranca en la década de 1880 con Pierre Puvis de Chavannes, Cézanne y Rodin y culmina antes del comienzo de la I Guerra Mundial con Picasso, Derain y Mondrian.
Esos años se corresponden con la llamada Belle Époque. Fue el periodo de paz más prolongado que había vivido Europa hasta el momento y en el que dominó la esperanza en el futuro, en la ciencia y, en general, el progreso –en su cara más amable–; además del aumento de la desigualdad, hostigada por la industrialización, y del disfrute de los últimos frutos del colonialismo más agresivo.
Fue una época contradictoria en la que el arte floreció alejado de las estrictas normas que lo habían tenido prisionero. Un desarrollo que ejemplifican Gauguin, Casas, Klimt, Sérusier, Munch, Seurat y Toulouse-Lautrec, entre otros, todos presentes en la muestra. En total se han reunido 97 obras, entre las que se incluyen 20 esculturas, ya que se pretende dar una visión lo más amplia posible.
Para conseguir este conjunto ha sido imprescindible la colaboración con coleccionistas, ya que más de un tercio es de propiedad privada. Es por eso por lo que Gabriele Finaldi, director de la National Gallery, destacó durante la presentación su agradecimiento por la colaboración con galeristas, casas de subastas y particulares. En concreto, han patrocinado o colaborado en la exposición Christie’s y los dealers Richard Green y Adrian Sassoon.
Algunas de esas piezas no se exponían desde hacía décadas y probablemente, después de que se clausure Después del Impresionismo el 13 de agosto, vuelva a ocurrir lo mismo. Algunos de los préstamos de particulares más destacados son cuatro van gogh, Puesta de sol en Montmajour, Paisaje con labrador, Mujer de Arles y Casas en Saintes-Maries-de-la-Mer; un pastel de Degas, Mujer leyendo; dos Toulouse-Lautrec, La lectora y Tristan Bernard en el velódromo Buffalo, y los espectaculares La danza de André Derain y Retrato de Adele Bloch-Bauer II de Klimt.
Este último se expone al lado del sobrio Retrato de Hermine Gallia, también de Klimt y procedente de las colecciones de la National Gallery. Ocho años separan las dos pinturas –la primera es de 1904 y la segunda de 1912–, y el cambio no podía ser más notable. Del aspecto vaporoso de Hermine, solo con sus joyas aferrándose a lo material en dos pequeños empastes, a una Adele rodeada de color y patrones, con la mirada perdida en un entorno onírico.
Se trata uno de los muchos caminos que se exploran en la exposición que, aunque comienza por el centro del universo artístico que fue París, se desplaza en las siguientes salas a otros lugares como Viena, Bruselas, Berlín y Barcelona. Cada uno de ellos representa una visión de la modernidad distinta.
Lo que tienen en común es la ruptura con el naturalismo decimonónico. Cada una de las nuevas vertientes está interesada en sintetizar la realidad, en reinterpretarla más que en plasmarla. Todo parte de las figuras capitales de Cézanne, Van Gogh y Gauguin, cuya influencia se puede observar a lo largo de toda la muestra.
Desde los pintores de Barcelona como Nonell, Casas y Anglada-Camarasa, pasando por los Nabis como Serusier, Bonnard, Vuillard o Maurice Denis –fieles seguidores de Gauguin–, los fauvistas como Derain o en última instancia, los iniciadores de la modernidad del siglo XX como Picasso y Mondrian.
Lo que no ha tenido cabida ha sido la obra gráfica, a pesar de que como ha declarado Stevens, co-comisaria de Después del Impresionismo a ARS Magazine: «La pintura y el arte gráfico avanzaron a la par durante estas décadas. El interés por sintetizar las formas y huir del naturalismo comenzó con el conocimiento de las estampas japonesas, pero a partir de ahí continuó su desarrollo».
No obstante, esta carencia se suple con la presencia no solo de pinturas fundamentales del periodo, sino también de esculturas, como cerámicas y tallas en madera de Gauguin –Atahualpa y La siesta de un fauno– o la única talla en madera de Matisse, La danza.
Gracias a todos los envidiables préstamos asegurados por la National Gallery, Después del Impresionismo llena un espacio poco explorado en los últimos años, la transición entre el célebre impresionismo y las vanguardias más rupturistas. Se trata de un momento fundamental en el que los artistas adquirieron un gusto por retar a lo establecido que conservan hasta hoy. Héctor San José.